El proceso electoral se hizo más largo de la cuenta. Eso genera hastío y debilita la capacidad de absorción de los votantes. La creatividad no es eterna y por eso las campañas parecen estancadas, perdiendo su capacidad de impacto. Los hechos políticos y noticiosos que van aconteciendo no generan novedad.
Esta semana ganó los medios un caso de espionaje ilegal, con muchos datos atractivos para una novela. Sin embargo, es el tipo de caso que difícilmente modifique la tendencia electoral, por varias razones:
1) hay temas más importantes: primero la economía y segundo… creo que la economía;
2) no es novedad: lo venimos estudiando hace más de 10 años; la mayoría cree que todos lo hacen, pues entonces, ¿por qué alarmarse? Esto no es Suiza…
3) cae en el medio de la campaña: siempre existe la sospecha de que estas cosas justo aparecen ahora, cuando la gente está definiendo su voto, ergo, quedan muy relativizadas;
4) como ya se pudo constatar en la primera vuelta, que un hecho de corrupción toque al oficialismo de turno, no implica que vaya a deteriorar la capacidad competitiva de su candidato a presidente.
Schiaretti viene tomando distancia ostensible y sistemática de Massa, quien pudo ser socio político del ministro – candidato, pensando pura y exclusivamente en conservar la exitosa marca del cordobecismo. Su provincia es refractaria a los K hace 20 años (Néstor salió quinto en la famosa elección de 2003), donde CFK solo se pudo imponer en el excepcional comicio de 2011. Por otro lado, al “gringo” y su sucesor no les interesa tener un presidente fuerte, como podría ser el renovador, sino uno débil políticamente como el león. Todo confluye para explicar el sentido de sus movidas. La visita de +a a la docta esta semana, seduciendo a su estilo, fue hecha con la esperanza de igualar el récord de “su amigo” Scioli en 2015: entre la general y el balotaje subió 9 puntos, pasando del 19 al 28%.
Alguien podría decir “pero Lavagna también tomó distancia del juicio de la Corte Suprema”. Es verdad, pero por razones distintas. El exministro de economía sigue siendo el gran inspirador en la materia de Sergio Tomás Copperfield. Lo que no quiere es que se piense que los desmadres K le pasan desapercibidos. Pero la relación con su pupilo sigue siendo positiva.
El gran ilusionista tiene la agenda telefónica más amplia de la política argentina y no deja de trajinarla con Dios y con el Diablo. Su argumento sistemático es: “¿Le vamos a dejar el país a este loco?”. No sabemos si la respuesta negativa a dicha incógnita se convertirá en votos a su favor, pero lo más importante es que el personaje no deja lugar a dudas de que hace todo lo posible para que se produzca el milagro. Caen rendidos ¿o resignados? a sus pies empresarios, políticos, referentes mediáticos y hasta diplomáticos extranjeros. ¿Habrá sido ese el argumento que lo convenció a Urtubey de hacer público su apoyo, aunque el salteño es ultra crítico del kirchnerismo?
Cuando las campañas se agotan en su creatividad estratégica –recuérdese que queda solo una semana de campaña con el debate en el medio- empiezan a cobrar importancia temas de menor relevancia en el ranking general de preocupaciones de la ciudadanía, pero que pueden ser muy movilizantes para minorías de alta sensibilidad, como ya sucedió el 22 de octubre: Vaticano, paternidad, etc. Después del 30 % que obtuvo el león en la primera vuelta, este lunes pasado bajó una orden terminante desde el bunker libertario: “Todos saben las cosas que nos perjudican; si alguien dice algo que nos puede hacer perder, lo consideramos traición”. Pues esa advertencia vino luego de una maldición interna a la referente que se metió a explicar el “mercado de órganos”. Es obvio que el “librepensadorismo” da una imagen de falta de liderazgo que el dueño de Conan detesta.
En la última columna previa al 22 de octubre –”Es hora de usar protector solar”- advertimos sobre la amenaza que representa meterse sin prudencia en los debates valóricos, tan importante para definir elecciones en la política contemporánea. Sin ir más lejos, hay que fijarse lo que pasó el martes pasado en los comicios en varios estados de los Estados Unidos: el aborto fue un tema clave para volcar apoyos a los candidatos demócratas. En una elección tan pareja como parece ser la del próximo domingo 19, un error de este tipo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
El león del Copello –el colegio al que asistió- le baja el precio al apoyo del Emir de Cumelén a su candidatura en la intimidad, porque sabe que generó más debates de los imaginados, en parte por falta de experiencia en la conducción y la contención. El armador de la fiscalización rechaza que los amigos de Macri lo quieran pasar por arriba en la tarea. Por otro lado, el anarco capitalista se dice consciente de que el creador del PRO lo necesita por sus pendientes judiciales. Es decir, ningún cariño ideológico, puro cálculo pragmático.
Un último tema meneado estos días: algunos dicen que a la jefa le conviene que Massa pierda para así ella sigue siendo líder, en este caso de la oposición, y porque si él gana la va a traicionar y dejará que se hunda en el lodazal de Comodoro Py. Por eso le habría creado problemas como el affaire YPF-crisis de combustible, entre otras cosas. ¿Acaso le irá mejor judicialmente con Macri socio de Milei? ¿Macri sería capaz de negociar un “plan canje” o “amnistía encubierta” con ella? La respuesta a estos cálculos es que nunca se saben de antemano y el que diga que sí, presume.
Mientras la gente –Ud., yo, todos- acelera el consumo. Algo así como “a consumir que se acaba el mundo”. Por efecto de que los pesos queman en los bolsillos se desató el “consumo bunker”. El resultado es un tanto inesperado: la economía va a caer 1,5 % este año, es decir, la mitad de lo proyectado hace 1 mes atrás. Si la economía cae menos, entonces ¿a quién favorece?
Taylor Swift vino de visita porque los estadios están llenos. Pero el Banco Central está vacío…