Pinceladas Literarias en Vía Tres Arroyos: “El árbol de los deseos” de Adolfo Gasca Pascual

Una selección de Valentina Pereyra.

Pinceladas Literarias en Vía Tres Arroyos: “El árbol de los deseos” de Adolfo Gasca Pascual
Pinceladas Literarias en Vía Tres Arroyos: “El árbol de los deseos” de Adolfo Gasca Pascual

Para esta nueva entrega de Pinceladas Literarias en Vía Tres Arroyos, Valentina Pereyra ha seleccionado el cuento “El árbol de los deseos” de Adolfo Gasca Pascual.

El autor seleccionado expresa que: “me gusta decir que escribo desde que NO tengo uso de razón”

Adolfo Gasca Pascual ha publicado un relato, Confinados, con la Editorial Revelación y fue finalista en la VIII Premios UMASAM de la Federación Salud Mental Madrid en la categoría de relato breve en 2023.

El árbol de los deseos

1

Miro Google Maps, estoy lejos aún, aunque en el mapa no lo parezca, la escala de estos planos parece estar pensada para desplazarse en coche. La cantimplora hace ya tiempo que está seca, creo que me he ido demasiado lejos esta vez, a veces me pasa, no mido bien. Con el entusiasmo y las piernas frescas no calculo que hay que volver y a veces se me hace duro, pero de piernas no voy mal, así que unos pocos kilómetros de más no me van a asustar. En cuanto al tema de la sed, decido pasar por Torremocha, solo sería un pequeño desvío.

Salgo de los chinos con la botella de agua ya casi vacía y en la plaza me encuentro una extraña figura triangular muy iluminada, es una especie de árbol de Navidad de estos modernos que ponen ahora, no me extraña demasiado encontrarle ya a mediados de enero, en este pueblo las cosas van a otro ritmo. A los pies del árbol hay un escueto cartel ya bastante deteriorado, la tinta negra, con la lluvia, se ha emborronado, pero aún se puede leer, no sin cierta dificultad: Cuelga tu deseo y te será concedido.

2

—Tomás está muy bien, lleva estable más de cinco semanas —se detiene unos instantes, como sorprendida de sus propias palabras —Lo más extraño es que aún no le hemos hecho el cambio de medicación.

—¿Algo ha tenido que cambiar? —se pregunta el jefe de unidad mientras se lleva la mano izquierda a la frente. —¿Quizás su actitud ante la enfermedad o sus hábitos?

—Entiendo que es un cambio muy radical, no nos lo podemos tomar a la ligera. Él me dice que lo único que ha cambiado es que ahora hace un poco de ejercicio, que sale a caminar, pero eso no puede ser todo, se trata de depresiones resistentes. Fíjate que ya había firmado el consentimiento para el tratamiento con Spravato, está claro que es una buena noticia, pero creo que se nos está escapando algo…

—Claro, por eso estamos observándolo, Tomás es un paciente poco común, ya sabes. Seguiremos observándole y mientras vaya la cosa bien, mejor no tocar nada, ¿no? ¿Y tú?, ¿qué?, ¿estás de guardia?, te noto muy cansada, ¿Cuándo te coges las vacaciones?

3

Me despierto antes de que suene el despertador, me lavo la cara y recaliento una taza de café con leche. Me siento muy despierto, activo y motivado. Me tomo el café, me visto, me miro al espejo y sonrío. Me pongo las botas y salgo, doblo la esquina y cojo el sendero que sube al cerro.

Hace una mañana soleada estupenda, pongo el móvil en modo avión, atravieso un prado de un verde intenso por el que dan ganas de poner a trotar, con sus vacas pastando, una estampa muy bucólica. El terreno empieza a coger pendiente, el cerro no tiene demasiada altura, aunque hay tramos duros, la distancia es de apenas cinco kilómetros, en realidad es un paseo para alguien medianamente en forma. Yo lo utilizo a modo de entrenamiento casi diario.

