Los resultados de la interna del radicalismo entrerriano dan por culminado un proceso que inició el 22 de octubre de 2023, cuando los resultados de los comicios nacionales anunciaban una segunda ronda entre un candidato peronista y un outsider que no escatimaba en hablar de Alfonsín como “el padre de la hiperinflación”, “que huyó como una rata”, o de afirmar sobre los radicales en general que son “consuetudinariamente estafadores”.
El día del balotaje, cuando anunciaron los resultados que daban como ganador a Milei, la reacción de muchos radicales osciló entre el miedo y alegría: la primera por la figura que asumiría al poder; la segunda, por el goce que suponía ver la cara de derrota de un peronista.
Esa ambigüedad se constató en el comportamiento de los legisladores nacionales del radicalismo para con el gobierno nacional: en principio no fueron ni opositores intransigentes ni críticos acérrimos. Milei necesitó delegar en la rosca de los políticos con trayectoria para hacerse de los votos de legisladores (no sólo radicales) que les faltaban para destrabar las facultades delegadas. En Entre Ríos lo tenemos presente tanto por Kueider como por Galimberti, un peronista y un radical.
Cerremos esta idea: la ambigüedad radical encontraba su resolución cuando el gobierno nacional (a regañadientes) los convocaba a negociar.
Pero hubo un punto de inflexión: las elecciones de CABA, donde el PRO, la UCR y La Libertad Avanza fueron por separados. Pese a que se anticipaba por esa fragmentación una victoria peronista, los resultados dieron como ganador al candidato del presidente, dejando al oficialismo local en un tercer lugar.
Esa elección fue aleccionadora y dejó bien posicionado a LLA para negociar en el resto de las provincias de cara al cierre de alianzas. De ahí en más, tanto el PRO y la UCR de los distintos distritos debían considerar ese dato como punto de referencia de los armados electorales. Y por lo visto en el cierre de alianzas: no hay una respuesta uniforme en todas las provincias. Si vemos en las provincias vecinas podemos observar esta realidad dispar: en Santa Fe el frente “Provincias Unidas” (radicales, pro y socialistas) de Pullaro no acordó con LLA, la cual lleva lista propia; algo similar sucede en Corrientes con la coalición que dirige el gobernador Valdés; finalmente, en provincia de Buenos Aires el PRO y LLA van por un lado y la UCR por separado.
El radicalismo entrerriano, que conforma el gobierno provincial de Frigerio, optó por adherir a la estrategia del PRO bonaerense: cambiar el color de piel, el nombre y el apellido formando un frente denominado “Alianza La Libertad Avanza”.
La interna radical provincial da por finalizado este proceso de asimilación hacia LLA porque salió derrotada la lista que se oponía públicamente al acuerdo. Ganaron los candidatos del “sí”.
¿Cuáles son los elementos que llevaron a considerar por parte del radicalismo entrerriano un acuerdo de este tipo? ¿Qué tiene de diferente esta alianza y el contexto en el cual se da respecto a las anteriores?
La obvia: los cargos
Tomemos como punto de partida el 2007, por ser este el año donde toma forma la expresión kirchnerista en la provincia. En esa elección la UCR fue con lista propia con la candidatura para la gobernación de Gustavo Cusinato que, aún con un peronismo dividido, se encontró con una derrota de la mano de Sergio Urribarri.
Luego de esa derrota optaría participar en las elecciones constituyendo un sistema de alianzas, tal como lo había hecho en experiencias anteriores en donde se hizo, ni más ni menos, de la gobernación provincial. La primera de ellas fue el Acuerdo Cívico y Social, junto al Partido Socialista como su principal socio, para competir en las elecciones legislativas del 2009. Con el impulso del conflicto de la 125, obtuvo un buen rendimiento ganando las elecciones de ese año. Es este resultado el que catapulta a Atilio Benedetti como el candidato a gobernador radical para las elecciones de 2011 en el Frente Progresista Cívico y Social, otra vez con los socialistas. El resultado: 37 puntos abajo de Sergio Urribarri, siendo la peor elección del radicalismo para la gobernación desde la vuelta a la democracia.
Ubicándonos en las elecciones intermedias de 2013 el PRO pone a jugar a Alfredo De Angeli en el acuerdo “Unión por Entre Ríos” y le quita el segundo puesto a un radicalismo que decidió presentarse en solitario, nuevamente con Benedetti como la principal figura de la boleta. Esto provocó otra de las catástrofes electorales del radicalismo al quedar sin ninguna banca en el senado de la nación desde 1983.
En el 2015, la UCR fue parte de la consagración de uno de los acuerdos políticos más relevantes de la escena nacional junto con el PRO cuyo corolario dio lugar a la alianza Cambiemos. De ese acuerdo, emergió la candidatura de una personalidad que había nacido al calor de las movilizaciones del 2008 en representación del “campo”, el ya mencionado De Angeli. Por primera vez en su historia, la UCR no tenía candidato propio para la casa gris.
A nivel provincial este acuerdo se tradujo en un aumento de cargos: pasó a tener 4 senadores provinciales (cuando no tenía ninguno), sumó 2 diputados provinciales y pasó de tener 4 a 11 intendentes (en ciudades con una población mayor a 5000 habitantes).
La coalición con el PRO le permitió ganar las elecciones intermedias de 2017, Atilio Benedetti encabezó la lista y fue ungido otra vez para disputar la gobernación en la contienda electoral del 2019. En esta iba a encontrar la derrota por 22 puntos contra el entonces gobernador Bordet.
