El fenómeno no es nuevo, pero ocurre ahora a una velocidad y una profundidad inusitadas. Es la distancia que hay entre las habilidades y competencias que las personas adquieren durante su formación, frente a las que requiere un mercado laboral en continua transformación e impactado por la tecnología.
Ese será el foco que abordará el primer panel de 2024 del ciclo “Voces que suman”, en el que se analizarán las demandas emergentes y las señales del futuro que están desafiando a las universidades, el enlace con el ciclo secundario, la tendencia de acortar las carreras y las prácticas innovadoras, entre otros ejes.
Del panel formarán parte Victoria Galán (directora de Investigación y Análisis en el Instituto de la Unesco para la Educación Superior de América Latina y el Caribe), Hugo Juri (exrector de la Universidad Nacional de Córdoba), María Eugenia Scocco (decana de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Siglo 21), y Esteban Torre (director del programa de Educación de Cippec).
La moderación estará a cargo del periodista Daniel Alonso, coordinador del ciclo, que cuenta con la producción ejecutiva de Sebastián Gilli y la colaboración de Marcela Rosatti.
La actividad se emitirá el próximo miércoles 3 de abril, desde las 12, a través de las plataformas de La Voz, de Los Andes, y de Vía País, además de YouTube.
Un debate instalado
En Argentina y en todo el mundo el debate ya lleva un tiempo instalado. De hecho, fue uno de los vectores que orientó la cumbre sobre el futuro de las universidades, organizada en septiembre de 2023 por el Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey y por la compañía HolonIQ,
“América Latina es la región con la mayor brecha de habilidades: hay desfases persistentes entre la demanda del mercado laboral y la formación que brindan las universidades”, planteó José Escamilla, director de ese instituto mexicano.
Agregó que si bien las instituciones educativas “tradicionales” siguen siendo una fuente “confiable” de aprendizaje y un vehículo “eficaz para generar empleo y prosperidad”, la escasez crónica de habilidades en las economías avanzadas, debido al cambio demográfico, la automatización y las necesidades cambiantes de la industria, requieren de la recapacitación de trabajadores desplazados, lo que ejerce presión sobre las universidades.
“La mayoría no están estructuradas ni son capaces de atenderlas en la escala, en la velocidad y en la forma que los alumnos esperan”, remarcó el especialista.
Con todo, el mundo de la educación superior se mueve. Una de las respuestas ha sido el esquema de “microcredenciales”, para certificar determinados conocimientos, además de la actualización de competencias de quienes ya terminaron su formación universitaria.
Este escenario valida la búsqueda de priorizar la integración entre educación y trabajo, con adaptaciones a las necesidades locales y a los entornos que inciden en la competitividad, pero sin perder de vista la dinámica global..
Durante la cumbre también se planteó el achicamiento de la ventana del bono demográfico que goza la mayoría de los países de la región (Argentina, entre ellos) y, por ende, el profresivo envejecimiento poblacional, lo que implicará que cada vez más personas demanden actualizar sus habilidades a los 40, 50 o 60 años para poder seguir trabajando.
Por eso las universidades deben prepararse para recibir estudiantes que aprenden durante toda su vida y ampliar su oferta de “microcredenciales” o de trayectos formativos cortos, que pueden durar desde semanas hasta un par de años.
A la vez, emergen situaciones impensadas años atrás. En Estados Unidos, por ejemplo, hay grandes compañías que ya dejaron de exigir el título universitario para sus nuevas contrataciones en determinadas posiciones en las que valoran más las habilidades que los diplomas.
Adaptaciones
Por las razones expuestas, debate la duración de las carreras universitarias. Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, calificó como “sorprendente” que en los países desarrollados basten tres años para conseguir un título y en otros, cinco, como en la Argentina.
A eso hay que sumarle el tiempo real que le insume a un estudiante finalizar su carrera. En nuestro país, el promedio es de nueve años. Para Pedró, eso pone de manifiesto “distintas variables vinculadas con la calidad”, entre las que menciona la experiencia en la universidad, los aprendizajes relevantes y pertinentes, las expectativas de obtener un buen empleo y el entorno de crecimiento personal, cívico y profesional.
Una opción que aplican varias instituciones es la emisión de títulos intermedios para acreditar saberes. De esa manera se aspira a quebrar la deserción de los estudiantes, que pueden abandonar una carrera por priorizar un trabajo, y, a la vez, acomodarse a las exigencias del mercado laboral.
En la década de 1990, varios países europeos suscribieron el Plan Bolonia, con el que buscaron establecer parámetros comunes para el intercambio de alumnos y adaptarse al ritmo que exige el mundo del trabajo. En ese contexto, se acortó el grado a tres años y se fijaron dos años para las maestrías y los doctorados.
Para agendar
Repensar la educación
El panel. Victoria Galán (directora de Investigación y Análisis en el Instituto de la Unesco para la Educación Superior de América Latina y el Caribe), Hugo Juri (exrector de la UNC), María Eugenia Scocco (decana de Ciencias Humanas y Sociales de la US21), y Esteban Torre (director del programa de Educación de Cippec).
Emisión. El miércoles 3 de abril, desde las 12, en transmisión vía streaming por las plataformas de La Voz, de Los Andes y de Vía País, además de YouTube.
Apoyo. La actividad cuenta con el apoyo de Naranja X, Universidad Siglo 21, Epec, Edisur, Grupo Sancor Seguros, Municipalidad de Córdoba y Agencia Córdoba Turismo.