La reglamentación del Impuesto a las Ganancias para la renta financiera es una herramienta de carácter necesario para la configuración de la seguridad jurídica y para la conformación del nuestro sistema tributario.
Sin embargo, se enmarca en una reforma tributaria que terminó sobrevaluada en su título, pues no se trata de una verdadera reforma, sino de una sumatoria de parches que ya nada tienen que ver con la realidad actual.
En términos económicos, los contribuyentes van a tener que aplicar con la interpretación que se publicó ayer la ley que estuvo vigente todo el 2018, una verdadera locura y atentado contra la seguridad jurídica.
En casi un año transcurrido, las falencias de la ley N° 27.430 se ven exacerbadas por la realidad económica y la crisis que lleva a que los contribuyentes estén pasando un mal momento.
No existe ley sin reglamentación y mucho menos en materia tributaria, y menos que menos en el Impuesto a las Ganancias, donde se interpretan gran parte de conceptos únicos y exclusivos del Derecho tributario, la demora en publicación fue un atentado que puso en jaque toda la estructura y la previsibilidad que el contribuyente necesita para tener un mínimo de certeza.
Por ello, la reforma tributaria que este sábado cumplirá su primer año de vida es una ley que nació muerta, ya anacrónica y poco oportuna.