Ya en la modesta cumbre saco de la mochila la cantimplora y mientras estoy bebiendo noto una presencia detrás de mí, como una ligera brisa agradable. No sé el motivo, pero cierro los ojos y siento como la yema de un dedo recorre mi nuca y se me eriza la piel.

Por fin abro los ojos, lo primero que veo es el monolito del vértice geodésico que marca la altura del cerro, pero al dar la vuelta la veo, rubia, ojos claros, piel extremadamente pálida, va vestida de una forma muy poco apropiada para andar por la montaña, apenas un vestido vaporoso y lo que me sorprende más aún, va descalza.

—Hola —digo —me has asustado.

—Perdona, siempre me pasa, no sé cómo evitarlo. No es divertido ir dando sustos por ahí.

No sé cómo continuar la conversación, le ofrezco agua que rechaza. Entonces ella rompe el hielo.

—No te preocupes, no va a pasarte nada —me dice al verme inquieto.

—Ya, ya me imagino

—Eres de pocas palabras por lo que veo.

—No creas, pero es que este lugar es como una especie de refugio para mí, subo casi todos los días y disfruto del lugar en soledad —me arrepiento nada más decirlo.

—Si te molesto me voy, eh —me suelta medio riéndose

—No, lo que soy es muy torpe, perdóname, porfa

—Vale, vale

—¿Y tú… vienes mucho por aquí? —balbuceo, cada vez más nervioso.

—Joder, qué original, qué don de gentes, el tuyo —ríe. —Como seas así para ligar…

—Yo seré un poco paradillo, pero tú eres un poco impertinente, ¿no?

—A ver, empecemos de nuevo, ¿quieres saber cómo me llamo?

—Sí, claro.

—Pues te lo diré después.

—Ya veo que me estas vacilando.

—¡Uy! Qué susceptible.

Se produce un silencio incómodo, pienso que me estoy quedando con ganas de preguntarle qué cómo es que ha subido descalza, pero no sé si soy yo o es que esta chica es medio gilipollas, así que bebo un buen trago de agua y le digo que me voy, no estoy yo para estar de jueguecitos absurdos con niñatas, aunque no sé, tiene algo que me hace dudar, tiene una risa bonita y una mirada penetrante, a lo mejor estoy siendo muy duro con ella.

Me molesta encontrarme confundido justamente aquí, en mi lugar favorito, en mi refugio. La verdad es que nunca se me han dado bien las chicas, joder ya empiezo con mis inseguridades y mi puta tendencia a sobrepensar las cosas. Entonces ella levanta la vista del suelo y me mira abriendo mucho los ojos y sonriendo.

—Perdona, a veces soy un poco imbécil, pero en el fondo soy buena gente. Mañana estaré aquí, más o menos a esta hora, aunque no llevo reloj, pero me las apañaré para verte, si subes por aquí. Procuraré estar más simpática.

—Vale, venga adiós.

Me he despedido de ella lo más frío de lo que he sido capaz, aunque me ha dado pena mostrarme tan duro con ella, sin confirmarle si me pasaré a verla o no, yo también se hacerme el chulito. Me echo la mochila a la espalda y empiezo a descender sin volver la vista atrás, notando su mirada en mi cogote.

4

Pasan los días y me invento mil excusas para no volver a subir al cerro. Me entretengo con pequeños arreglos caseros que tenía pendientes, como reparar el vallado del corralito, no sea que baje una marta y se coma a las tres tristes gallinas que aún me quedan. También instalo la estufa de leña, el invierno está a la vuelta de la esquina y en cuanto te descuidas un poco ha caído una nevada del copón.

Empiezo a pintar el techo de una habitación, pero pongo todo perdido de pintura y decido parar para ver cómo lo puedo hacer. La verdad es que siempre se me ha dado mal pintar, en general el bricolaje no es mi fuerte, pero como soy pobre, a la fuerza ahorcan, que dicen por aquí.

