Día 10
Mamá empolla huevos
lo hace como haría
una gallina en su cama.
No sé de donde saca tantos
pero ella se sienta y calienta el lugar.
Va como caballo salvaje
hacia cualquier llanura
arremanga sus pantalones largos
y corre todo el agua que es capaz
de comerse la maleza.
Mi madre es todas las madres
de los animales que fui.
*
Con mamá hicimos más 30 KM en bici. Nos aprontamos después del almuerzo y viajamos. Moverte en bici de un lado a otro es viajar a una velocidad distinta. Los primeros 12 KM los hicimos en 45 minutos, teníamos viento a favor y llegamos al río. Los caminos de la ruta te atrapan. Uno pedalea como absorbido por una especie de belleza conocida pero totalmente cambiada, lo que quiero decir es que desde la bici puedo ver otros árboles. Es otro el camino cuando miro el paisaje.
Los pinos están juntos y dan sombra, en algunos sectores hay que pedalear con la bici liviana porque el viento envuelve y uno parece que si relaja demasiado puede irse volando. Yo voy fascinada y le digo a mamá que mire, que ahora viene subida y doblando una bajada, que guarda con el pozo y que esto es un disfrute. Ella dice que nunca había llegado hasta el Lago, que ni bien lleguemos a la playa le saque una foto. Quiere mandárselas a sus amigas. La ruta está casi vacía, solo hay bicis que entran y salen. Muchas bicis libres.
Mamá llevó dos mandarinas de casa adentro de su campera como un cangurito. Le dije que las ponga en una mochila pero ella prefirió cargarlas así. Ni bien llegamos al agua, mamá se baja de la bici y corre. Mira que belleza hija, mira este día. En la foto mamá posa con la bici azul. Tiene una mandarina en la mano y pelos de su flequillo en la cara. Le digo que se acomode un poco pero el viento está fatal. Sonríe y pide otra foto pero sin la bici.
Tuvimos la playa para nosotras, comimos las mandarinas y miramos al río moverse despacito. Pequeñas olas. Mamá dice que le parece un sueño haber llegado hasta acá. Después caminamos por toda la orilla con bici en mano, y cuando se nos acabó la playa nos volvimos a subir. Seguimos por camino de tierra, vimos carpinchos tomando sol y pavos reales que caminaban por el pasto. Ya pegando la vuelta mamá dice que podría ser un plan de fin de semana, que ahora solo tendría que comprarse un casco.
Vamos juntas por el asfalto, casi todo el camino fuimos una atrás y la otra adelante, pero ahora vamos tranquilas dentro de las rutas del lago todavía falta para volver a la 14. Le digo que a la vuelta tenemos el viento en contra y que en algunas partes nos va a costar más, mamá dice que ella cuando estudiaba contabilidad usaba mucho la bici para ir a lo de sus amigos. Era mi medio de transporte, mi hermano me decía Flash Dance, por la película que estaba de moda en esa época. Ahí sale de nuevo la Flash dance, me decía y yo estaba un poco contenta con su comentario. Y mamá sigue hablando, como nunca. Mamá habla y cuenta cosas aunque yo no se lo pregunte, mamá habla y no está triste. Dice que cuando cumplió los cuarenta y se separó de papá le pidió a mi abuela para su cumpleaños una bici, la bici verde que recuerdo en el garaje de casa. Una bici con caño para abajo. Salía a pedalear a cualquier hora y lloraba, dice mamá, lloraba y lloraba. A veces usaba el Walkman y lloraba más todavía, ¿te acordás del Discman? Me lo habían regalado ustedes para un cumpleaños, bueno con eso también salía y lloraba. Después cuando volvía a casa, estaba como nueva.
Feliz día a todas las madres, su amor es necesario.