El despliegue
A mediados de abril, el Crucero A.R.A "General Belgrano" había zarpado de Puerto Belgrano hacia el Sur, luego de varias negociaciones infructuosas entre las partes, mediadas por Estados Unidos de América, a través de su enviado, Alexander Haig.
El "Belgrano" navegó a prisa a través del bravo Mar Argentino y se unió a los Destructores A.R.A "Bouchard" y "Piedrabuena", quienes fueron sus escoltas, conformando la Fuerza de Tareas 79.3, junto al Buque Tanque A.R.A "Puerto Rosales".
Listos en sus puestos
Permanecieron fuera de la Zona de Exclusión (ZE), delimitada por los ingleses, quedando en puesto de vigilancia en Islas de los Estados. El 1 de mayo recibieron la orden de reunirse con el Portaaviones A.R.A "25 de Mayo" y navegar dentro de la ZE hacia el Este, para repeler a la flota británica que había comenzado a atacar durante la madrugada a las guarniciones argentinas emplazadas en Puerto Argentino.
Las condiciones meteorológicas eran desfavorables y el despliegue fue cancelado. La FT 79.3 regresaba a su posición de origen, al Sudoeste de la ZE y el Comandante, Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, ordenó rumbo 270° (que corresponde a la dirección oeste). En declaraciones realizadas por el comandante, dijo que, ellos tenían al Submarino HMS "Cónqueror" siguiéndoles las aguas desde el día anterior, cuando el Belgrano realizaba maniobra de traspaso de combustible con el buque tanque. Aunque ellos se enteraron tiempo después de eso.
El ataque y las consecuencias
Nuca pudieron detectar la presencia del "Cónqueror". No hasta las 16 horas del 2 de mayo, cuando recibieron el primer torpedazo en sala de máquinas, compartimento de mayor dimensión en el buque. En ese impacto se perdió la capacidad propulsora del buque y la alimentación de energía, pero también se perdió gran cantidad de marinos.
El impacto provocó una columna expansiva y explosiva que atravesó 4 cubiertas hacia arriba. "Como iba subiendo, iba destruyendo material. Material y vidas", había relatado el Capitán Bonzo. En ese momento, en las cubiertas superiores donde impactó el torpedo, estaba el comedor de tropa y en él, los marinos que estaban libres de guardia, estaban merendando. Algunos fueron alcanzados por la explosión y sufrieron quemaduras, otros perdieron la vida. Ese momento fue descripto por los sobrevivientes, como una bola roja que se acercaba y lo único que pudieron hacer algunos fue cubrirse la cara.
Un segundo impacto dio en la proa. Este dardo maligno terminó por sentenciar al buque de mayor capacidad de artillería de la flota argentina. Como consecuencia, la proa del buque perdió 15 metros. "Lo cortó como pan de manteca", dijo Bonzo haciendo una analogía, como para describir ese momento indescriptible.
Llegó al orden que ningún comandante quiere dar
El jefe de defensa le informó al comandante que había terminado de caer la columna de agua, producto del impacto en la proa. Al ver que el buque estaba herido de muerte, sin máquinas, inclinado hacia su lado izquierdo y hacia atrás, dio la orden que ningún comandante quiere dar "Cubrir puestos de abandono".
Con el dolor en su pecho, la tristeza en su alma y la realidad ante sus ojos, Bonzo, avanzó hasta la proa del buque. Estupefacto, inmóvil con todo el coraje encima, veía como el titán de 44 años de servicio se iba hundiendo. De repente, entre todo el caos y el abandono inminente, escuchó una voz que le decía que se retire del lugar y que vaya a una de las balsas. Cuando reaccionó, era el suboficial Barrionuevo que lo había ido a buscar y si bien el comandante debe hundirse con la unidad, un marino no abandona a otro marino.
Bonzo lo miró y le reiteró la orden de abandonar el buque, a lo que el suboficial respondió "no señor, si usted no salta, yo tampoco". Así fue que como pudieron, con el buque inclinado con 40° de escora, con los obstáculos de la superestructura, el agua y el aceite que flotaba, las balsas que se movían al son del oleaje del mar y que de a poco se iban alejando, saltaron. Bonzo y Barrionuevo, los últimos en abandonar el buque, los últimos que pudieron salir con vida.
El crucero había cumplido 44 años de servicio, llevaba 1093 hombres a bordo, 1091 militares y 2 civiles Heriberto y Leopoldo Ávila, dos hermanos santiagueños que voluntariamente zarparon con los muchachos, ellos también eran parte de la tripulación y aunque pudieron haberse quedado, no aceptaron la oferta y fueron a la misión, a navegar, como siempre.
En las fías aguas del Sur quedaron en su tumba de guerra 323 hombres, marinos argentinos que cumplieron con el deber de servir a la Patria. El resto de los náufragos, 770 hombres, fueron rescatados por los Destructores escoltas "Piedrabuena" y "Bouchard", el Aviso A.R. A "Gurruchaga" y el Buque Hospital A.R.A "Bahía Paraíso". También varias aeronaves participaron de la búsqueda del convoy de balsas.
Por Ley 25 546 se declaró tumba de guerra y lugar histórico nacional al pecio del A.R.A "General Belgrano", ordenando que se incorpore en las cartas náuticas, geográficas, mapas y diferente cartografía, la mención de este lugar histórico