La ceremonia de la Madre Tierra marca la trascendencia de la identidad andina en nuestra provincia. En Jujuy, además de ser una tradición milenaria, es una expresión viva de lo que somos. Los jujeños somos hijos e hijas de la Madre Tierra, y cada primero de agosto renovamos ese vínculo ancestral con la tierra, con nuestras raíces y con la espiritualidad que nos sostiene como pueblo.
Expresamos ese vínculo y esa filosofía en cada familia, en cada institución, en cada comunidad que realiza esta ceremonia, que es un acto de ratificación del lazo especial con la tierra, de agradecimiento y de ejercicio práctico del principio de la reciprocidad. En ella nos encontramos, nos abrazamos con la energía de la tierra, y desde un profundo respeto es que ofrendamos los productos que ella misma nos brinda.
UN DIÁLOGO ESPIRITUAL QUE UNE GENERACIONES
Con recursos de nuestra naturaleza, con sabores de nuestra gastronomía jujeña, saludamos a la tierra y también a quienes ya no están: nuestros abuelos, nuestras abuelas, nuestros ancestros. Porque en este ritual también hay memoria y continuidad, un diálogo espiritual que une generaciones y reafirma el sentido comunitario de la vida.
Ofrendamos hojas de coca como símbolo de nuestra herencia milenaria. Es con la hoja de la sagrada coca que recordamos a los que se fueron, que recordamos lo sagrado de este momento y de este encuentro. Ofrendamos maíz porque es el elemento que nos une a todos los pueblos y comunidades. Ofrendamos quinoa porque representa el intercambio, el troque solidario. Ofrendamos chicha para mantener viva la energía del agua, el líquido elemento que sostiene la vida. Y sahumamos para agradecer, para pedir protección y para reforzar el vínculo espiritual que nos une con la tierra y con lo invisible.

La ceremonia de la Pachamama es respeto, es identidad, es espiritualidad activa. Nos recuerda que todo lo que somos proviene de la tierra, que nuestra existencia está ligada a su generosidad, y que no hay futuro posible sin equilibrio y sin gratitud.
En tiempos donde muchas veces se impone el olvido o la indiferencia hacia lo ancestral, esta práctica nos reafirma en nuestra pertenencia. Porque celebrar a la Madre Tierra es una forma de proyectar un mañana más consciente, más justo y humano. Honrarla es también honrarnos como pueblo.
(*) Diputada nacional por Jujuy.