Otra calle y otro cruce de vereda para toparme de nuevo con mi amigo, algo que hacíamos cuando íbamos a la secundaria y en el transcurso hasta el colegio ibas encontrándote con tus compas de curso. En este caso me tuvo que esperar porque Juan iba adelantado.
“Juan!!, amigo” y automáticamente frenó y se dio vuelta, “ahí estas querido” me dijo, y enderezó su cuerpo para que entendiera que me esperaba, cosas que hacemos los seres humanos para que el otro se dé cuenta que te espera, postura muy diferente a cuando esperas a alguien que no es bien recibido.
Le dije que tenía que agradecer a los numerosos lectores que siguen estos encuentros que tenemos con Juan, la mayoría casuales. Aprovechó el cruce y me dijo te cuento... y la historia tiene que ver con gran parte de la historia de Arroyito y con esas personas que a pesar de los diferentes roles sociales, son amigos.
“Fue quizás una mañana de este último verano, que, para no comenzar a dialogar con la soledad temprano, quedamos con Raúl Ferreyra juntarnos a desayunar a determinada hora en un bar de una esquina céntrica de la cuidad, algo que veníamos haciendo habitualmente casi todos los días. Como dice el dicho: somos pocos y nos conocemos mucho, por lo general solemos ser los mismos clientes”.
“Desde hace un tiempo, por experiencia o por gusto siempre cargo la mochila con la cámara fotográfica y hacia allá partí. Cuando llegué, fiel a su costumbre y amante de la puntualidad ya me esperaba Raúl, más algunos parroquianos que ya estaban y otros fueron llegando como Roma, Moreno, etc., hasta que llegó Coco Luque, todo un personaje de Arroyito. Estacionó su triciclo eléctrico, saludó y con bastante dificultad, por ser una persona grande, caminó hasta la mesa y pidió su desayuno. Hasta acá todo transcurría en forma normal y común a todos los días.
“Pero sin pensarlo él, quizás, saca de entre sus ropas un libro, que por su aspecto tenía pinta de mucho uso, por esas casualidades de la vida Raúl tenía en sus manos mi cámara fotográfica sin pensar que su disparo significaría la foto del día. Coco elegía con mucha dificultad una página en su viejo libro y le pidió a la joven muchacha, mesera de local, que le leyera la página elegida, y que casualmente habla de conceptos de la vida descripto por su eterno y tal vez, único patrón: Don Fulvio Salvador (creador de la empresa Arcor). Era un libro recopilado y escrito por el expresidente Don Fernando de la Rúa”.
“Le hablo a Raúl para que capte el instante de cómo se regocija el viejo cafetero, como le gusta que lo llamen, al volver escuchar lo escrito sobre su patrón y amigo. Por su aspecto ha leído ese libro hasta el cansancio, sabiendo de memoria cada párrafo. Puede que la fotografía de tan particular momento no sea la mejor pero seguro nos sirve a todos como ejemplo, donde una joven muchacha, dejando de lado su tarea, empatiza con el viejo parroquiano y le regala un instante de felicidad. Tan pequeño y valioso gesto hace que las simples cosas de la vida merezcan ser vividas. Después las fotos siguientes solo fueron un formalismo de despedida”.
Texto: Juan Osvaldo Avila / Fotografía: Raúl Ferreyra.