Las Marull, dupla que no tiene techo

La que escribe y dirige, y la que actúa. Como una Pyme con marca registrada, Paula y María hacen todo y cada vez con más estilo y mayor precisión. Es lo que vuelcan en la recién estrenada Hidalgo, con un texto muy atractivo y una actuación de alto vuelo.

Las Marull, dupla que no tiene techo
Las Marull, dupla que no tiene techo\u002E

Javier Firpo

jfirpo@larazon.com.ar

Son gemelas y se potencian cuando trabajan juntas. Aunque quieran despegar sus labores, aunque intenten escribir o actuar por separado, vuelven, se necesitan... naturalmente. La sangre tira, no hay muchas explicaciones. Las rosarinas Paula y María Marull dejaron de ser las hermanas que asomaban en la escena alternativa: hoy son como una sólida Pyme con talento y convicción que, si se lo propone, puede llegar muy lejos. Pero ¿qué sería llegar muy lejos? María y Paula disfrutan de un presente con vigencia, propuestas y sello de autor. Hay un estilo -algo esencia-, un decir, una manera de escribir diferente, que mezcla vida en el interior con la gran ciudad, también un tono peculiar, un matiz y una impronta -palabra bastardeada si las hay- que hechizan.

“Hidalgo” es una prueba de toda esta perorata. María, autora y directora de “La Pilarcita” - boom del circuito off-, ahora hacedora de esta historia que protagoniza Paula, muy bien acompañada por Agustín Daulte, el hijo de Javier, que está haciéndose un lugar en el mundo.

La trama de “Hidalgo” tiene a Susana (Paula Marull) como centro de la escena: es una empleada de una inmobiliaria que llega a un departamento con la premura de todo habitante porteño. Lo que sería un trabajo rutinario y sencillo, de mostrar un departamento a una pareja de turistas -que demora en llegar-, se entorpece porque dentro del inmueble se topa con Víctor (Daulte), un joven semidesnudo que de una nomás transmite desidia y cierto desdén por la vida. Aspecto que se evidencia frente a la vertiginosa y catártica empleada.

Susana está al tanto de que Víctor ha sido “autorizado” por los propietarios -¿o será un okupa?- a permanecer transitoriamente hasta que fuera vendido. Lo que desconoce es el estado decadente del lugar. En su personalidad impetuosa, que combina dosis de tesón con frustración, Susana, bah, su economía, está groggy, al borde del nocaut. Ella sabe que tiene que cerrar esta venta para ganar su ansiada comisión, otorgada por un jefe que la explota y ella desprecia. Acorrlada, debe acocondicionar el lugar, sonreír y ser una vendedora feliz, pero ese muchacho allí arrumbado resulta un obstáculo impensado.

La pieza captura a partir de un texto dinámico e inteligente de María, y una interpretación notable de Paula, que maneja a su personaje con la presteza de no caer en desbordes. Es el mejor papel de la autora de "Vuelve". ¿Será el embarazo lo que optimiza su actuación? Párrafo aparte para Agustín Daulte, quien gracias a su rol deprimido y desmotivado, inyecta y catapulta a su compañera de escena.

De a poco, contra todos los pronósticos, los mundos de Susana y de Víctor se van acercando. La omnipotencia de ella se va resquebrajando y mutará por enojo e insatisfacción. En el fondo, irá comprendiendo ese aparente vacío de Víctor, con quien empieza a empatizar. De hecho, el muchacho debe terminar un trabajo práctico sobre un poeta revolucionario -el Hidalgo del título-, si no quiere repetir el año.

Casi olvidada de su rol de vendedora, Susana se sumerge en el universo de Víctor y de ese binomio a priori tan ajeno y opuesto, brotará una interacción tan sorprendente como conmovedora.

Mucha sabiduría irradia "Hidalgo", una pieza que seducirá por su propio peso, pero permitirá además advertir a esta fórmula poderosa que integran María y Paula Marull.

"Hidalgo".

Camarín de las Musas.

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