"Tu vida fue menos triste de lo que tu suicidio podría hacer pensar. Se ha dicho que morías de sufrimiento. Pero la tristeza era menos cosa tuya que de los que se acuerdan de ti. Moriste porque buscabas la felicidad pese al riesgo de encontrar el vacío. Tu forma de quitarte la vida ha reescrito la historia de ésta en negativo. Los que te conocieron releen cada uno de tus gestos a la luz del último. La sombra de ese gran árbol negro esconde desde entonces el bosque que fue tu vida", escribió Édouard Levé en Suicidio, el libro que le mandó a su editor tres días antes de matarse, a los cuarenta y dos años.
El 20 de abril, Avicii, el Dj sueco de 28 años y mirada angelical, se suicidó cortándose con los cristales de una botella rota. Había pasado los últimos días en un hotel de lujo frente al mar en Mascate, la capital e Omán. La noticia dejó shockeado al mundo de la música electrónica. Un par de semanas más tarde, el universo de la moda también se vio convulsionado luego de que encontraran muerta a la diseñadora Kate Spade en su departamento de Park Avenue, en Nueva York: la mujer se había ahorcado con una bufanda. Tres días después, el 8 de junio, el protagonista de la tragedia inesperada fue el chef francés Anthony Bourdain: a los 61 años, en pleno proceso de filmación de su programa de cocina, se ahorcó en la habitación de un hotel con una bata de baño. "Era la última persona en el mundo que hubiera imaginado que haría algo así", dijo Gladys Bourdain, su madre.
Dicen que hay indicios, que existe una predisposición y que no cualquiera es capaz de matarse. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, los suicidios dejan en un estado de perplejidad extrema al entorno, incluso a las personas más cercanas. Nadie piensa que su hijo, su madre o su pareja va a tomar semejante decisión. En 2014 la ex modelo y pareja de Mick Jagger, L'Wren Scott, se suicidó en su casa de Manhattan. "Lucho por tratar de entender. Todavía no entiendo cómo mi amor y mi mejor amiga pudo terminar con su vida de manera tan trágica", dijo el mítico cantante de los Rolling Stones.
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio está dentro de las veinte causas de muerte más frecuentes. Más de un millón de personas se suicidan por año: una muerte cada cuarenta segundos. En nuestro país, además de ser la segunda causa de muerte traumática, los suicidios se incrementaron de manera exponencial en los últimos años y hoy tenemos una de las mayores tasas de la región: 14,2 muertes por cada 100.000 habitantes. ¿Existe un tipo de personalidad propensa al suicidio? ¿Hay indicios? ¿Se puede prevenir de algún modo?
Los expertos coinciden en que no se puede simplificar el fenómeno buscando una razón única y determinante. En la mayoría de los casos –alrededor del 90% - existe una patología previa que termina desencadenando el suicidio: depresión, alcoholismo, problemas con las drogas, trastornos bipolares, esquizofrenia, etc. Según un informe de la OMS, "un escaso número de suicidios se producen sin aviso. La mayoría de los suicidas dan avisos evidentes de sus intenciones". Pero eso no significa que el entorno pueda vislumbrarlos a tiempo. Muchas veces, lejos del lugar común que identifica al depresivo con alguien que no sale de la cama, una persona con trastornos emocionales se vuelve maníaca e hiperactiva, de manera que su condición se vuelve difícil de identificar y nadie se da cuenta de que tiene un problema grave. Al contrario, muchos se muestran histriónicos, de buen humor y efusivos durante sus últimos días.
"Nunca es la fama en sí misma la que provoca el suicidio", dice la psicoanalista Patricia Otero. "La presión mediática, el consumo de estupefacientes y la vorágine del entorno pueden influir y ser propulsores, pero tiene que haber una personalidad de base. En general, se trata de personas con trastornos bipolares y patologías depresivas. Cuando están en la etapa de manía se encuentran eufóricos y se exponen muchísimo, creen que el mundo está a sus pies, se sienten Dios en la tierra. Pero, después, cuando bajan a la realidad y entran en la etapa depresiva, no pueden sostener nada, sienten que están atrapados en un sinsentido profundo y no encuentran salida más que en la muerte. Hay que tener en cuenta que la ansiedad es otra cara de la depresión. La persona que decide suicidarse lo hace porque siente que es la única opción de alivio frente al sufrimiento y a las situaciones de su vida que no puede manejar y que le provocan un estado de fuerte crisis. Piensan la muerte como una salida, una vía de escape, e incluso –a pesar de que se los suele acusar de egoístas- creen que ponerle fin a su vida es un bien para sus seres queridos y aquellos que lo rodean".
La mayoría de los suicidas dan signos de alerta que, si son codificados a tiempo, pueden servir para evitar la muerte. Por eso, es que la prevención activa es clave para disminuir la cantidad de casos fatales. En nuestro país, la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones lleva adelante, desde el año 2010, una campaña que busca concientizar a la población acerca de que el suicidio constituye un problema de salud: "Quienes tienen intenciones suicidas padecen un cercenamiento de su horizonte existencial. No logran vislumbrar un proyecto individual o comunitario de vida. Las acciones preventivas que impulsamos se basan, principalmente, en acompañar a estas personas a encontrar un sentido, un propósito a través del cual la vida tenga sentido", explica la licenciada María Massa. Por su parte, desde la OMS recomiendan realizar un seguimiento de los pacientes que ya tuvieron intentos de suicidio, brindar contención a través de profesionales y reducir el acceso a los medios para suicidarse, como medicamentos, armas y pesticidas mortales.
Para la mayoría de las religiones, el suicidio es un pecado que merece castigo: los judíos no entierran a los suicidas junto a los demás muertos y los cristianos aseguran que su alma descenderá al infierno. Dicen que el cuerpo pertenece a Dios y que la vida es sagrada, por eso matarse está prohibido. El filósofo y teólogo San Agustín lo resumió con esta frase: "el que se mata es un homicida". Pero no todos opinan lo mismo, en su libro El Suicidio, el sociólogo francés Émile Durkheim plantea que los suicidios son fenómenos individuales que responden a causas sociales: las personas que se matan son víctimas de una sociedad enferma que no sólo no supo comprenderlas ni ayudarlas a tiempo, sino que ocasionó y es responsable de su fatal descenlace. Otros, entienden el suicidio como una forma de libertad y de soberanía sobre el cuerpo. "No hay nada en el mundo más indiscutible que el derecho del hombre a disponer de su propia vida y persona", dijo Arthur Schopenhauer.
Pecado para algunos, signo de empoderamiento para otros, lo cierto es que el suicidio sigue siendo un tema complejo que no pasa desapercibido y que, al mismo tiempo, teje a su alrededor una telaraña de tabúes y fantasmas. "Las muchas cosas que no hiciste dan vértigo, pues iluminan las muchas cosas de las que nos veremos privados", escribió Levé. "Nos faltará tiempo. Decidiste no tomártelo. Renunciaste al futuro, que permite sobrevivir, puesto que lo creemos infinito. Queremos poder abrazar el conjunto de la tierra, saborear todos sus frutos, amar a todos los hombres. Rechazaste esas ilusiones, de cuya esperanza nos alimentamos. No soy capaz de explicarme cómo sobrevives a tu suicidio, pero tu desaparición es tan inadmisible que de ella nace esta locura: creer en tu eternidad".