Tengo que bajar al pueblo a comprar, bueno y a despejarme, un poco de civilización no le viene mal a nadie, el caso es mantenerme ocupado aunque sea con esta dispersión mía tan característica, esta tendencia a ir mezclándolo todo, con más o menos tino. Trato de ir atando los cabos sueltos que voy dejando, tal vez estaría bien aclarar algunas cosas.

A saber, de la dispersión ya hemos hablado, tan solo apuntar que a veces puede ser maravilloso dejarse llevar por ella y otras trato de ponerle freno, de acotarla, pero vamos que me encanta ser así, un poco loquillo. En cuanto a esta fiebre hacendosa, como dije más arriba, creo que tiene mucho que ver con una especie de procrastinación, de evitar el encuentro con la chica loca, he decidido llamarla así de momento, hasta que no sepa más de ella. Y por último, al menos de momento, hablar de mi presunta situación de precariedad.

La casa donde vivo es la casa familiar, cuando murieron mis padres, en un accidente de tráfico horrible, decidimos que me quedase yo viviendo en ella, pues había regresado de pasar un par de años en Londres y no tenía ni un clavel. Así yo cuidaría la casa y todos contentos, al menos de momento, nadie me asegura que no cambien de idea o que decidan venderla. De momento Samuel, el mayor de los tres, me ha dicho que quiere verme, que se pasará en esta semana, no tengo ni idea de para qué, pero no me da buena espina.

Es con el que más choco, parece que le jode mi forma de vivir, en resumen le molesta que no tenga un trabajo remunerado. Al menos tener el tema de la vivienda solucionado es un alivio pero había otro tipo de cosas que se habían quedado en el aire y que ya difícilmente iba a poder resolver o al menos encauzar de una forma razonable.

No pude despedirme de ellos, en un instante cruzaron al otro lado, en lo que se tarda en dar una mala noticia por teléfono. Me quedé con tanto que decir, llevaba ya tiempo intentando afrontar la relación con mi padre, siempre difícil, digamos que tormentosa si me pongo dramático.

Él siempre fue un hombre recio, trabajador, frío y quizás yo fuera todo lo contrario o eso me parecía a mí. Discutíamos bastante, el solía compararme con mis hermanos y no había cosa que me diera más rabia. Pasábamos épocas sin hablarnos, después de cada mala palabra, de cada disputa venía el silencio, las miradas desaprobatorias.

Me quedé con tanto por decirle, cuando me llamo Samuel para darme la mala noticia llevábamos más de un mes sin hablarnos, ambos éramos muy testarudos,. En realidad, no éramos tan diferentes, lo pienso ahora, que mi hermano mayor se está convirtiendo, supongo que no de forma premeditada, en una especie de caricatura del padre ausente. Menos mal que me queda Pedro, con él sí que puedo hablar de cualquier cosa.

5

Este tío donde se ha metido no decía que subía casi todos los días. Es que soy gilipollas, que manía tengo de vacilar a la gente en vez de dejarles que me conozcan, igual es un mecanismo de defensa, voy a tener que consultarlo con mi terapeuta. Se ha debido pensar que soy una puta chalada y es una pena porque parece un tío interesante y a mí que me encanta conocer gente nueva, aunque con el tiempo me he vuelto muy exigente, no me vale cualquier dominguero que suba al cerro, estoy cansada de la gente normal.

Si le vuelvo a ver, que seguro que sí, lo primero voy a hacer es pedirle perdón y trataré de que se sienta cómodo conmigo. Pero bueno, qué tipo de pensamientos son estos, me estoy volviendo demasiado humana y es normal, tanto tiempo en esta estúpida montaña chata, separada de los míos. Tan solo recibo la visita de los Mensajeros Reales una vez por estación, visitas que cada vez son más breves y espaciadas en el tiempo, apenas me entero de lo que pasa fuera de esta montañita absurda.

