Ariel Staltari, el brazo armado del Gallo

El actor interpreta a Loquillo, uno de los laderos del Chelo (Luis Brandoni) en Un gallo para Esculapio". 

Ariel Staltari, el brazo armado del Gallo
Un gallo para Esculapio

Dario Doallo
ddoallo@larazon.com.ar

"La metodología era siempre la misma. A Bruno (Stagnaro) le bajaba la inspiración de alguna situación, yo me hacía cargo y tocaba mis contactos hasta que aparecía alguien, lo íbamos a ver y de ahí salían tres o cuatro contactos más. Ahí recolectábamos la información para comenzar a escribir".

Así de simple, con su estilo, explica Ariel Staltari su labor como el encargado de abrir los caminos para sumergirse en los poco accesibles mundos de la riña de gallos y de las bandas de piratas del asfalto, ejes claves en "Un gallo para Esculapio", la ficción que marcó el regreso de Stagnaro (director de "Pizza, birra y faso" y "Okupas") y que desde su estreno no para de recibir elogios.

“Yo no le doy mucha bola a las redes sociales, pero estos días es una locura.

Llegan miles de mensajes con muy buena onda. Es hermoso lo que está pasando", cuenta Staltari, que a su faceta actoral, encarnando a una de las mano derechas de Chelo (Luis Brandoni), ahora le sumó su labor como coguionista.

“Este fenómeno lo estoy viviendo como actor pero más que nada como coautor. Que Bruno me haya dado la oportunidad de estar a su lado es un sueño porque es un tipo que admiro y respeto mucho. Y ver cristalizado el proyecto y con tantas buenas críticas la verdad que es como un sueño cumplido”, cuenta Ariel, que además colaboró para que Stagnaro tomara la decisión de volver a dirigir. “Un día le dije: ‘Bruno, tenés que volver, boludo. La industria te necesita, porque vos sos groso y no puede ser que no cuentes ninguna historia’. Como que esas palabras le fueron haciendo huella.

También empecé a mover algunos proyectos que él tenía escritos y hablé con su representante. Ahí vino la reunión con Underground (la productora de Sebastián Ortega) y ahí arrancó todo. Después de esa reunión me propuso escribir juntos”.

¿Es tu debut como guionista?

Sí, es la primera vez. Escribí algunas cosas para mí pero nada profesional.

Se dio de manera natural, como todo lo que me pasó en la vida. Yo terminé convirtiendo el sueño del pibe en realidad sin siquiera buscarlo.

Con la actuación quedé en el casting de “Okupas” y recién hace meses que estudiaba actuación. Y para escribir me pasó lo mismo. Yo no tengo formación académica, pero sí lo tengo en mi ADN, soy un pibe que tiene mucha atmósfera y puedo trasladarlo a un guión. Eso fue lo interesante que vio Bruno en mí y por eso me puso a escribir con él.

“Ariel rápidamente se conecta con la gente, tiene una gran capacidad”, dijo Stagnaro sobre vos, y que eso resultó clave para entrar en estos mundos.

¿Sentís que tenés esa cualidad?

Sí, eso es verdad. Tengo como un carisma o ángel natural. Me da pudor decirlo, pero la verdad es ésa. Tengo la suerte que la gente me toma cariño, aprecio o le inspiro confianza.

También he hecho personajes queribles en la tele y eso ayuda a ganarme un terreno con la gente. Eso sumado a mi experiencia en la calle, a que soy un pibe de barrio... Todo eso generó que nos podamos meter en lugares inhóspitos o conocer gente que por ahí en otros casos no hablarían.

Ese fue mi gran fuerte y generó que el carro empezara a funcionar mucho antes que aparecieran las estructuras monstruosas como Cablevisión, Underground, Turner, Telefé... esto era cuando nosotros estábamos peleando la batalla con un escarbadientes. Armamos una gran dupla con Bruno.

¿Cómo fue entrar en el mundo de las peleas de gallo?

Difícil, costó un montón. De hecho Bruno a esta historia de gallos la viene masticando hace años y nunca pudo meterse en el corazón de este ámbito. Él quería conocer a un gallero.

Cuando me metí en el proyecto, me moví y terminé dando con un amigo que nos llevó a ciegas a un punto en Rafael Castillo, y de ahí nos dejamos guiar a un lugar un poco más turbio hasta que llegamos a la casa de un tipo que era un gallero.

Por suerte se empezó a abrir y contó pormenores. Después seguimos en contacto y en un momento se ofreció a llevarnos a una riña. Y un domingo bien temprano, también con bastante incertidumbre, nos encontramos en un punto y lo seguimos hasta terminar en una casa similar a la que apareció en el primer capítulo de “Un gallo...”. Todos se conocían y nuestros rostros saltaban a la legua que no tenían nada que ver. Ahí fue cuando a Bruno le tildaron de policía. Por suerte eso pasó cuando ya nos estábamos yendo.

¿Después de este debut, tenés nuevos proyectos como guionista?

Tengo ganas de contar cuando me secuestraron. Fue un episodio bastante violento y loco porque en el 1999 me estaba muriendo de leucemia, internado en el Hospital Posadas, al lado de la villa Carlos Gardel, y en el 2001 estuve ahí secuestrado.

Lo loco era que desde el hospital lo único que veía era la villa y después desde la villa lo único que veía era el hospital. Las dos situaciones con la muerte como testigo. Me parece una historia linda para contar. Lo había hablado pero estuvimos con tanto vértigo con “Un gallo...” que no tuve tiempo. Igual me encantaría quedarme al lado de Bruno escribiendo.

Ni hablar si sale la oportunidad de hacer una segunda temporada, porque hay muchas ganas y nos quedamos con historias para contar.