El año pasado, un joven salteño fue becado en el Space Camp y entrenó como un astronauta, como parte de un grupo de 50 chicos de todo el país. Este campamento educativo se da en la ciudad de Huntsville en Alabama, Estados Unidos, en el predio del museo del Centro Espacial y de Cohetes de Estados Unidos.
" La posibilidad era mínima, pero alguna esperanza tenía. Expliqué el fenómeno del `Gato de Schroedinger`, un experimento de mecánica cuántica”.
Su nombre es Tomás Cabrera Bellomo, de 16 años, y su experiencia empezó en el curso de física de la UNSA, cuando escuchó sobre la beca para irse siete días a Estados Unidos por un compañero. Al inicio no le prestó mucha atención, hasta que se enteró de que su instituto de inglés tenía dos cupos disponibles para este mismo viaje. Como cuenta en diálogo con La Gaceta, “ahí me puse las pilas. La posibilidad era mínima, pero alguna esperanza tenía. Expliqué el fenómeno del `Gato de Schroedinger`, un experimento de mecánica cuántica”.
Tomás viajó con otro chico de Salta y se encontraron en Buenos Aires con otros 48 argentinos, y los 50 viajaron después a Alabama. Tomás contó que aunque estaba nervioso al principio, se encariñó con todos los chicos del grupo, y que en Estados Unidos hizo amigos de Australia, Costa Rica y Francia.
“Parecía una película. Entramos a una máquina que giraba rapidísimo como un trompo y quedabas pegado contra las paredes”.
Durante el entrenamiento, se levantaban a las 8 y desayunaban en grupos de diez, y se pasaban el día recibiendo charlas sobre la carrera espacial, conociendo réplicas del cohete Saturn 5, simularon viajes de tres horas a la Estación Espacial Internacional, y mucho más.
También practicaron cómo manejarse sin gravedad en el ambiente más parecido en la Tierra, bajo el agua: buceaban en una pileta de 15 metros de profundidad para simular la gravedad cero. Por otra parte, fueron parte de simulaciones de fuerza centrífuga. “Parecía una película”, contó Tomás. “Entramos a una máquina que giraba rapidísimo como un trompo y quedabas pegado contra las paredes”.
Tras esta increíble experiencia, Tomás admitió que la vivencia intercultural fue lo mejor que se llevó de todo: “cantábamos el feliz cumpleaños en diferentes idiomas, aunque no fuera el cumpleaños de nadie en realidad. Los australianos llevaron tatuajes temporales para regalarnos y estábamos todos tatuados en las misiones”, contó.
Agregó que gracias a este viaje, tiene un gran interés en dedicarse a la física. “Es algo que me encanta, me divierte muchísimo. Vivo en contacto con eso. Recomiendo a la gente que se anime al intercambio internacional”, finalizó.