Cuando un momento se transforma en clásico deben darse varias situaciones particulares, y en nuestro caso el camino a ser un clásico no está muy lejos. Algunas cosas tienen que madurar un cierto tiempo para ser un “clásico” pero otras reúnen casi las mismas características en corto tiempo, y esos son los esporádicos encuentros con mi amigo Juan Osvaldo con quien cumpliré, el café de por medio, muy pronto.
En el ultimo cruce Juan me dice... “Todo bien...” y muchas veces aunque uno no ande del “todo bien” tiende a cargar las baterias con “Si, todo bien”, porque la buena onda empieza por casa y porque todo lo que das, vuelve. Su historia es muy especial, es muy profunda, es muy nuestra y tantas veces ignorada.
Me cuenta... “Después de algunos no y con una cita ya concretada, hacia allá partimos. Los compañeros de aventura eran esta vez Luis Arias y Raúl Ferreyra, la idea era: charlar y conversar con un excombatiente, un deseo de cualquier argentino, hablar de sus vivencias en las islas. Al golpear su puerta, fue una gran sorpresa encontrar un valiente, que entre lágrimas nos contó, haber participado de tres guerras, dos de ellas personales, su difícil infancia, y su adicción al alcohol, la otra Malvinas”.
“Nos habló de su soledad en las islas, al no recibir o no tener quien le escribiera, eso fue una de las causas o razones que luego de obtener la baja y haber estado combatiendo en Malvinas, decidió ir hacia Venado Tuerto junto a tres excombatientes como él, quienes lo cobijaron, le dieron comida, le consiguieron trabajo por aquellos lares, y de los cuáles él está eternamente agradecido y no volver a su lugar de origen”.
“Nos relató haber pasado hambre y frio, que dicho por sus propias palabras los llevaba a robar a nuestros ocasionales enemigos comida para él y sus compañeros para poder sobrevivir, de haber usado una oveja de almohada como una forma de custodiar la comida para el otro día, y haber sido también prisionero de guerra, lo que lo llevó a pensar que ahí los matarían. Nos contó también del miedo que sintió en carne propia la noche que estando de custodia en el sector donde estaban los aviones Pucarás en tierra, fue bombardeado por el enemigo, que gracias a Dios salió ileso”.
Hasta ahí no me di cuenta del tiempo que pasó, pero seguía atento su relato “recordó con la bandera de nuestra Patria en sus manos, humedecida por sus lágrimas, al soldado Cortes fallecido en combate y ver con sus propios ojos la fatídica explosión al ser alcanzado el Jeep en el que viajaba por una bomba de los ingleses. Esa salida le tocaba a él y fue reemplazado a último momento por Cortes”.
“Haciendo cierto el dicho que no es más hombre el que pelea sino el que sirve para otra batalla, y José libro su tercera guerra y quizás la más difícil, que fue salir de su adición al alcoholismo. Fuimos quizás, buscando una historia de tiros y que nos hiciera imaginar como caían o morían los ingleses, pero encontramos a un gran valiente, que libró tres batallas, saliendo victorioso en ellas, que también entre sollozos, agradece a Gerardo Lemos, la invitación a Betania, donde volvió reencontrarse con Dios”.
“Dice un poema, “el 2 de abril se viste la bandera de mi patria de rojo misterio”, no señores: “2 DE ABRIL ES CADA UNO DE LOS 365 DIAS DEL AÑO Y NO SE CAMBIA POR BENEFICIOS DE UNOS POCOS COMO FERIADO PUENTE”, estas fueron sus palabras, y que deberían ser respetadas por que son dichas por Don José “el indio” Bachilleri, alguien que si sabe de batallas”.
Nos despedimos, fotos previas, con la sensación de haber aprendido otra lección: la de la valentía de un hombre común como nosotros.
Autor: Juan O. Avila / Fotografía: Luis Arias y Raúl Ferreyra.