Marfer, la fábrica de sándwiches cumple medio siglo de vida este jueves 20 de febrero de 2025. Pero el éxito comenzó en 1975 de la mano de Patricia “Pachi” Donaire, la cordobesa que deslumbra con sus sándwiches de miga hace más de 50 años.
Patricia “Pachi” Donaire, la cordobesa que produce buenas migas
La mujer comenzó en el mundo del trabajo con 14 años, cuando dio una mano en la panadería de su padre en barrio Alta Córdoba. Cerca de su casa, también había un emprendimiento que vendía emparedados.
Con el correr del tiempo, ella detectó una oportunidad de negocio y no la dejó pasar. Ese comercio se fue de la zona y ella ocupó su lugar. “Siempre me gustó el comercio, pero de sándwiches no tenía idea”, confesó, en diálogo con Vía Córdoba.
Ante un mundo nuevo por descubrir, su hermana le presentó a un experto en el bocadillo y aprendió las dos recetas básicas y fundamentales de la época: jamón y queso y verdura.
La imaginación de “Pachi” Donaire fluyó en los sándwiches
A partir de ahí, “Pachi” dejó fluir su imaginación y experimentó con todo tipo de rellenos. Sus familiares y amigos más cercanos eran los catadores del negocio que tímidamente asomaba en la capital.
“Espárragos, ananá, palmitos, leía recetas porque me gustaba mucho probar”, rememoró la protagonista de esta historia. Luego de tres años de testeos, se animó y abrió su fábrica de sándwiches.
La gran apuesta que se convirtió en un negocio que cumple 50 años
Pero antes tuvo que tomar una decisión que le hizo latir el corazón a 1.000 revoluciones. “Le pedí a Juan, mi marido, que renunciara a su trabajo en la fábrica Fiat para darme una mano”, confesó.
Posterior a un largo proceso de meditación, él aceptó y se metió de lleno en el emprendimiento familiar que contaba con dos pequeñas ayudantes, Mariana y Fernanda, sus hijas.
El 20 de febrero de 1975 abrieron su primera sucursal en el barrio Nueva Córdoba con el nombre de Marfer y un logo con dos manos. “Cosa mía, nadie me guiaba y yo hacía”, recordó entre risas sobre el entusiasmo que Pachi mantiene.
Mariana y Fernanda, dieron el nombre de Marfer y las manos de Patricia y su marido sostienen las seis letras. Pero ellas no solo figuraban en el nombre, sino que también en la cocina. “Mi marido las buscaba en la escuela, las traía a la sandwichería para ayudarnos a barrer el piso”, contó.
Con el correr de los años, las niñas que ayudaban cortando tomates paradas arriba de un cajón de bebidas volaron, estudiaron y se recibieron. Pero la pasión y la tradición familiar las hicieron volver.
La pasión y la tradición familiar de Marfer
“Nunca se fueron, te podés creer”, expresó contenta “Pachi”, quien miró con orgullo la cocina de calle Laprida al 280. Ahora, sus dos hijas, sus cuatro nietos y dos empleados, que son “nietos del corazón”, dan vida al negocio que cumple conmemora sus 50 años.
“Yo soy muy creyente. Creo que Dios hizo acomodar todo. Mi padre español llegó con alma de comerciante y creó que heredé eso”, dijo la fundadora de Marfer.
Pero con sus 80 años, y 53 armando buenas migas, sabe que debe dar un paso al costado. “Este es mi último tironcito, yo ya me retiro y dejo a mis hijas y nietas. Los nietos de los primeros clientes vienen a comprar”, analizó.
“La buena mercadería, que estén bien rellenos y gorditos y la atención al cliente son primordiales porque la calidad se impone”, sostuvo la mujer que quiere a Marfer “como a un hijo más”.