Recuerda con cariño su infancia en San Juan y cómo le cambió la vida la recomendación de su empleador en un negocio de Villa Los Pinos. Es que gracias a su consejo se inscribió en la Armada, donde hizo carrera profesional. Viajó por el mundo, estuvo en la Antártida, en Haití en una misión humanitaria y pasó su momento más difícil cuando participó en la búsqueda del ARA San Juan, que partió al mismo momento que él desde Ushuaia hasta la costa atlántica. La historia de vida de Juan José Méndez, el hombre que cumplió con sus sueños y anhela volver a vivir en su tierra cuando se retire de las fuerzas armadas.
Juan José nació en Villa Capdevilla, en Rivadavia. Allí pasó su infancia, en una humilde vivienda con sus padres y hermanos. Guarda hermosos recuerdos de su niñez en el departamento del oeste sanjuanino. Fue a varias escuelas en la primaria y a la Boero en la secundaria. Por cuestiones económicas se vio obligado a dejar el colegio.
Tuvo varios trabajos: en la cosecha, en la construcción. Ninguno le gustó, pero gracias a la relación con uno de sus jefes encontró su destino. “Mi patrón Ernesto Cortez estuvo como militar en la Marina y me gustó y me inscribí en la delegación naval de San Juan, en la avenida Córdoba, con seis amigos. Entramos dos, uno se fue a Mar del Plata y yo me quedé en Capital Federal”, explicó a Vía San Juan.
Mantiene muy vívidos los recuerdos de ese primer viaje. Fue la primera vez que viajaba en tren, que conocía la cancha de River Plate. “Me quedé en la Escuela de Mecánica, fueron tres años de cursado, egresé con el grado de cabo segundo en 1992. Fui destinado al portaviones 25 de Mayo. No conocía ni el mar, cuando estaba estudiando ya había navegado, pero llegar y ver los barcos de guerra fue impresionante”, detalló.
Varias son las experiencias que ha pasado en su carrera en la Armada. A sus 49 años destaca las campañas a la Antártida, su viaje humanitario a Haití. Pero sin lugar a dudas, lo que más lo marcó fue haber participado en la búsqueda del ARA San Juan, en el 2017.
“La última navegación fue en la búsqueda del ARA San Juan. Venía en la Corbeta Rosales, veníamos con otros buques haciendo ejercicios, venía incorporado el submarino, desde Ushuaia a Puerto Belgrano, y el submarino con destino a Mar del Plata. En Comodoro Rivadavia nos avisan que no había contacto con el submarino y fuimos a la zona a buscarlo, teníamos la ilusión que habían perdido la señal, que estaban en las balsas. Los buscamos con olas, con temporal, teníamos la esperanza”, contó Juan José.
Lamentablemente, después de participar en 42 días de la búsqueda recibió la noticia que no quería escuchar. Estaba en su casa cuando se enteró que sus compañeros, esos que había visto en el “fin del mundo” habían muerto.
Participó en dos campañas a la Antártida, en el 2005/2006 y en el 2006/2007. La labor de la Marina es llevar a quienes viven en forma permanente en el continente blanco alimentos y provisiones. “No hay foto que refleje lo que uno ve; fue algo mágico, estar a bordo del Comandante Irizar es impresionante”, apuntó. Pero no todo fue lindo porque en el 2007 se incendió el rompehielos y él estaba a bordo del Irizar. Dijo que nunca tuvo miedo porque tenía los conocimientos para sobrevivir pero fue una experiencia fuerte.
En Haití viajó con los cascos azules en el 2015. Fue para llevar ayuda comunitaria. “Había pasado el terremoto. Me dije a mí mismo, acá no hay agua, no hay electricidad, es un país muy pobre. Salíamos con una botella de agua a hacer las patrullas y los pibes se desesperan por una botella de agua. Te choca mucho”, rememoró.
Después de Haití estuvo en Corbeta Rosales, como suboficial encargado del departamento Máquinas. Luego, con la pandemia pasó al Hospital Naval Puerto Belgrano, donde está a cargo de mantenimiento.
Juan se casó con Analía Victoria, vive en Punta Alta, tiene tres hijos: Micaela (25), Luciano (22) y Morena (14). Hoy tiene 49 años, dentro de tres estará retirado. Si bien está muy contento donde vive, la idea es volver a San Juan, la tierra que lo vio nacer y en donde sus hermanos, primos y amigos lo esperan con los brazos abiertos.
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