Una noche larga y fría en el Congreso de la Nación Argentina. Centenares de personas gays, transexuales, lesbianas y transgénero esperaban ansiosos por la aprobación de la ley de matrimonio igualitario. Una ley que pondría a estas personas ante los ojos del mundo y que llevaría su lucha a un triunfo nunca antes visto en Latinoamérica.
La ley 26.618 se aprobó el 15 de julio del 2010 y entró en vigencia el 1 de agosto del mismo año. En ella se establece que "ninguna norma puede ser interpretada ni aplicada en el sentido de limitar, restringir, excluir o suprimir la igualdad de derechos y obligaciones de los integrantes del matrimonio, y los efectos que éste produce, sea constituido por dos personas de distinto o igual sexo."
Desde esta reforma, en Argentina se registraran más de 6000 matrimonios igualitarios, de los cuales 3987 (sin tener en cuenta los del 2015 ya que en ese año se cambiaron los formatos de los datos recabados y no están declarados) se dieron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Pero lo que esta ley también permitió es que en ciudades pequeñas-como Villa Mercedes en la provincia de San Luis- entre sus 120 mil habitantes se comience a hablar de algo que, hasta ese momento, no se hacía.
La historia de vida de Federico Ojeda y Carlos Pairone es un ejemplo de ello. Dos homosexuales que decidieron ponerle un marco legal a su relación el 24 de febrero del 2018, en la ciudad en la que nació su amor.
"Nosotros éramos novios hace 7 años y casarnos nos permitió reforzar nuestra unión. De hecho, el día de mañana hasta nos gustaría ser padres", cuentan Carlos y Federico al hablar sobre su matrimonio.
Al contrario de lo que el imaginario quizás piensa, la aceptación de su elección sexual no cambió sus rutinas ni tampoco la mirada de sus familias. De hecho, Carlos contó que sus allegados no sabían que era gay y que aun así, sintió total libertad de llegar un día a su casa y decir "tengo novio".
"Yo me crie en Justo Daract (un pueblo de 10 mil habitantes), y en mi adolescencia empecé a sentir atracción por los hombres, lo que me generó una sensación rara de no saber qué me estaba pasando. De hecho, en mi casa no se hablaba mucho sobre estos temas; encima empecé a practicar un deporte más emparentado con lo femenino, como lo es el patín artístico, y al principio me cargaban bastante los chicos en la escuela por mi manera de ser, pero nunca me molestó. En cambio, en mi familia trataron de protegerme de algún modo porque si bien no se hablaba, supongo que se daban cuenta".
La historia de Federico Ojeda es bastante parecida. "Nací en Villa Mercedes. Yo no sabía que era homosexual, incluso tuve una novia. Creo que el mandato familiar fue tan fuerte que no me di cuenta que era gay hasta los 23 años que me enamoré y tuve que hacer todo un proceso para admitir lo que estaba sintiendo. Fui y le conté a mi papá, y lo primero que me dijo fue "vos no te preocupes, yo te voy a apoyar. Después de un tiempo le conté a mi mamá y se enojó muchísimo porque no se lo había dicho antes. Entonces, quien era mi novio en ese momento, le escribió una carta divina expresándole todo lo que sentía. Eso la hizo reflexionar y aceptarme como era".
Durante los últimos ocho años, en toda la provincia de San Luis se registraron apenas 28 matrimonios igualitarios. Pertenecer a una comunidad chica a ellos no les afectó sino más bien los ayudó a crecer en un ambiente unido por personas que apoyaron por completo su relación. Y eso se demostró el 24 de febrero, cuando juntos dieron el sí ante la ley.
En la conocida ciudad de la furia, en cambio, en estos ocho años la cantidad de matrimonios fue 42 veces mayor que en Villa Mercerdes. En total, se registraron 3987 uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo. La particularidad es que no todos los contrayentes son porteños nativos debido a que muchas personas del interior del país eligen la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para sellar su amor. ¿Los motivos? Aseguran que en la Capital Federal "son un número más".
Ese fue el caso de Claudia Cano y Miriam Maguicha, dos mujeres que nacieron en el interior del país y se fueron a vivir a Buenos Aires para dejar atrás el apego familiar y poder así expresar sus deseos libremente. A ellas, la ciudad de Buenos Aires les dio el anonimato que siempre desearon.
"Yo nací en Neuquén, y en mi adolescencia tuve novio hasta que en la secundaria me enamoré de una chica. No me catalogaba como 'lesbiana', es decir, no le ponía un rótulo a mi sexualidad. Como era chica tenía que andar totalmente a escondidas porque era mal visto y todos te juzgaban. Por lo tanto, ni siquiera decidí contarle a mi familia qué era lo que sentía, porque eran otras épocas y otro mundo, aunque supongo que con el tiempo ellos solos se dieron cuenta. A los 18 me fui a vivir a Buenos Aires, en donde todo era más liberal, más sencillo, aunque también había que ser sutil. Pasó el tiempo y ya de grande decidí sentar a mis hermanos y contarles cuál era mi situación. Por suerte lo tomaron como algo más, con ellos no me llevo tanta edad, tal vez por eso lo tomaron bien. Es una cuestión generacional", comentó Claudia Canon, quien es militante del movimiento LGBT.
Cuando Claudia conoció hace 17 años a su esposa, Miriam, ambas dejaron lo implícito atrás y siempre dijeron que eran pareja, lo que las ubicó en un lugar mucho más tranquilo. Que, según ellas, se acentuó aún más con el matrimonio.
"Lo que cambió cuando nos casamos fue el 'status'. Ahora somos una familia y antes ella era mi compañera. Ahora somos "mujer de", su mamá es mi suegra y sus hermanos son mis cuñados. Es como que nos da más lugar en la vida del otro. Cambia la lógica legal y eso tiene un peso que antes no sentía", explicó Claudia.
Para Miriam la revelación de su sexualidad fue digna de un culebrón. “Yo nací en Quilmes, provincia de Buenos Aires, y viví una historia compleja, mi papá era un poco violento y machista y para ellos siempre fui un bicho raro”.
"A los 15 años empecé a trabajar en la parte religiosa y allí conocí a una monja con quien hacía trabajos sociales en los barrios, hasta que entré al complejo y casi fui novicia. Pero un día me enamoré de una mujer que era catequista y ella se enamoró de mí. Fue espantoso vivir esa situación de escondite todo el tiempo porque encima no nos encontrábamos en el lugar ideal para hablar de nosotras y nuestras elecciones. Aun así, fuimos novias a escondidas casi 8 años. Al finalizar mis estudios, me fui a vivir a Capital Federal, donde conocí a Claudia, y efectivamente, todo fue más sencillo", contó Miriam.
"Mis hermanos no entendían por qué yo no les conté que era lesbiana. ¿Por qué yo tengo que aclarar mis orientaciones? Si ellos no lo hicieron conmigo", reflexionó Miriam.
Si bien la ley fue un gran paso para nuestra sociedad, no todo se arregló con ello. La sociedad precisa tolerancia y la tolerancia se logra con la participación activa de todos.
Para ello quizás sea clave la reflexión final de Federico: "Gracias a nuestro respeto para con los demás, nosotros siempre recibimos buenos tratos. Y algo que nos destaca es que no estamos orgullosos de ser gay, sino de no sentirnos avergonzados de serlo".