Cada vez me cuesta más hacer mi trabajo, así en solitario y sin que nadie me pida cuentas, ¿no me estarán haciendo el vacío? Soy una niadela experimentada, en otros tiempos, éramos consideradas semidiosas, parientes cercanos de las ninfas, pero hoy en día el Consejo no nos tiene en cuenta, malditos burócratas apoltronados.

No creo que sea algo personal contra mí, allá donde me han destinado he cumplido con mi deber de una forma profesional y desde que estoy en este cerro perdido de la mano de Dios, estoy progresando bastante y no ha sido nada fácil.

He entrado en contacto con un humano que cumple los requisitos y al que creo que puedo ayudar a desatar unos cuantos nudos, pero hace ya tanto tiempo que no trato con mis hermanas niadelas, echo tanto de menos nuestras interminables charlas de sobre mesa, los dulces de miel de las ninfas apicultoras, los alfajores, los paseos por el bosque… Y van pasando los meses y aquí sigo, con más pena que gloria.

Mañana voy a volver a subir y si no está, bajaré a buscarle. Lo dicho, voy a terminar volviéndome una pseudo humana, no sería la primera, cuando me pongo dramática me veo como esos indígenas que son expulsados de sus tierras ancestrales y acaban alcoholizados.

6

—Dichosos los ojos —le suelto nada más verle —ya te estaba echando de menos.

—Ya, es que he estado muy liado últimamente.

—Me imagino, viviendo tú sólo en una finca tan grande…

—¿Cómo sabes dónde vivo?

—Yo lo sé todo, chaval, o casi todo y lo que no sé, ya me lo contarás tú.

—Bueno, eso ya lo veremos, primero me tendrás que decir tú, por ejemplo, que haces aquí todos los días y además descalza, por ejemplo.

—Ok, podemos hacerlo como un juego, hacemos una pregunta cada uno y tenemos que contestar con sinceridad.

—O no contestar.

—Eso es. Empiezo contestando yo, voy casi siempre descalza porque me siento más cómoda y conectada a la tierra, al suelo como elemento. Ahora me tocaría a mí, pero te cedo el turno, que no se diga que la chica loca no es generosa.

—¿También sabes que te llamo así?, me vigilas, ¿o qué? Me estas empezando a asustar.

—No te preocupes, no sé como explicarte, algunas cosas me vienen solas, como si me las hubiesen dicho, pero son cosas sin importancia, no te asustes. A ver ahora yo, ¿qué haces viviendo solo en esa casa tan grande?

—Bueno, eso es largo de explicar…

—Tengo todo el tiempo del mundo.

—A ver, te lo voy a resumir bastante, llevo aquí dos años ya, desde el 2022. Cuando volví de Londres, estuve un tiempo muy desubicado y sin dinero, vivía en casa de unos amigos que me adoptaron temporalmente. Como no encontraba un trabajo en condiciones, terminé haciéndole caso a Lucas, mi hermano y me vine a vivir aquí. Esta era la casa de mis padres, donde nos hemos criado todos, aunque esto igual lo sabias ya, chica adivina. Y tú, ¿qué haces por aquí? Porque una senderista normal no eres.

—No, no, en todo caso me gusta más “caminante”. Me subo aquí casi todos los días porque es lo que me pilla más cerca, vivo en una cabaña un poco más abajo.

—Y aparte de subir aquí todos los días, ¿qué más haces?

—Nuestra función es ayudar a los seres especiales, no me preguntes por qué, pero alguien del consejo ha decidido que tú perteneces a esa categoría.

—Pues no entiendo nada, ¿seres especiales?, ¿consejo?...

—A ver, voy a ser más clara. Soy una niadela de las montañas, supongo que nunca habrás oído hablar de nosotras, pero si te sonarán las ninfas, pues somos primas hermanas, para que te hagas una idea. Somos seres elementales, aunque en nuestro caso se podría decir que somos medio humanas.

