La expresidenta Cristina Kirchner partió esta mañana hacia los tribunales federales de Comodoro Py, donde comenzó el primer juicio oral en su contra por presuntas maniobras de corrupción durante sus años al frente del gobierno nacional.
Pasadas las 11:15, la senadora nacional salió del edificio donde posee su departamento, en la intersección de Juncal y Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta.
Antes, fueron trasladados desde sus lugares de detención los cuatro procesados detenidos: el exministro de Planificación, Julio De Vido; el exsecretario de Obra Pública José López; el primo del fallecido expresidente Néstor Kirchner, Carlos Kirchner, y el empresario Lázaro Báez.
Los detenidos fueron ingresados directamente a la Alcaldía, en medio de un fuerte operativo de seguridad con chaleco antibalas y casco, protegidos por efectivos con escudos del Servicio Penitenciario Federal.
López fue trasladado luego de intentar sin éxito que el Tribunal Oral Federal 2 lo autorizase a seguir el inicio del juicio por videoconferencia desde la cárcel.
Desde temprano, se concentraron en el hall central del edificio referentes políticos kirchneristas que buscan ingresar a la sala de audiencias para presenciar el debate, entre ellos, Oscar Parrilli, Carlos Tomada, Diana Conti, Rodolfo Tailhade y Martín Sabbatella, entre otros.
También arribó el ex secretario de Seguridad del kirchnerismo Sergio Berni.
Parrilli comenzó a coordinar el operativo para acreditar a quienes buscan seguir la primera jornada del juicio oral, para lo cual el Tribunal Oral Federal 2 asignó 60 lugares que se deberán ir rotando si la cantidad de asistentes es mayor.
La expresidenta se mostró distraída durante los ocho minutos que duró la acusación fiscal en su contra como presunta jefa de una asociación ilícita para el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz y el lavado de dinero.
La senadora nacional, sentada en la tercera fila de los atriles de acusados y atrás de De Vido y Báez, revisó el celular de forma permanente, casi sin que pasen minutos con la vista en alto.
Cristina giraba a la izquierda para hablar con el jefe de su equipo de abogados, Carlos Beraldi, y cada tanto también a la derecha, para intercambiar opiniones con Ary Llernovoy, otro integrante de su defensa.
Sólo se puso sería en un momento clave: cuando fueron mencionados sus hijos, el diputado Máximo Kirchner y su hermana Florencia, como presuntos benefactores de las maniobras por las que se imputa a su madre y a su ya fallecido padre, Néstor Kirchner.
La secretaria del juzgado comenzó la lectura de la imputación pasadas las 13:10: Punto 4 – B - 1 "Se le imputa a Cristina Elisabet Fernández el haber tomado parte de una asociación ilícita en calidad de jefe junto con otros funcionarios de distintas reparticiones del Estado, entre los que se encuentran Néstor Carlos Kirchner, Julio De Vido, José López, Carlos Santiago Kirchner y Nelson Peiortti y el empresario Lázaro Báez".
Esa asociación ilícita –dice la acusación fiscal- habría funcionado entre el 8 de mayo de 2003 y el 9 de diciembre de 2015 con el objeto de cometer delitos indeterminados para sustraer y apoderarse ilegítimamente de fondos públicos asignados en principio a obras viales en la provincia de Santa Cruz en perjuicio del Estado.
Mientras tanto, se observaba que Cristina –vestida con una camisa blanca y un saco negro- recibía y contestaba mensajes de texto a través de Whatsapp e intercambiaba comentarios con Beraldi.
“Se montó una matriz general de actuación por la que funcionarios de Vialidad y del ministerio de Planificación, que permitieron por acción u omisión que se cometieran distintas irregularidades en las tres etapas de las obras, licitación, adjudicación y pagos”, leyó la secretaria del juzgado. Cristina no despegó sus ojos del celular.
Una vez finalizada la primera audiencia, el juicio oral y público a la expresidenta pasó a cuarto intermedio hasta el próximo lunes, de acuerdo a lo dispuesto por los jueces del tribunal oral federal 2.
Con la colaboración de Horacio Serafini, desde la Sala AMIA de Comodoro Py.