W. Vergara: Quiero proyectarme hasta que el cuerpo me diga basta

Walter Vergara habla del tango y de la danza como profesión, y opina sobre prejuicios y Bailando por un sueño.

W. Vergara: Quiero proyectarme hasta que el cuerpo me diga basta
Walter Vergara

Con casi 41 años, Walter Vergara es uno de los más destacados bailarines de Alta Gracia. Con su espectáculo "Pasión, Amor y Tango", viene recorriendo el mundo junto a su compañera de baile Silvia Álvarez.

Entrevistado por Vía Alta Gracia, repasa su iniciación tardía en la danza y la conexión que lo une al tango desde chico. También habla de prejuicios y expone su mirada dual sobre el programa televisivo "Bailando por un sueño".

Un camino intenso

"Arranqué grande en la danza, acompañando a una amiga a los 15", comienza. Hacía patinaje artístico desde niño y fue precisamente para fortalecer una performance de patín, que toma unas clases de tango con su amiga.

"Ahí me empezó a interesar, después tomé clases de folklore y vi en la tele que un grupo cordobés llamado 'Sangre Latina', formado en 1996, convocaba a una audición. Me presenté y quedé porque según el director, que fue mi formador durante 20 años, vio en mí habilidades en bruto que había que pulir", apunta, como reviviendo la sorpresa del momento.

A partir de allí comenzó un camino intenso "para recuperar el tiempo perdido", ya que la iniciación a la danza suele darse desde niño pequeño. Cuenta que llegaba a bailar diez u once horas por día todas las técnicas y ritmos "porque tenía que formar el cuerpo".

Aún indeciso respecto de si la danza ocuparía un lugar central en su vida o si sería apenas un hobbie, al terminar el secundario empezó a estudiar en el Profesorado de Educación Física. El punto de quiebre llegó meses antes de recibirse, con un llamado telefónico: le ofrecían aprenderse en una semana doce cuadros para un espectáculo que lo llevaría 90 días por Francia.

"Fue duro abandonar cuatro años de estudios y que mis viejos aceptaran la decisión. Hablé con el director del Profesorado, que me dijo que el tren pasa sólo una vez", recuerda y concluye con seguridad: "No me arrepiento de nada".

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Walter Vergara
Walter Vergara

Walter Vergara lleva más de dos décadas bailando activamente, sabe que la "vida útil" de un bailarín tiene un límite físico si se la mide profesionalmente y que ronda los 45 años. Empero, en la disciplina que más se mueve, que es el tango, afirma que se puede seguir algunos años más.

"El tango es rentable, como no lo son otras disciplinas", dice y recurre a un costado al que vuelve permanentemente, que es el de la consideración de la danza como una profesión. Imagina que los tangos que un abuelo ponía para que escuchara y bailara con su abuela en su infancia, de alguna manera marcaron su devenir.

Tras 20 años en Sangre Latina, junto a su compañera de baile Silvia Álvarez lanzaron un espectáculo propio que hace un par de años vienen mostrando en el exterior del país. Se llama 'Pasión, Amor y Tango', es tradicional y cuenta la historia de esta danza, desde sus inicios y hasta la actualidad.

El futuro del tango

Walter Vergara y Silvia Álvarez
Walter Vergara y Silvia Álvarez

Walter Vergara destina su tiempo también a la formación de jóvenes, otro de sus desvelos. "En Córdoba somos cinco o seis parejas nomás que bailamos tango profesionalmente; hay un bache que está quedando, a la generación de nuevos valores no la estoy viendo", lamenta.

"Siempre les digo a los chicos que me siguen, los más jóvenes, que el tango te despega. Es la danza en pareja más difícil que yo he visto y estudiado en el mundo. Tiene un abrazo, una intención, el varón tiene que conducir, la mujer tiene que recibir; hay una música, un sentimiento, improvisación", lanza con la voz apasionada: "En el exterior, Argentina es Maradona y tango".

Vergara recuerda que haber entrado por concurso como pareja de tango de la orquesta del Teatro del Libertador de Córdoba, le permitió tener un ingreso fijo mensual que le brindó la tranquilidad económica como para dedicarse enteramente a la danza, algo todavía muy difícil de alcanzar.

- ¿Qué aspiraciones tenés para el futuro?

- Quiero seguir creando para mí coreografías que me planteen nuevos desafíos. Pertenecer a elencos desde un lugar más maduro, con menos adrenalina que a los 20. Elegir qué es lo que quiero hacer y meterle muchas ganas al espectáculo que hemos desarrollado porque quiero que crezca y continúe. Quiero proyectarme hasta que el cuerpo me diga basta.

Reconoce como referentes de su quehacer a Miguel Ángel Zotto, Adrián Aragón, Diego Escobar, Iván Álvarez, bailarines que lo han marcado y cuyo ascenso profesional le dieron "la proyección para avanzar".

Junto a otros bailarines de la provincia y el país, se siente un poco precursor de la idea de "que la danza es una profesión y que tiene que ser remunerada" ya que, recuerda "veinticinco años atrás, era todo caridad".

Walter Vergara y Silvia Álvarez
Walter Vergara y Silvia Álvarez

Quebrar los prejuicios

- ¿Cómo ves el fenómeno del 'Bailando por un Sueño'?

- Tengo una opinión personal contradictoria. En positivo, es un programa consumido por miles de argentinos y muestra cantidad de danzas que la gente no tiene acceso comúnmente: bachata, merengue, pop, jazz. Muestra al común de la gente un abanico para entender de qué se trata la danza. Sirve también para que se vea que la danza no sólo es de mujeres, permitiendo a muchos hombres darse la oportunidad de aprender sin el prejuicio del qué dirán. Te apuesto que hoy en un estudio de danza tenés un cúmulo de varones que hace veinte años no tenías. También gente adulta que de jóvenes no pudieron ir a danzas. El prejuicio era que las mujeres que bailaban eran prostitutas y los hombres, homosexuales. Siempre asociado a la vagancia, la drogadicción y el SIDA. Lo negativo del Bailando es que de todo el desarrollo del programa, de danza son sólo quince minutos. No es un programa de danzas, sino de chimentos y peleas. Muchos bailarines no tienen protagonismo. No se valoriza la danza en sí, sino cómo baila un famoso. Y es tanto que lo disfrazan, que tiene que tener show, trucos, vestuarios y se pierde un poco la danza. Pero ha ayudado para ver la elección artística como modo de vida.

Profundizando en la cuestión de los prejuicios, Vergara concluye con dos anécdotas ilustrativas. En primer término, cuenta que en el Teatro del Libertador ingresan muy pocos niños varones y que el caudal de adultos varones es tres veces mayor.

Explica que esto se debe a que de niños no se los estimula para iniciarse en la danza y que recién cuando se emancipan, se vuelcan hacia su vocación. "Los padres, ante la necesidad de que un hijo haga una actividad, lo van a llevar a un deporte y si es en la danza, rubros en los que no se les asocie a la homosexualidad y que ocupen roles varoniles, como en el folklore", aporta.

Y finalmente recuerda que al momento de nacer su hija, al llegarse por el Registro Civil para anotarla, le preguntaron cuál era su profesión y que al responder bailarín, no la encontraban en el sistema y le ofrecieron anotarle como estudiante o en la categoría de "otros".

"Ni el bailarín ni el pintor ni el cantante están asociados a una profesión", analiza y exhorta: "Hay que pelear para que sea igual visto un médico que un bailarín, ya que ambos requieren preparación, formación, sacrificio, dedicación. La gente tiene que apoyar a sus hijos en lo que quieran hacer, es en lo que van a errar".