Para las intermedias del 2021 el sector de Pedro Galimberti presenta internas dentro del espacio de Juntos por Entre Ríos (el nuevo nombre que adquiere la alianza con el PRO), en lo que se presenta como una intención de recambio dirigencial en el radicalismo y como un intento por presentar batalla ante el desembarco de una nueva figura fuerte del PRO en la coalición: Rogelio Frigerio. Este encabeza la lista que apoya el oficialismo radical, y finalmente se impone en las PASO, no solo sobre su adversario interno, sino también sobre el peronismo.
Para las elecciones a gobernador de 2023 se repitió la fórmula: candidato que gana la elección intermedia va como candidato a gobernador. Pero esta vez el resultado fue diferente: Rogelio Frigerio logró sentarse en el sillón de Urquiza.
En gráficos: qué implicancia en cargos tuvo cada una de estas elecciones. Ponemos la foto de la principal figura provincial dentro de la boleta:




La conformación de Cambiemos/Juntos por Entre Ríos le ha servido al radicalismo entrerriano como mecanismo para la obtención de cargos nacionales, provinciales y municipales. La del 2015 es una jugada que le trajo buenos resultados, aumentado de manera sustancial su participación política. Pero, a medida que ha crecido el PRO, el peso relativo de la UCR en cargos dentro de la coalición pareciera que tiende a decrecer. Si a esto le sumamos la “incorporación” de La Libertad Avanza, podemos hipotetizar una pérdida de protagonismo dentro de la alianza, la cual se traducirá en pérdida de cargos.
La estructura partidaria
Lo que dejaron en claro las elecciones internas de la UCR es que la estructura partidaria sigue importando. La facción que contó con la estructura logró movilizar los votos, alcanzando un aplastante triunfo sobre los díscolos antimileistas. Es la estructura partidaria plasmada en desarrollo territorial el principal capital con el que cuenta el radicalismo para aportar a las coaliciones y negociar dentro de ellas.
A partir de esta elección, nos vemos obligados a observar cómo funciona la estructura partidaria ante la presencia de un factor novedoso en el sistema electoral entrerriano: la boleta única. Con el sistema de votación anterior había un principio que nadie negaba: donde no hay fiscales hay que asumir que no hay boletas. Los partidos sin estructuras no podían garantizar la presencia de la suya en todo el territorio, por lo cual la regla tendía a favorecer a los que contaban con una estructura organizativa de larga data. Ahora, con el sistema de boleta única este factor desaparece. Por otro lado, a la UCR se le suma otra complejidad, ya que aunque sigue siendo el partido mayoritario de la nueva alianza, no es el único: el PRO ha sumado ni más ni menos que el aparato provincial y algunos intendentes. Por lo tanto el precio de la estructura radical sufre, al menos, una devaluación.
El discurso republicano: vacante
Todo apunta a que será una campaña que tenderá a polarizarse. Del lado de ALLA (LLA, UCR, PRO) ya empezaron a centrar sus discurso en un eje devenido en adagio: que no vuelva el kirchnerismo.
En otro momento, la línea discursiva que diferenciaba al kirchnerismo del antikirchnerismo (que había logrado coagular en Cambiemos/Juntos por el Cambio) era la de las formas: si aquellos representaban el populismo, los segundos eran los abanderados de las formas republicanas y el respeto a las instituciones. Dejemos de lado los hechos, poco importan cuando se puede decir algo y hacer otra cosa; recordemos que cuando a Macri le tocó gobernar, la división de poderes no fue un rasgo sobresaliente de su gestión. Acá lo que importa en este punto no es lo que hace, sino lo que se comunica. No importa intentar poner jueces por decreto, mientras se haga poniendo cara de republicano.
Ahora es diferente, la fuerza política que se consolidó en las fisuras simbólicas de la grieta pregona un conjunto de valores que disloca las referencias habituales de nuestro sistema político. Muy pocos se atreverían a negar que estamos frente a un populista de extrema derecha. No está en su programa, en su discurso ni en sus formas el respeto por los valores del liberalismo político. Ya no estamos entonces de cara a un frente “republicano” que se opone a un adversario populista, sino que asistimos a la conformación de una coalición populista de derecha que busca diferenciarse del populismo peronista. En este nuevo esquema, La Libertad Avanza queda mucho más cómoda que la UCR.
La tradición en entredicho
El peronismo crea una línea divisoria en la política argentina y el radicalismo ha logrado capitalizar el voto antiperonista por mucho tiempo, sin embargo, la UCR le antecede en su nacimiento al peronismo. Cuenta con una historia previa. Por eso prestamos especial atención a lo que hace el radicalismo entrerriano, porque el PRO tiene una historia más bien jóven: es el partido que puso los candidatos que lograron capitalizar el voto antikirchnerista (antiperonismo del siglo XXI). La rápida fuga de dirigentes del PRO hacia LLA se explica, en parte, por esta ausencia de tradición: nadie es del PRO desde la cuna.
El fundador del radicalismo, Leandro Alem, dejó en su testamento político la frase “que se rompa, pero que no se doble”. Pretendía un partido de materiales rígidos. El radicalismo entrerriano ha sufrido pérdidas (de afiliados, de su participación en las elecciones internas, a veces de cargos), pero no se ha roto. En vez de rígido, asistimos a un radicalismo entrerriano dúctil y flexible.
Lo que veremos en adelante es si el radicalismo seguirá siendo un partido de cargos o volverá al intento de construir una mayoría que vuelva a identificarse con sus valores de antaño que, necesariamente, deberán adaptarse a los tiempos que corren.
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