Jorge Mario Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco, lleva más de una década al frente de la Iglesia Católica. Aunque su figura es mundialmente conocida, su vida en Buenos Aires antes de convertirse en el 266º Sumo Pontífice está llena de detalles poco difundidos. Desde su infancia en Flores hasta su rutina diaria en la ciudad, su historia es un viaje por rincones porteños que aún conservan su huella.
El Papa nació y creció en una modesta casa ubicada en la calle Membrillar al 500, en el barrio de Flores. Cursó la primaria en la Escuela N° 8 Coronel Pedro Cerviño, donde hoy se conserva una carta suya y una plaqueta que recuerda su paso por esas aulas. Durante su juventud, asistió a la ENET N°27 “Hipólito Yrigoyen”, donde obtuvo el título de técnico químico y descubrió su afición por el fútbol y el básquet.

La vida porteña del Papa Francisco marcada por la sencillez
Si algo caracterizó siempre a Bergoglio fue su humildad y cercanía con la gente. Se movía en transporte público, tal como lo retrató una famosa foto de 2008 donde se lo ve en un vagón de la Línea A del subte. Este coche de madera, el número 33, fue posteriormente preservado gracias al esfuerzo de Pablo Piserchia, quien incluso logró llevarle una réplica al Papa en Roma.

Otro rincón que lo recuerda es la peluquería Romano, ubicada en el Pasaje Roverano, sobre Avenida de Mayo. Allí, Mario Sariche, su peluquero de siempre, contaba que el entonces arzobispo esperaba su turno como cualquier vecino y dejaba siempre una propina. Después del corte, Bergoglio solía ir al bar de la misma galería a desayunar.

Pero no solo frecuentaba ese café. Todos los domingos, pasaba por el puesto de diarios de Luis Del Regno, en Hipólito Yrigoyen 478, para retirar personalmente el periódico. “Para mí es una persona excepcional”, declaró el canillita al recordar esos encuentros.
Su pasión por San Lorenzo también dejó anécdotas inolvidables. Una de las más curiosas fue cuando Alfio Basile pidió que lo echaran de un vestuario, convencido de que su presencia podía traer mala suerte al equipo.

Antes de viajar a Roma para el cónclave de 2013, Bergoglio tenía pensado retirarse al Hogar Sacerdotal Monseñor Mariano Espinosa, en Flores, donde ya había reservado la habitación número 13. El destino, sin embargo, tenía otros planes para él: se convirtió en el primer Papa latinoamericano y dejó una marca imborrable en la historia mundial.