35 años de democracia: lo que no debemos olvidar y los nuevos desafíos

Por Mario Fiad*

35 años de democracia: lo que no debemos olvidar y los nuevos desafíos
BUENOS AIRES, 02/04/09, IMAGEN DE ARCHIVO DEL 15/09/1982, RAUL ALFONSIN EN CONFERENCIA DE PRENSA\u002E\r\nFOTO:ARCHIVO DYN/TORRES\u002E buenos aires raul ricardo alfonsin ex presidente foto 1982 muerte fallecimiento politico argentino expresidente

El 10 de diciembre de 1983, los argentinos nos uníamos en un abrazo que demostraba la alegría de haber recuperado la democracia. Ese abrazo que solo en el gesto, y sin necesidad de palabras, expresaba la conciencia colectiva del desafío que debíamos enfrentar a partir de ese momento.

Teníamos que ponernos de pie y levantar nuestros derechos y a nuestras instituciones, construir una nueva República y un nuevo país que nos incluyera a todos, en el que camináramos confiados de que al lado nuestro en la calle, solo había ciudadanos, muchos ciudadanos que anhelábamos lo mismo.

El miedo era un enemigo a vencer, con paz y alegría, con esfuerzo y militancia política de la buena. De esa militancia que construye, que sabe de sus diferencias con otros pero que los respeta, porque sabe que en lo profundo de esas diferencias, anida la autenticidad de un mismo deseo: el bienestar de los ciudadanos y la grandeza de una Nación justa, soberana y solidaria.

Nuestra fuerza estaba en nuestro líder, Raúl Alfonsín, pero en él estaba también la fuerza y las esperanzas de todos los argentinos, porque su triunfo representaba el renacer de nuestra democracia. Los argentinos teníamos en ese momento la sabiduría que da la experiencia del dolor y esa lección nos había permitido aprender que no puede haber grietas, donde hay hermanos; que no puede haber divisiones acérrimas en donde hay una conciencia común; que no puede haber enemistades donde hay un mismo sueño que se llama Argentina.

Mario Fiad, senador nacional por Jujuy
Mario Fiad, senador nacional por Jujuy

Muchas veces decimos que nuestra democracia es joven y en esa juventud encontramos la justificación colectiva de nuestras inconsistencias cívicas, republicanas y éticas, sin embargo no es su corto tiempo la causa de nuestros problemas, sino nuestras propias incapacidades para ver aquello que nos resultaba tan claro en aquel 10 de diciembre de 1983.

Tal pareciera que el transcurso del tiempo ha hecho que nos olvidáramos del alto precio que pagó nuestra democracia y nos permitimos, despreciando sus potenciales efectos adversos, alimentar divisiones dotadas de un potencial destructivo.

A 35 años de haber recuperado la democracia, debemos tener la certeza de que ella no se mantiene si no se la cuida y se la fortalece cada día, y que esa consolidación se multiplica si desde todos los espacios políticos perseguimos juntos puntos claves como el respeto, la paz social, la institucionalidad y el diálogo.

Las diferencias no pueden resolverse en el enfrentamiento. No puede ser que nuestra civilidad encarne formas de discusión que ya tendríamos que tener superadas y erradicadas, y queden entrampadas en la fuerza y la agresión.

Porque si esas son las únicas maneras que encontramos para el ejercicio de nuestros derechos, si no conseguimos alternativas democráticas para expresar el disenso, si la propuesta ya no forma parte de la participación, y esta se limita solo a un afán destructivo en la búsqueda de un interés sectario, y con propósitos vindicativos, entonces quiere decir que nada hemos aprendido.

El presidente Raúl Alfonsín junto al vicepresidente Víctor Martínez, en 1983.
El presidente Raúl Alfonsín junto al vicepresidente Víctor Martínez, en 1983.

Pero si algo tiene nuestra Argentina es la capacidad de renovarse y de salir adelante. Y mirando nuestros grandes hombres de la historia de la Patria, encontramos la fuerza para mirar esperanzadamente hacia el futuro. Porque un líder como Raúl Alfonsín, tuvo que ponerse al hombro desafíos épicos en su afán de construir la República, fortalecer la democracia y garantizar derechos.

Quizás Alfonsín fue realmente el emblema, porque su figura y su nombre expresan el Nunca Más, su discurso expresa la voluntad transformadora que tuvo que imprimir con fuerza y empeño a cada una de sus palabras. Él vino a despertar las conciencias adormecidas por el temor y por la inercia, vino a comprometernos a pensar y a debatir, a asumir nuestra ciudadanía con la convicción de ser protagonistas y hacedores de la democracia.

Sigamos el camino que trazó y nos marcó Don Raúl y persigamos el desafío de la unión nacional, superemos grietas, generemos los consensos necesarios y fomentemos la unidad, para que juntos tengamos un objetivo en común: trabajar por una Argentina más justa y con mayor desarrollo.

(*) Senador Nacional. Presidente de la UCR de Jujuy