Brian Cohn
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El destino y las circunstancias determinarán si la historia de Franco Federici (25 años) puede convertirse en un film estilo hollywoodense; si el muchachito de la película logra ser el héroe todopoderoso, capaz de atravesar obstáculos y viento en contra luego de dejar atrás a su familia, su casa en Flores, su empleo en el Ministerio de Economía y su querido Vélez Sarsfield. El tiempo dirá. Por ahora, Franco está escribiendo el guión, paso a paso, pedal a pedal, desde aquel 15 de febrero cuando partió del Obelisco para recorrer el mundo con su bicicleta.
Sólo él y su bici Exact Liquid de 27 cambios, más un equipamiento que incluye carpa, bolsa de dormir, ropa de abrigo, linterna, cámara de fotos, botella y utensilios de cocina.
“La idea comenzó en 2013, mientras buscaba en Internet otro destino que no fuera la Costa para pasar mis vacaciones. Primero hice un viaje por el norte argentino y salió tan bien, que al volver me propuse repetir la aventura en bici”, recuerda Franco el prólogo de su periplo.
Actualmente se encuentra en la ciudad de Loja, en Ecuador, desde donde responde las preguntas de La Razón. Ya pedaleó por gran parte de la Argentina, Chile, Bolivia y Perú.
Según el itinerario previsto, su próximo paso será conectar con Centro y Norteamérica antes de tomar un avión para cruzar el Pacífico y seguir por Oceanía, Asia, Europa y África. En síntesis, planea conocer los cinco continentes, hacer base en 50 países y recorrer 65.000 kilómetros en casi cuatro años.
Ávido de conocer nuevas caras y culturas, este joven agente de propaganda médica (aunque nunca ejerció) podría haber elegido la comodidad del avión o de los micros con servicio de cama. Pero sabe que no hubiera sido lo mismo: “La bici es el único medio que te permite sentir verdaderamente el camino.
Podés observar mejor el paisaje, sentir los aromas de cada lugar, conectar con la gente... Además, te ayuda a mejorar tu condición física y no contamina el medio ambiente”.
En los primeros seis meses, Federici acumuló anécdotas en serie.
Cuenta con simpleza y gracia que llegó a dormir dentro de un baño, en una iglesia, al costado de la ruta en el desierto de Atacama y en medio de la Cordillera de los Andes a 4.100 metros. “Generalmente duermo en mi carpa, pero en las grandes ciudades busco hostels baratos o uso las plataformas de couchsurfing o warmshowers, en los cuales uno puede encontrar personas que te hospedan gratis”, relata.
Nada es sencillo en tierras desconocidas. Ni siquiera la provisión de alimento: “Voy probando la comida típica de cada lugar, pero por cuestiones económicas también tengo mi cocina portátil. Lo peor que me pasó fue quedarme sin agua. No fue por mucho tiempo, pero desde ese día planifico la hoja de ruta con más atención”.
El tema dinero todavía no es un inconveniente, pero Franco ya pensó en un plan B en caso de vacas flacas: "Por el momento lo estoy costeando con ahorros y donaciones. Cuando necesite plata, voy a ofrecer algunas fotos hechas postal en las plazas. Por lo que hablé con otros viajeros, les ha ido muy bien así".
Más allá de algunos problemas en un talón y una descompostura en una aldea del Altiplano andino, el primer gran reto hasta ahora fue el cruce de la Cordillera. “Sin duda fue algo que me marcó, un recorrido muy difícil, pero la satisfacción de llegar a los 4.753 metros sobre el nivel del mar y ver el paso fronterizo Agua Negra es indescriptible”, rese- ña a pura emoción.
Quizás ahí comprobó que la cabeza a veces pedalea con más empuje que los cuádriceps: “Si bien es importante contar con una mínima condición física, no es algo indispensable. Hay momentos en que el cuerpo ya no responde, pero si la mente está fuerte uno termina llegando a destino”.
Como todo viajero, cuando tiene tiempo y conexión vuelca experiencias y fotos en un blog (www.porelmundoenbici.com).
Por ejemplo, allí cuenta los kilómetros recorridos (7.720), la cantidad de pinchaduras (11) y la temperatura máxima a la que ha circulado (38° camino a Ayacucho). Dice que es una forma de estar conectado con sus íntimos y con otros aventureros, aquellos que también inspiraron su guión.