Se podría estar hablando horas con Inés Estévez, no sólo una artista de múltiples capas, sino también una mujer llena de intereses, arriesgada, dispuesta a apostar por lo que desea y que dice las cosas que piensa sin dobleces. Cuenta que a los 52 años está atravesando una etapa increíble, enamorada de la música, ésa que le fue inculcando el jazzero Javier Malosetti, con quien vivió un fogoso romance de dos años inolvidables.
Cuando parecía que el final del vínculo coincidiría con el de su etapa de cantante, Malosetti le insistió a Inés para que no abandonara esta flamante faceta musical.
Reflexiona Estévez, piensa lo que dice de su ex pareja y carbura: "Yo siento que él se la jugó por mi autenticidad, mi costado genuino. Y como yo disfruto el canto, y lo siento en las venas, se genera que el otro goce y sienta. Es lo mismo que pasa con el sexo", compara enigmática.
-¿Con el sexo? ¿Por qué?
-Una vez una terapeuta me dijo que el mejor sexo es el egoísta, en un sentido figurado: aquella situación en la que uno está consciente del otro y de lo que puede necesitar o gustarle, pero partiendo de la base de lo que uno disfruta... Porque si uno no disfruta, no puede hacer disfrutar al otro. Si yo no soy feliz, no puedo hacer que mis hijas sean felices. Y en el escenario sucede algo similar.
-¿Estás sorprendida de vos por esta repentina fascinación?
-Mirá, yo en la vida aposté por lo artístico, por el contenido y la sustancia más que por efectismo. Y hoy lo mantengo, tengo un sentido estratégico en torno a mi carrera, más allá de que me considere una intuitiva y autodidacta. Pero lo que me sucede con la música me supera... Nunca pensé que a esta altura de la vida, a los 52 años, cuando el común de la gente suele colgar los guantes, yo esté empezando con el ímpetu de una criatura. ¿Entendés?
Habla de "incertidumbre", de "salto al vacío" y de desconocer el rumbo de su novel trayectoria musical. "Me gusta dejarme llevar, que el destino sea quien tenga la última palabra. Soy una explosión creativa caminando", define Inés, que este sábado se presentará en Bebop, con su Estévez & Magic 3 y relojea con incredulidad a su primer ND/Ateneo a mediados de noviembre.
-En este panorama musical incierto, ¿qué te imaginás?
-La música es un mundo que permite expandirte. Me gustaría cantar temas en castellano, algún folclore, que me encanta, por qué no algún tango. Pero no quiero salirme del sonido, ya le buscaremos la vuelta.
Igual siento que soy una cantante apta para todo público, con música recontra escuchable.
-¿Cómo es la Inés Estévez sin el respaldo autorizado de Malosetti?
-Ahora sos la que decide... Suena medio raro decir eso, pero bueno, ahora tengo más libertad, eso es cierto. Y la banda ahora está más arriba, más punch... Salimos del estilo romántico y estandarizado del clásico de jazz que hace Javier, y que convoca a un público de gente grande, por otros temas con más swing que incluyen un público más joven.
-¿Sabe Malosetti de esta nueva "identidad" que tiene tu música?
-Supongo que no... Decidimos tomar distancia en todo aspecto. Aunque
no descarto que ese disco que empezamos a hacer juntos salga el día de mañana. Pero en este momento me parece sano descubrirme sola. Todo lo que pudo darmeJavier ya me lo dio y lo hizo de golpe. Debo reconocer que fue la relación en la que más amé y fui amada. Fue un vínculo profundo e intenso, de un amor mutuo y parejo.
Mejor no preguntar más de la cuenta. Para qué. El "pack" Malosetti le trajo a Inés pasión, enamoramiento, descubrimiento, música de a dos, crisis, ruptura y un insospechado relanzamiento. "Yo capitalizo todo. Lo bueno y lo malo. El enamoramiento y la crisis. Pero no es algo que me proponga, sino que me brota naturalmente. Yo definiría este momento como de una gran apertura y enriquecimiento, donde ingresó el amor y la música. No pienso en egresos, en partidas… sólo en sumar elementos.
-¿Te resulta placentero vivir los cincuenta como los estás recorriendo?
-No sabés cómo. Es que a los cincuenta no esperás vivir situaciones de gran intensidad. Es la verdad. Hay un lineamiento sociocultural que hace que a los 23 te recibas, a los 24 te cases, a los 25 tengas un hijo, a los cuarenta y pico los chicos se van, a los cincuenta la pareja se separa o pende de un hilo y a los sesenta llega la jubilación. Bueno, mi vida es muy atípica, no tiene nada que ver con esa estructura. Yo recién supe que podía ser madre, que podía hacerme cargo de la vida de otra persona pasando los cuarenta.
-¿Eso es producto de la sociedad en la que vivimos?
-Claro, tener hijos termina siendo una imposición más que una decisión en conjunto.
-¿Querés tener hijos, o querés ser padre?
Nosotros queríamos ser padres y adoptamos. Cuando hablás de maternidad hay en tus palabras una franqueza que no muchas mujeres están dispuestas a escuchar... Soy una mujer que dice las cosas por su nombre. No me importa, hay mucho caretaje, yo soy auténtica con lo que me pasa a mí. Y no tengo inconvenientes en decir que, en primera instancia, es un ejercicio sumamente agotador. Lo que más me costó aprender hasta aquí es separar lo relevante de lo intrascendente. Esa es la lección que me han dado mis hijas Cielo y Vida, y no es poca cosa.
-¿Te redescubriste como mujer?
-Mis hijas son la prioridad pero yo también lo soy. Necesito estar descansada y feliz para brindarles lo mejor a ellas. Ya no me postergo más.No quiero volver a ser ese soldado afgano que fui al comienzo, allá por 2012 o 2013. Veo fotos y no me reconozco, no quiero hacerlo. Hay un cambio notorio de imagen... Me siento pletórica en mi aspecto femenino, como nunca antes. Y creo que tiene que ver con la madurez.
Todavía tengo una edad en la que me siento que estoy un poco buena. Yo no creo en el mito de la madre y la mujer sexual, separadas.
-¿No gusta ese tipo de madres?
-Se las condena. No se pueden asociar la sexualidad con la maternidad. Por suerte logré unificar estos dos aspectos y es lo que me hace plena. Debe ser difícil... Hay que atreverse al cambio, hay que jugársela, hay que escuchar el despertador de la vida.