La Iglesia Católica tiene asignado el 2 de noviembre como el Día de los Muertos o de los Santos Difuntos, para recordar a aquellos que se han ido. Se cree que se puede ayudar a las almas de los fieles que al tiempo de morir no estaban limpias de pecados veniales, con rezos y misas.
A pesar de ser una fecha católica, muchas de las creencias y tradiciones que se mantienen son de origen pagano: muchos campesinos de pueblos católicos creen que en la noche del 1 al 2 de noviembre, las almas de los muertos regresan a sus casas para compartir ofrendas con sus familias.
En los valles, cerca de finales de octubre se empiezan a prepara las ofrendas para recibir las almas de sus difuntos, como aguardiente, chicha, vino, aloja, cerveza, pan, agua, coca, queso, caramelos y demás que les gustara a los visitantes. El difunto reciente en la familia suele ser el más homenajeado, y se crean también arreglos con flores falsas para decorar.
Todo se prepara para la noche, y en un cuarto donde no entra nadie más que quien prepara la mesa se asientan las ofrendas sobre un mantel blanco. Se ponen también estampitas y fotos de los difuntos. Al estar todo dispuesto, se cierra la puerta y la familia se retira a descansar.
Durante el Día de las Almas, se realiza una visita al cementerio con velas, flores y cruces. Se realiza una misa en el lugar, y el sacerdote puede rezar y bendecir la tumba del pariente deseado. La familia se dedica entonces a adornar las sepulturas con flores, coronas y las velas.
Concluída la ceremonia, se regresa a la casa, se abre el cuarto y se comen los restos dejados por las almas. También se realiza un almuerzo donde es común sacrificar animales, con brindis, cantos y festejos.
Siendo una fiesta importante en el norte, los cementerios del interior de la provincia permanecen abiertos durante casi todo el día, con ferias en sus puertas donde abunda la venta de flores, coronas y velas. También se ofrecen pan, golosinas y bebidas regionales.