Nunca le había ganado a Banfield. Antes, los partidos ante rivales como Temperley los perdía. Contra San Lorenzó tuvo un bache de 45 minutos y casi se complica solo.
Este Talleres que el fin de semana saltó al segundo puesto, y que es el único equipo de la Superliga que ganó los tres encuentros que disputó en 2018, luce menos y sin embargo va al hueso, a lo medular: tiene que ganar, va y gana.
Por otra parte, sería injusto pedirle exhibiciones cinco estrellas a Frank Kudelka cuando perdió a su jugador con más magia, Bebelo Reynoso. No hay en el plantel otro capaz de sacar conejos de la galera.
Y por si fuera poco, ya no cuenta con los goleadores de la temporada pasada, ambos de alto poder de fuego: Sebastián Palacios y Jonathan Menéndez.
Aún así Talleres maduró como equipo. Se muestra aplomado, seguro de sí mismo. Así superó ampliamente a un San Lorenzo que era escolta, en apenas un tiempo.
Así superó a Temperley, sin deslumbrar pero con justicia. Y dicho sea de paso, el Boca super reforzado también debió transpirar y mucho para ganarle al Gasolero.
Y así también resolvió el escollo que representó Banfield, aún con formación alterantiva. Le costó entrarle al Taladro, hasta que lo perforó y aunque ganó sin amplitud y con un segundo tiempo discreto, la victoria nunca estuvo en riesgo.
Por eso llegó a ser el único escolta de Boca. Con el arco propio bajo llave por Guido Herrera y una defensa firme y aceitada, incluso con el ingreso del jugador número 12 que es Carlos Quintana (ahora deberá suplir en San Juan a Leo Godoy, por cinco amarillas), con un Cholo Guiñazú inmenso y un Junior Arias que se destapó, como para competir el puesto con un goleador de los pergaminos de Santiago Silva.
Es el Talleres 2018. El que hace tres año penaba en el Federal A. El que ahora cumple con el objetivo de habitar zona de copas, y se atreve a mirar más arriba. Antes gustaba más, despertaba más elogios, pero nadie le puede quitar méritos y sigue sorprendiendo.