Por Matías Candoli.
Después de recorrer los 18 hoyos de la cancha de golf de Lomas de la Carolina, el cansancio de Leo Bazán se le nota en la cara. Pero, luego de saludar a su familia y a los conocidos, tomó agua y volvió a agarrar un palo de putter y se fue a seguir jugando con otros niños. Es que, a los ocho años, todo es un juego. Y en ese juego, él sobresale. Es segundo en el ranking provincial que es un lugar en el que se mantiene desde los seis.
Pero no sólo se destaca cuando recorre las canchas en los torneos de su categoría. Fuera de ella, ese niño que es entrenado en la escuela de golf de Lomas de la Carolina por José Alejandro González, es querido por sus compañeros y por quienes lo conocen en el mundo del golf. Andrés, su papá, destaca esos valores en su hijo: "Leo es una persona especial. Es fuera de lo común. Los padres vienen, lo abrazan, lo besan y el Leo agacha la cabeza, es tímido. Pero después, con sus amigos, lo ves chivateando, saltando y jugando". Y el Chino González, el profe, tiene el mensaje claro: "El golf es un deporte individual pero trato de que jueguen todos juntos más que todo para que se identifiquen con la escuela, trato de armar grupos".
Es uno más. A pesar de no vivir en el barrio cerrado, Leo Bazán y su familia de clase media que vive en barrio Cerro Chico, se sienten parte de la escuela de golf y no notan ninguna diferenciación.
Andrés, el padre de Leo que es ingeniero químico y tiene una empresa de insumos para piletas de natación, reconoció el sacrificio para que su hijo juegue al golf. "El sacrificio económico es mucho. El Chino González nos da una mano muy grande, esto es una familia más. Con el Chino estamos en el mismo nivel social, sabe mucho en la condición monetaria en la que estamos y nos da una mano muy grande, nos consiguió los palos, por ejemplo. Nos hicieron un descuento muy grande".
Y el profesor no le esquivó al tema: "Hay chicos que son empresarios muy importantes de Córdoba y vos lo ves y Leo es uno más. Dentro del grupo, dentro del juego del golf, no hay diferencia. Ninguno de estos chicos hacen notar nada, ni marca diferencias. A veces el resultado va en base a eso porque generalmente el que tiene mejor equipo, mejores zapatillas, no quiere decir que sea el mejor. Ningún padre viene pretendiendo que el hijo, porque tenga buenos palos, sea el campeón. Por lo menos en esta escuelita y en el grupo".
A pesar del origen humilde de los Bazán, el cariño que le tienen a Leo los profes y los padres de los compañeros, pasa por otro lado. Y el Chino lo explicó mejor que nadie: "La gente lo apoya por lo que es él por la personalidad de él. Es un chico educado, nunca te va a faltar el respeto, nunca te levanta la voz, nunca cuestiona nada. Salvo que dice que no le enseño, o que le comemos la comida, jajaja".
El futuro de Leo. Alumno de tercer grado de la escuela Jerónimo Gragera de Cerro Chico, Leo Bazán habla con cariño de la seño Gaby, su maestra. La familia Bazán se completa con mamá Carolina y sus hermanos mayores Agustina, de 18 años y Elio, de 17. Todos fanas del más chiquito que quiere hacer camino en el golf. Sin ponerse colorado, el niño golfista se animó a contar su sueño: "Mi sueño es llegar a profesional, tengo que trabajar mucho y aprender".
El 14 de diciembre Leo, su papá y varios chicos más viajarán a Bahía Blanca para participar del Nacional de la categoría hasta 9 años. Y se tiene toda la fe. "Estoy muy preparado", afirmó Leo acentuando la pronunciación de la palabra "muy". Y, sin titubear, agregó: "Me tengo toda la fe para salir segundo o primero, ya vemos, jeje".
Su papá que justifica su apego al niño ya que sus dos hijos mayores ya están más grandes, disfruta cada momento con el pequeño deportista. “Pasamos muchas horas caminando en las canchas, venimos martes, jueves y sábados a clases, a veces terminamos cansados pero, mientras Leo se divierta y juegue, todo bien”.
Y, hablando de futuro, el profe González la tiene clara: "Leo tiene futuro. El único inconveniente es que, luego se hace como un cuello de botella cuando pasan a la secundaria, el filtro es el colegio. Ya es menor el número de los que quedan. De un grupo de 30 niños, a los 14 ó 15 años te pueden quedar cuatro o cinco".
Y Andrés, el papá fue realista: "Como padre quiero que se siga divirtiendo, que siga haciendo lo que le gusta, que siga en el juego. Uno no sabe si sigue o no sigue, recién dentro de unos años vamos a saber. Va a ser decisión de él. Hace cuatro años que estamos y hemos visto irse a muchos chicos. A mi me encanta, que se siga divirtiendo, que sigamos siendo una familia más y que seamos cada vez más amigos".