Finalizó el Mundial Rusia 2018, aunque para los argentinos ya se había terminado mucho antes, desde aquel sábado 30 de junio en el que perdió 4-3 con Francia, el nuevo campeón del mundo.
Más allá de la fraternidad con Uruguay, que siguió una ronda más, el guiño a Colombia por ser otro de los sudamericanos y la simpatía por Croacia por eliminar al rival en común, Inglaterra; el Mundial se había terminado hace rato para los argentinos.
Y más allá del ingenioso ardid de que perdió ante el campeón, y de hecho, también con el subcampeón Croacia, la realidad es que la Selección argentina quedó demasiado lejos de Francia, nuevo monarca del fútbol mundial.
Aún así, Argentina fue el único de los rivales que logró poner en jaque a los franceses: se puso 2-1 en aquella derrota 4-3, y también el único que le anotó tres goles.
Apenas un atenuante, un dato reconfortante que no disimula lo que ocurrió verdaderamente en Kazán: que hubo un equipo, el campeón, que cuando aceleró desnudó todas las falencias Albicelestes.
Esa asceleración de Kylian Mbappe, a campo traviesa y sin que nadie lograra neutralizarlo, resulta la síntesis que refleja el fin de una etapa. El cierre de ciclo para un Javier Mascherano que se brindó por entero, y que se vació.
Y con el volante central, varios seguirán su camino. Punto final para Jorge Sampaoli y su lamentable desempeño, para una Selección que defraudó, con Lionel Messi a la cabeza (el capitán ausente, que acumula 15 días sin dar ningún tipo de explicaciones), y también debería serlo para el desmanejo de una AFA bochornosa.
Se terminó el Mundial, y comienza otra etapa, que tendría que ser una nueva oportunidad. Una refundación en serio. Para que esa corrida de Mbappe no nos deje tan atrás y para que el campeón Francia, que "sólo" nos ganó con ese 4-3 mentiroso, no nos quede tan lejos.