Todos los años, la gran araña que corona la sala del Teatro Colón, elegido recientemente como el coliseo más importante del mundo, es limpiada y sometida a tareas de mantenimiento. Para eso, se baja la luminaria y se la pone casi al nivel del suelo.
Su tamaño impacta: tiene cinco metros de diámetro y casi cuatro de alto y pesa 1.300 kilogramos. La araña fue construida en los talleres de la empresa de Esteban y Luis Azaretto y colocada en 1908.
Juan Carlos Pallarols estuvo a cargo de reconstruir tulipas y otras partes faltantes para restaurarla.
"Creo que esta proceso lo vi unas diez veces. Nunca deja de sorprender. El trabajo que tiene la lámpara es sencillamente impresionante", le dijo el Director Técnico Operativo, el ingeniero Fabián Chinetti, a Clarín. "Antes [las lamparitas] eran las incandescentes, de las viejas lamparitas que teníamos todos. Ahora son halógenas. Es imposible colocar las de tecnología LED porque no se puede controlar o atenuar la intensidad, lo que se conoce como dimerizar. Son funciones muy necesarias en el teatro y por el momento, la tecnología no lo permite", agregó.