Si todavía quedaba alguien que pensaba que al gobierno de Mauricio Macri le sobra marketing pero le falta hacer política, la semana que pasó se encargó de demostrar su ingenuidad. Desde el aprovechamiento de los resultados de las Paso, hasta la operación que terminó con la suspensión del camarista Eduardo Freiler por parte del Consejo de la Magistratura, las acciones del oficialismo fueron planificadas y ejecutadas con un notable nivel de estrategia política.
Pero comencemos por el principio. Con el escrutinio del domingo pasado no sucedió nada que antes no haya sucedido, como suspender el recuento provisorio de votos a las 4 de la madrugada, o celebrar un triunfo parcial con una tendencia favorable. Es curioso, pero con todos los votos ya emitidos y dentro de las urnas, no debería hablarse de triunfos o derrotas parciales. Después de las 18, cuando cierran las escuelas, alguien ya ganó y otros perdieron.
Mientras la oposición y en especial el kirchnerismo despotrica por las “maniobras irregulares y fraudulentas” de Cambiemos para violentar las instituciones y crear una realidad que no existe, en la Casa Rosada reconocen que, comparados con los graves procedimientos que utilizó durante 12 años el anterior gobierno, éstas fueron sólo “picardías políticas”. Con una sonrisa canchera, un funcionario de la Jefatura de Gabinete sostiene que “no siempre se nos tiene que escapar la tortuga. Esta vez la agarramos”.
Este razonamiento lógico invalida el escrutinio provisorio y el morbo de los medios audiovisuales que sostienen sus despliegues informativos diciendo que va ganando tal y va perdiendo cual. En realidad cuando hay paridad de fuerzas, como se sabía de antemano el domingo, lo que importa es el recuento definitivo, que ahora está haciendo la Justicia Electoral. Todo lo demás, como las encuestas a boca de urnas y los análisis parciales que pueden cambiar radicalmente en cinco minutos, sólo sirven al montaje del espectáculo político.
Los números
Aunque provisorios, la suma de los resultados de todo el país tuvo un innegable valor político como el de demostrar un notable crecimiento del frente Cambiemos. Obtuvo 8,4 millones de votos, lo que significa un 27,3 por ciento más que en las Paso de 2015. Solamente eso ya era un gran motivo de festejo para el oficialismo, responsable de 20 meses de gobierno en los que la economía no terminó de arrancar, el consumo se mantiene bajo, las tarifas se van actualizando y los precios no están definitivamente aquietados.
El otro dato político es la situación en que quedó el kirchnerismo encarnado en la figura de Cristina Fernández. Se esperaba que ella arrasara en la provincia de Buenos Aires o ganara por al menos 5 puntos, y eso no ocurrió. En el Gobierno sostienen que en el recuento definitivo va a estar arriba, pero por no más de 2 puntos.
Si eso termina siendo así, la elección definitoria del 22 de octubre sería una gran oportunidad para que Cambiemos la derrote y hasta con sectores que han estado alineados hasta hace poco con la ex presidenta. Basta observar en ese distrito la diferencia de votos a favor de la lista de Diputados que encabezó Graciela Ocaña en relación a la de Unidad Ciudadana. ¿Quiénes cortaron boleta para que eso sucediera? ¿Una jugada de algunos intendentes que habían prometido lealtad al kirchnerismo pero prefieren imponer sus concejales y seguir manteniendo buena relación con la gobernadora María Eugenia Vidal?
Como se sabe, la traición en ciertos sectores políticos es cosa de todos los días. A eso hay que agregarle que de aquí a octubre el gobierno bonaerense podrá en la calle hasta lo que no tiene para ganar lo que denominan “la gran batalla”. Y que Cristina está siendo cuestionada por cada día más sectores del peronismo tradicional.
La depuración
Las “picardías” del oficialismo llegaron a su máxima expresión con la votación en el Consejo de la Magistratura que habilitó la suspensión y el inicio del juicio político a Eduardo Freiler, el camarista que viene ayudando al kirchnerismo en causas clave de corrupción. Los oficialistas aprovecharon un momento en que durante el plenario faltaba un consejero representante del peronismo y ganaron la votación.
Los kirchneristas calificaron el hecho de atropello y cuentan que Cristina –que ya venía molesta por los resultados de las Paso- explotó de furia y volvió a los modales anteriores con gritos e insultos para aquellos de su tropa que cometieron errores. Un clásico: siempre la culpa es de los otros.
Nadie va a conseguir una evidencia concreta para probarlo, pero hay motivos para sospechar que a esa operación de la Magistratura también hizo su contribución el presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti. Por lo pronto, en varias oportunidades había trascendido que algunos integrantes de la Corte descalificaban a Freiler por considerarlo un corrupto que afectaba la imagen de la Justicia.
El propio juez ahora suspendido dice que lo atacan por sus ideas, pero en realidad su expediente se basa en un escandaloso enriquecimiento ilícito. Envalentonado, Macri aspira ahora a que suceda lo mismo con la Procuradora Alejandra Gils Carbó.
En el Gobierno hay clima triunfalista, Cristina está enojada pero decidida a dar batalla, y el cuadro se completa con una CGT que tras las elecciones dispuso una movilización a Plaza de Mayo para el martes próximo. Desde Cambiemos califican esa medida como una parte más de la campaña de la oposición para los decisivos comicios de octubre. Todo llega, pero las certezas saldrán de las urnas.