La inflación, la política, la chatura y la inseguridad. En resumen, eso es lo que hartó a Luz Hamparsonian (35), quien junto a su esposo Pablo (36) y su hijo Vito, se estableció en Valencia, en noviembre pasado.
“Un violento robo que sufrimos, en el que le gatillaron a mi marido, fue lo que nos terminó empujando a partir”, cuenta Luz. Ambos readaptaron sus profesiones - ella licenciada en relaciones públicas, él contador – para llevar a destino su proyecto Conexión Valencia, con el que realizan consultoría y asesoramiento a quienes quieran invertir en propiedades en esta ciudad española y alrededores.
“Empezamos desde cero con nuestro proyecto, sin tener idea de cómo resultaría y nos está yendo bien. Con una alegría y tranquilidad indescriptibles”, agrega la mujer.
Señala que la rápida adaptación se relaciona por lo “amigable” del lugar. “En estos pocos meses advertimos lo mal que vivíamos en la Argentina, aunque no quita que no hayamos atravesado por lo que se llama duelo migratorio... Hay que estar emocionalmente fuerte para emigrar, pero una vez que pasás el primer tramo, sentís un reempoderamiento increíble”, comenta. La familia pudo comprar un departamento de tres ambientes con lo adquirido tras la venta de su casa.
Luz asegura que en Argentina tenían un buen pasar y tenían “mucho que perder”. Al respecto, asegura: “No vinimos a ‘probar suerte’, ¡no!, nosotros vinimos a rehacer nuestra vida, a desarrollarnos y a proyectar un futuro aquí en Valencia, algo imposible en mi país. Hoy tenemos la tranquilidad interior de haber tomado la decisión correcta”.
La licenciada recuerda su vida en Ituzaingó y asegura que “era una locura, era como vivir en una fortaleza”. “Ya no dábamos más”, agrega. Ilustra, asimismo, que en Valencia pudieron deshacerse de los miedos y de la desconfianza, asumiendo una completa libertad. “La vida es hoy, la vida se nos va, nosotros también tenemos derecho a vivirla, no a esconderla”, finalizó.
Un abogado en Milán
Javier Blasiotto es un abogado chaqueño que se fue a Milán por trabajo. “Extraño la gente, las calles, las voces... ese olorcito tan nuestro, aunque el país esté hecho mierda. Se hace muy difícil poder salir adelante ante tanta incertidumbre, por eso creo que haber venido aquí a buscar otras oportunidades fue una buena decisión, aunque haya sido muy pensada y meditada, nada sencilla. En la elección a veces hay que sacrificar piezas”, explica.
Javier cuenta que le faltan algunos años por quedarse en Italia, y de hecho, de a poco empieza a asumir que “no regresará”. “¿Por qué nos va como nos va en Argentina? ¿Por qué pasan las décadas y tenemos siempre los mismos problemas pero agravados? Mirá que Italia no es mucho más, pero tenés una visión del futuro un poco más previsible”, analiza.
El abogado se instaló en octubre de 2020 y está pronto a comprarse un auto. “Y si la cosa va con viento a favor, en 2022 tendré mi casa con un crédito a 30 años y una tasa fija muy baja que consigo sin grandes sacrificios y sin tener un gran sueldo. Ahí está la gran diferencia con Argentina, donde todo es un suplicio... Te prometen en campaña una cosa y termina siendo una trampa”, subraya.
Blasiotto sigue de cerca lo que ocurre en el país y señala que desde allí “se ve una Argentina intubada, en terapia intensiva, sin rumbo, a contramarcha de cómo está yendo el mundo”.
Tiempo de proyectar
El 16 de marzo hizo un año que la licenciada en hotelería Mariana Merhe (35) vive con su marido Jorge Cabrera (36) en Miami. Se establecieron en Brickell, haciendo realidad un sueño que tenían, pero que aceleraron “por la situación insostenible de la que es rehén la Argentina”, remarca.
“Estamos empezando a cosechar lo que venimos trabajando hace un año, pero confieso que no fueron buenos los primeros meses, porque al cambio de país y de mentalidad, se sumó la pandemia, que nos complicó el tema laboral”, sostiene Merhe, quien en Argentina vivía en Haedo. Agrega que sabían que le iba a costar al principio, y que hoy están “fuertes, sólidos y contentos por la decisión tomada”.
“Temíamos no adaptarnos, extrañar demasiado, no encajar en la cultura yankee, pero lo logramos porque fue más fuerte sentir que no sólo no teníamos futuro para proyectar, sino que el futuro estaba amenazado por la creciente inseguridad, uno de los principales motivos por el que decidimos dejar la Argentina. Me deslomé estudiando y laburando, pero sabía que alquilaría de por vida. Aquí ya compramos un auto a los pocos meses y sacaremos un crédito para nuestro hogar sin problemas”, detalla.
En su nuevo hogar, según subrayan, sienten la satisfacción de “poder mirar adelante”. “Mi marido y yo estamos trabajando mucho, él en la industria automotriz, que se reactivó bastante rápido después de la pandemia y yo en el rubro hotelero, que avanza más lentamente ya que estamos muy abocados a cumplir con los protocolos para cuidar a los huéspedes. Este presente nos da mucha libertad e independencia económica para poder proyectar”.
En cuanto a cómo ven a nuestro país en comparación con la realidad que armaron, dice: “Vemos una Argentina extraviada y siempre con la pandemia como excusa. Aquí te cuidan, pero no te lavan la cabeza con el ‘quedate en casa’. Se hace muy difícil ver que no hay voluntad de cambio en la mentalidad de nuestros dirigentes, algo que ves con otros ojos, y más claramente, cuando estás en el extranjero”.