La tradicional escena de los chicos, con pala y balde en mano, armando un castillo en el arenero de la plaza del barrio está por desaparecer para siempre. Aunque la mayoría de los históricos areneros de la Ciudad ya fueron removidos -los primeros se retiraron hace 15 años- tras varios reclamos ligados a la suciedad y a la inseguridad, el Gobierno porteño está avanzando con un plan para reemplazar los que aún quedan por espacios de juegos más seguros, que tienen pisos de goma o de caucho antigolpes.
En la Capital hay 418 patios de juegos en plazas y parques. Como parte del proyecto de recuperación y puesta en valor de estos sectores, el Ministerio de Espacio Público llevó adelante obras en alrededor de 500 hectáreas de predios públicos.
Además del recambio general de mobiliario y la inclusión de nuevas estructuras de juegos (más modernas, accesibles e integradoras y con distintos diseños, formas y colores), se colocaron baldosones de goma y de caucho antideslizantes, que no sólo brindan más protección y son más fáciles de lavar, sino que también permiten, por ejemplo, que un chico en silla de ruedas pueda transitar por allí sin dificultades.
“Los areneros son una mugre, me parece genial que los saquen. Es un peligro para los chicos y también un asco para cualquier adulto, porque en esos lugares uno encuentra desde caca de perro, bichos y colillas de cigarrillos hasta preservativos usados”, expresó Laura, vecina de Palermo.
Según un relevamiento de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, el principal enemigo de los areneros es el parásito Toxocara canis, que es liberado al ambiente a través del excremento de perros y gatos que pasean por los espacios verdes. Y a eso se le suman otros riesgos, ya que la arena suele esconder piedras y vidrios rotos, entre otros objetos dañinos.
Sin embargo, hay detractores de la medida. Julieta vive en Almagro y uno de los planes preferidos de su hija Uma (4) es ir a jugar a la Plaza Monseñor Miguel de Andrea, en avenida Córdoba y Tomás Manuel de Anchorena. “Me da mucha pena que vayan a sacar el arenero porque es lo que ella más disfruta y con los juegos no se engancha. Además me parecen muy artificiales. Si retiran el arenero se llevan la esencia de lo que es la plaza y te obligan a gastar plata en la calesita ($10) o en los atriles con cuadritos que instalan para que los chicos pinten ($20)”, se quejó.