Historias escritas con el corazón

Armaron una editorial cartonera, donde los niños escriben sus propios cuentos y los hacen accesible para otros con discapacidad. Es en Ferreyra y lo propone un grupo de jóvenes que ofrecen un espacio de creatividad para los más pequeños de la zona.

Son verdaderas obras de arte las que los chicos realizan en el taller que realiza el grupo Dar.
Son verdaderas obras de arte las que los chicos realizan en el taller que realiza el grupo Dar.

"Me gusta escribir y contar lo que imagino. Pero en el colegio me parece aburrido, en cambio acá escribo lo que tengo ganas y lo hacemos libro", cuenta con simpleza a Día a Día Catalina, una de las pequeñas escritoras de esta particular editorial cartonera. Ella, junto a una treintena de niños, participan sábado a sábado de un espacio recreativo-cultural que lleva adelante el "Grupo Dar" en Ferreyra.

Los voluntarios de esta agrupación iniciaron hace 12 años el compromiso de ofrecer un refugio para los más los pequeños.

“Éramos estudiantes de varias carreras con orientación social y pensamos en hacer algo. El sacerdote de acá nos ofreció un lugar siempre y cuando permanezcamos un tiempo y la verdad que le cumplimos llevamos ya 12 años y aún no nos fuimos”, relata Eugenia Bellone.

La actividad congrega todos los sábados por la tarde a niños del barrio Camino Interfábricas, de Ampliación Ferreyra y de asentamientos informales como villa El trencito y Los 40. "Detectamos que la población de niños es mayor a la de adultos en este sector y que los chicos pasan mucho tiempo solos adentro de sus casas, y que no tenían propuestas ni espacios para ellos", refiere Eugenia.

Como toda idea que madura, llegando a congregar unos fluctuantes 30 pequeños, el espacio re recreativo-cultural se modificó con el tiempo. “Empezamos con talleres preparados por nosotros y de pronto los chicos venían con propuestas y ganas de algo. Descubrimos que ellos eran los dueños del espacio y que sus ideas eran las que debíamos escuchar”, destaca Eugenia, quien en estos años se recibió de psicóloga.

“De pronto, un día iniciamos un ciclo de cine y teníamos ganas de que los chicos escribieran sus propios guiones. Para nuestra sorpresa, esos pequeños que iban al cole de lunes a viernes les encantó escribir y leer un sábado y así nació nuestra editorial cartonera”, destaca sin perder el asombro.

Vida entre papel. En esas dos horas que dura el encuentro, los chicos juegan, hacen disfraces, bailan, leen y escriben sus cuentos. Al finalizar comparten una merienda y disfrutan estar juntos.

“Van haciendo propio el lugar y vamos descubriendo sus intereses”, reconocen desde el Grupo Dar. Luego de pasear por ferias de libros, recibir visitas de escritores y leer mucho, arrancó el desafío. Los cuentos que escriben allí, varían de niñas que sufren el bulling y se convierten en princesas, hasta monos que son víctimas de un rayo y fallecen. “Nos damos cuenta de que los chicos usan la escritura como un modo de expresar sus propias vivencias o lo que escuchan en sus entornos”, señala la joven psicóloga.

El salón es grande pero en una mesa con papel y lápiz en mano está Santi; es señalado como un experimentado escritor: "Me encanta escribir. Agarro la hoja y la lapicera y escribo lo que se me viene a la cabeza. Me gustan los fantasmas y los superpoderes", comparte con Día a Día los secretos de su inspiración.

Para que todos puedan leer. El proceso de edición de los libros es laborioso y creativo. Cada libro tiene su tapa – realizada con cartón y papeles que reciclan lleno de colores.

Además de la escritura del cuento, los libros son editados en Braille, muy coloridos y con ilustraciones en relieve. “Les enseñamos a usar las tablillas de Braille y les explicamos que los relieves ayudan a que los niños ciegos también puedan leer su historia”, explican las voluntarias.

El grupo del sábado es un espacio inclusivo también, donde los chicos interactúan con otros pequeños con discapacidad ya que "aprenden lengua de señas y hasta hacemos audiolibros. De este modo practicamos la lectura y ofrecemos otros formato del cuento para que sea inclusivo".

Sobre esta dinámica aseguran que los chicos están felices y son muy dóciles al aprendizaje: "Me encanta escribir Braille. En el colegio les enseño a mis compañeros. Además yo sé que todos tenemos derecho a leer", explica Azul, una pequeña de 11 años que deletrea su nombre en lengua de señas.

La merienda detiene la actividad creativa y propone el orden del lugar. En este sencillo salón, regadas por manos comprometidas, florecen las historias escritas de niños, para niños y para cualquier niño.