Desde chico Edgardo se recuerda con una insignia de la Cruz Roja en uno de sus brazos, allí en el colegio siempre atento a cuidar a sus compañeros y a socorrer a quien se lastimara jugando en lo recreos o a quien le sangrara la nariz. “El solo hecho de tener en mi brazo un símbolo de la Cruz Roja me hacía sentir muy feliz, pensar que podía ayudar a otros me hacía sentir pleno”, rememora orgulloso Olivo.
Hijo de un padre carpintero y de una madre docente de profesión, quien al casarse debió quedar al cuidado de su familia y de sus tres hijos; Edgardo transitó su adolescencia intentando descubrir el mundo, sus ideas de juventud se centraron en estudiar y en tener un trabajo que lo pudiera mantener durante el resto de su vida.
En un principio su idea original era seguir la carrera de medicina, pero sus padres no podían costear económicamente aquellos estudios, es por eso que comenzó a cursar Auxiliar de enfermería para luego ir por la licenciatura en Rosario, “me di cuenta que eso era lo que yo amaba y quería ser” expresa orgulloso Edgardo a Vía País.
Por aquellos tiempos, y con tan sólo 28 años, el joven profesional ya era jefe de Terapia Intensiva del Hospital San Martín de Paraná. “Todo lo que uno desea se obtiene con sacrificio, era feliz, estaba haciendo lo que me gustaba”.
“Cuando terminaba mi jornada del día y podía descansar me dormía con una sonrisa en mi cara porque estaba trabajando y haciendo lo que tanto me gratificaba, estar frente al dolor y calmarlo, estar ante la muerte y tratar de detenerla y muchas veces escuchar a algún paciente antes de partir”, relata Edgardo.
Olivo considera que la profesión de enfermería es una combinación de arte y conocimiento, habla de una relación par a par con el otro, de una conexión y empatía por el prójimo, “porque ante el dolor y la muerte todos somos iguales”.
Su extensa carrera y trayectoria lo llevó a recorrer tanto el ámbito público como privado, en lo que a salud se refiere, nunca dejó de estudiar y seguir formándose para adquirir nuevos conocimientos que le permitieran seguir dando lo mejor de él al servicio de los demás.
Junto a la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva recorrió cada rincón del país dando cursos a otros colegas y a la comunidad, esa experiencia le despertó la pasión por la docencia, y es así que comenzó su recorrido por la enseñanza en la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), en la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud. Luego también comenzó a trabajar como profesor en la Universidad Adventista del Plata.
Siempre inmerso en las terapias intensivas y en los servicios de urgencia, conviviendo de cerca con la vida y la muerte, entre el dolor y el estrés; Edgardo Olivo toma como principal enseñanza de vida el saber agradecer como seres humanos el hecho de estar vivos cada día, como él aclara: “poder respirar, poder pensar, salir a la calle a sentir el aire fresco, cosas que desde la cama de un hospital muchas personas no pueden hacer”.
“Cuantas veces nos quejamos por lo que no tenemos, un coche nuevo, las zapatillas de marca, sin ver todo lo maravilloso que la vida nos regala”. “Muchas personas mueren en la cama de un hospital sin ese contacto piel a piel, sin una mano amiga que los despida en esos últimos momentos” comenta Edgardo.
En 2018 Olivo asume como Director del Hospital Joseph Lister de la localidad entrerriana de Seguí (a 53 kilómetros de Paraná). Era la primera vez que un Licenciado en Enfermería asumía la dirección de un nosocomio en la provincia. Poniendo en valor el rol de la enfermería en los equipos de salud.
Recuerda aquel día como una verdadera sorpresa, “esta nueva experiencia daba un lugar de relevante importancia a mi profesión, podía demostrar que enfermería estaba preparada para ocupar esos tipos de cargo”, enfatiza el Licenciado Olivo. Era un verdadero reconocimiento a la profesión en general como a la trayectoria de más de 30 años de experiencia de Olivo en salud pública.
En el ejercicio de su nuevo cargo, aparece la pandemia de Covid-19, más allá de su experiencia anterior con la Gripe A, esta nueva situación fue un nuevo reto en la carrera de Edgardo. Todo un nuevo panorama se presentaba ante la sociedad y sobre todo ante los servicios de salud, “hubo que organizar y establecer nuevas estrategias para lograr detener con diferentes medidas la transmisión de la enfermedad”. “Tuvimos y debimos prepararnos, informarnos y capacitarnos sobre algo nuevo y desconocido que afectaba al mundo entero, este mal no tenía fronteras”.
Luego de tantos caminos recorridos, de tantas experiencias vividas, de una vida al servicio de los demás; en febrero de este año Edgardo se jubiló, aunque felizmente sigue dando clases en el ámbito privado (Universidad Adventista del Plata), dicta cursos gratis de RCP y primeros auxilios a la comunidad en general y escribe artículos de interés académico respecto a los relacionado con su profesión.
Confiesa que la enfermería “es una profesión en la cual se debe estudiar hasta el último día de nuestras vidas, saberse enfermero es ser consciente de que en nuestras manos está la vida de una persona, un error puede costar la vida”.
Mirando hacia atrás, y como haciendo una especie de recorrido mágico en el tiempo, Olivo se siente un afortunado de poder haber elegido la profesión que tan feliz lo hace. La satisfacción de sentirse pleno cada día de trabajo por la labor cumplida. Considera que su actividad “le ha llenado inmensamente el alma”.