Voces para escuchar: las historias de vida detrás de los manteros de las plazas cordobesas

Historias detrás de los puesteros.
Historias detrás de los puesteros.

Lucía Pairola.

Y detrás del fenómeno de las ferias en las plazas están las historias. Cada puestero es un rostro diferente, una realidad única que tiene deseos de explicar el tan buscado por qué. Algunos más organizados con tablones, gazebos y hasta generador propio; otros más rudimentarios con un pequeño mantel o un perchero, todos llegan a la plaza con la esperanza de ganar el día.

Como Víctor y su mujer, que desde hace unos meses completa su semana como albañil vendiendo lo que tiene en su casa: "Ordenamos y vimos algunas cosas sin uso. La calle está dura y necesitábamos unos pesos extra y decidimos buscarlos con lo que tenemos", relata de modo franco.

Junto con su mujer exponen ropa usada, bolsitas de alfajores de maicena que ellos preparan y completan el simple stock con un gato para el auto.

Estos vecinos en la Plaza Jerónimo del Barco del barrio Alto Alberdi se sientan junto a Sabrina (23) que además de trabajar en una panificadora durante la semana, salió hace unos meses a vender su propia ropa y la que le dan familiares o amigos: "Busco una ayuda más para sumarle porque no me alcanza. Pienso que es digno y que es el modo que encontré para rebuscármela en este tiempo difícil", sentencia.

Fabiana Silva, tiene un poco más de experiencia en el rubro, ya que lleva 9 años como puestera en plazas. Es mamá de un hijo con discapacidad y reconoce que "sin este rebusque no podría comer". Ella cuenta con dos percheros para exhibir las prendas que vende a precios bajos, al que le endilga ser el llamador para los clientes: "La mayoría viene ya que es imposible comprar ropa nueva en el centro por los precios que se manejan, esta todo carísimo", dice.

Fabiana tiene su clientela, toma pedidos, compra y revende como parte de un circuito paralelo de bienes usados que va en aumento. Sobre quienes la visitan los fines de semana asegura que no solo son personas de barrios humildes sino también de clases sociales más acomodadas.

Con papeles en regla. Los puesteros cuentan que su vida no es nada fácil, ya que van y vienen con los bultos -muchos en colectivo - y que los días de sol son un alivio que saben valorar. Además reconocen que la ilegalidad de sus "comercios a cielo abierto", genera rispideces con la Municipalidad.

"Nosotros queremos trabajar, entendemos que estamos haciendo algo ilegal pero es necesario", cuenta a Día a Día una puestera jubilada entre varios que se acercan a la charla. Con honestidad acepta que "somos desobedientes, pero no sé qué hacer para ganarme el pan", insiste esta vecina que viaja desde Pilar a las plazas capitalinas.

Pese a haber tenido varios encuentros con los inspectores municipales, asumen que son tratados con respeto y que en muy pocas ocasiones se llevaron sus pertenencias: "Solo nos piden que nos vayamos y de modo correcto. Pero al fin de semana siguiente tenemos que volver para seguir laburando", completa.

El espacio de todos. En plazas como la de Alta Córdoba los vendedores están más organizados. Allí se ven puestos coquetos y no sólo con reventa de mercadería sino artesanías, productos regionales y juegos para niños.

Una de ellas es Silvia Farías que desde hace 8 años vende mercadería holística: "A nosotros nos ayudó que la Municipalidad nos hiciera un relevamiento. Nos dieron una especie de permiso para trabajar los fines de semana y que cada uno tuviese su lugar. Pero sabemos que es sólo los fines de semana", registra esta emprendedora.

Aunque en la génesis los espacios públicos no han sido pensados para el comercio, muchos de los visitantes de las plazas expresan su agrado en compartirlas con los puesteros.

Raúl es asiduo dominguero en Barrio Alta Córdoba, junto a su nieta destaca que “la plaza está hermosa y la verdad principalmente mejoró desde que están los artesanos. Se puso más linda”.

Nada parece perturbar a este vecino ya que ante la consulta de que sea utilizada para el comercio sentenció: “No me molesta, el sol sale para todos”.

También Arturo llega a la plaza con su hijo para disfrutar de unos mates y el espacio verde. Para ellos el programa se completa con la presencia de los puesteros y no tiene miedo de reconocer que: “La verdad si no están en la plaza quizás la salida sería más aburrida. Los chicos juegan, piden algo y también nosotros nos entretenemos”.