Cuando se ordenó el despliegue del Crucero Belgrano junto a los buques escoltas, destructores Bouchard y Piedrabuena, conformaron el grupo de tareas que fue atacado por el submarino Cónqueror. A bordo del crucero iba el Cabo principal Juan Vera. En ese momento Juan tenía 31 años, estaba de guardia y por una cuestión de traspaso de guardia a destiempo se salvó del impacto que recibió el buque en la sala de máquinas. Él se iba a dirigir hacia una de las salas de estar del personal de cabos, que estaba justo en la cubierta superior de la sala de máquinas, de ese lugar no quedo nada.
Con una visión diferente, pero similar a varios relatos, Juan relató su experiencia y catalogó ese hecho como un crimen de guerra. "Al finalizar la segunda guerra mundial, es ilícito hacer la guerra. Con el Tratado de Ginebra se eliminan los concejos de guerra. No existieron más los Ministerios de Guerra y se crearon los Ministerios de Defensa, ya no era lícito hacer la guerra y por ende tampoco destruir al enemigo, con la avería alcanzaba, por eso es un crimen lo del crucero", contó Juan.
"Nosotros nos salvamos, 793 personas bajamos del barco de las 1093. No fue casualidad, estábamos muy bien preparados, un barco que fue atacado con semejante alevosía, hundido como un acto criminal y que Argentina jamás ha reclamado. Nosotros tenemos el orgullo de haber pertenecido a esa tripulación y de haber sobrevivido", dijo.
En su relato expresó que sabía lo que estaba sucediendo, las capacidades y posición del crucero y la del enemigo, "estuvimos al borde de destruir a la flota inglesa, teníamos 36 misiles exocet. Tuvimos la oportunidad histórica de poner de rodillas al león inglés, dijo Vera.
El 1 de mayo recibieron la orden de atacar a la flota inglesa y por cuestiones que desconoce, el 2 de mayo, les ordenaron desplegarse a Islas de los Estados en horas de la madrugada. En el camino hacia las Islas de los Estados, la mar estaba agitada y giraron hacia estribor. A las 16hs recibieron el ataque del submarino. "Yo creo que ese cambio de rumbo facilitó que se produjeran solamente dos impactos. Al caer 20 grados, uno de los torpedos pasa de largo, los dos que debían pegar bien en la popa pegó uno solo, el otro pegó en la proa y el otro sigue de largo", dijo. El impacto de proa arrancó 15 metros de buque. "Se sintió un silencio de muerte", contó Vera.
En su experiencia personal vio compañeros desorientados por el impacto, en estado de shock, con su ropa derretida y pegándose en el cuerpo alcanzados por el fuego de la explosión. Lo que le dejó su experiencia es que "ya no tengo dudas de lo que digo", señaló. En su relato evidencia un resquemor hacia algunos comandantes de ese momento, ya que vio a sus compañeros fallecer antes de su rescate.
Asimismo, resalta la actitud de sus camaradas de los buques que los rescataron "los tripulantes del Bouchard, del Piedrabuena, del Gurruchaga nos dieron todo, se quedaron sin ropa por compartir con nosotros que estábamos congelados", expresó "el abrazo solidario que hubo entre las tripulaciones, no se puede decir nada. A mí me rescató el Bouchard", remarcó.
De aquella catástrofe el saldo fue "300 hombres quedaron en el agua, 23 están enterrados en el continente y 770 pudimos sobrevivir aun el frio y a las inclemencias del tiempo". Amén de ello, Juan expresó sus ganas de seguir luchando "por derecha" para recuperar la soberanía de las islas y se siente alegre por poder contar la historia "porque no me permito a mí y no permito a nadie que se olvide, entonces aprieto las tuercas ahí, no sería buen hombre si no lo hiciera", concluyó.