—¿Me estas vacilando otra vez?

—No, no. Suena raro pero es verdad. Los humanos os habéis alejado mucho de vuestra esencia, aparte de estar destrozando el planeta lo que hace que cada vez quedemos menos seres esenciales. El Consejo de Sabios, que es el que decide, ha cambiado de táctica, visto el panorama, ahora se está centrando en vosotros, los humanos. El primer paso esta en identificar individuos que hayan abandonado la rueda del hámster, esa espiral de consumismo, prisas y largas jornadas laborales. Sabemos que ir a contracorriente es complicado, la idea es ayudaros para ver si entre todos conseguimos frenar esta locura de mundo que estáis dejando.

—Puf —me quejo —pero eso es muy difícil, por no decir imposible. Cómo vamos a cambiar entre cuatro mataos el mundo.

—Esa es otra cosa contra la que luchamos, contra vuestra resignación. Sabes que es lo primero que nos enseñan en la academia, que hay que matar al enemigo interior, esa voz que nos va minando por dentro, que nos dice que no somos capaces. Un camino complicado, es como si desfiláramos por el filo de una navaja, tenemos que ser autocríticas y a la vez mantener siempre la esperanza. A parte tenemos que contar con que vosotros sois muy testarudos, no vamos a cambiar el mundo pero al menos poner nuestro granito de arena. Y de paso evitar que desaparezcamos.

7

Va a tener razón la chica loca, no me acuerdo de cómo se llamaba, no sé si me lo ha dicho. ¿Cómo era? Ah sí, Eco, suena bien, es bonito. Ayer ya me entraron las dudas y me baje al pueblo porque claro aquí no tengo conexión. Hice una búsqueda rápida y por “niadela” lo primero que me apareció es información sobre una modelo que se había ido a vivir a una cabaña en medio del bosque y la llamo así: Niadela.

Un par de entradas más abajo se explicaba que las niadelas son las ninfas que se encargan de custodiar las grutas y las montañas. Con esta información consideré que me valía, más que nada porque tampoco tenía nada mejor donde agarrarme, era raro, sí, pero de alguna manera todo encajaba bien y había decidido dejarme llevar.

Tengo buen ojo para calar a la gente y no he visto una mirada más transparente que la suya. Tampoco te vayas a enamorar, me digo y sonrío, de momento esto es lo que he ganado y no es poca cosa, sonreír, la risa, salir del bajón. Esta muchacha a hecho más por mí que el mogollón de pastillas que he tomado en este tiempo, no quiero lanzar las campanas al vuelo pero parece que voy saliendo del lodazal. Una cosa es ser un poco ermitaño y otra es estar en la mierda.

8

—Hola, ¿Cómo tú por aquí? —pregunta ella bromeando.

—Ya ves, Eco, que tenía ganas de verte

—¡Uy!, es la primera vez que me llamas por mi nombre, ¿y esa sonrisa?

—Pues antes te llamaba chica loca.

—¿¡Cómo¡?

—La verdad es que me siento mejor, más liviano, no sé cómo decirte. He estado pensando que igual si que podemos hacer algo en este monte desangelado.

—Claro que sí, cuéntame.

—A ver, este es un pueblo pequeño, aquí nos conocemos todos, aunque estás casas están un poco separadas viene a ser lo mismo que si viviésemos en el pueblo. Mi padre nació aquí, al entierro vino todo el pueblo, para esas cosas se aparcan las viejas rencillas. A donde quería ir a parar es que tengo buena relación, aunque no les vea todos los días, con varios concejales y con alguna de las mamás del Ampa. Creo que podríamos empezar organizando rutas guiadas.

—Suena muy bien, ¿tú podrías hacer de guía?

—Sí y tú también. Está claro que te conoces la zona, tú podrías hablarles de leyendas populares y cosas así, también. Eso sí, mejor ponte unas botas, como te vean descalza van a pensar que me he echado una novia que esta chalada.