Cada 5 de julio guarda para los hinchas de Talleres el significado de fecha ilustre. A 22 años de la "final del siglo" ante Belgrano, uno que no la olvidará jamás es Matías Frías, quién se llevó el trofeo más preciado: la camiseta de Roberto Oste.
Aquella tarde, con apenas 11 años, estaba en la popular del Autotrol, en el viejo Chateu, con su abuelo, sus tíos y su primo. "Fue emocionante, y también angustiante por todo lo que la tuvimos que remar en la popu después del segundo gol de Belgrano. Nos jugábamos mucho", rememoró.
"Cuando el Lute fue a patear el penal, sabíamos que si lo hacíamos éramos campeones. Lo hizo y hubo dos, tres, cinco minutos en que no entendí nada de tanto descontrol. Andaba por el piso, en la montonera, perdí una zapatilla y lloraba porque no encontraba a mis tíos, pero más que nada por la alegría", relató Matías.
"Ni siquiera vi cuando el Lute tiró la camiseta a la tribuna. La agarraron tres muchachos más grandes, adelante mio. Y como vieron que yo estaba llornado, me la dieron. Me pusieron la camiseta al revés. Mi tío Jorge me encontró en esa euforia, y cuando vio la camiseta me levantó como un títere para festejar. Estaba más contento que yo. 'Te la dio a vos, te la dio a vos', repetía. Pero la verdad, tuve la suerte de estar en el momento justo en el lugar indicado", reflexionó.
Vivía en Rosedal Anexo pero la caravana lo llevó a Bella Vista, por las calles del abuelo Ñato. "Otro de mis tíos me pidió la camiseta, se la puso con la 16 para adelante, subido en el capó del auto. Era un locura. Volví a mi casa y mi papá Gustavo me quería matar, porque es hincha de Belgrano, como mis cuatro hermanos. Sufrió mucho en esa final, pero después estaba contento por mí".
Y explica por qué él salió hincha de Talleres. "Mi abuelo materno, Ramón Falón, el Ñato, tenía una agrupación. Y mi mamá, Mercedes Beatriz, viajó por todo el país con la T. Por ellos y mís tíos soy de Talleres y se los agradezco".
Matías Frías asegura que si la hubiera recibido ahora, la ponía en un cuadro. "Pero en ese momento era chico, y la usaba mucho. !Hasta para ir al colegio! La use tanto que se empezó a despintar el número, así que ahí la guardé".
Recuerda que se la quisieron comprar, esa misma noche. Y más de una vez. "Mi primo, que era más chico, me dijo 'querés que sea para los dos', je, que inocente". Ahora es su reliquia. Tengo dos hijas, las dos son Matadoras. Les compré camisetas y cuando sean más grande las voy a llevar a la cancha".
Nunca se cruzó con Oste, tan querido en filas Albiazules por ese penal del ascenso. Y que desconocía el destino que había tenido su casaca en la locura de aquella consagración.
Sin embargo, Matías sabe perfectamente qué le diría: "Admiraba a Garay, al Cachi (Zelaya)... pero ese día a la camiseta del Lute no la cambiaba por ninguna. Por que nos dio el título en un momento histórico para el club".