Me lo crucé a mi amigo Juan, para el día del amigo, ese 20 de julio que algunos dicen que es comercial pero que otros lo usan, de buena manera, para que sea una juntada obligada con esos que siempre están, esos que no son familia por descendencia genealógica pero que tienen el lugar más merecido que algunos parientes.
Cuando me lo cruce, además de desearle que nuestra amistad continúe, me comentó que le sucedió algo en un lugar, como hay tantos, al cual al llegar parecía cerrado y daba la impresión que no iba a abrir más... su lugar era el Bar El Califa.
Me dijo “Volví una fría madrugada a ese lugar, cuando aún tenía sus persianas cerradas, a ese legendario y emblemático lugar donde se cuentan las más diversas anécdotas y se acunan amistades de años. Sorprendido observé que algunos de sus clientes se fueron arrimando como con miedo, quizás con la sensación lógica que no abriera sus puertas, esa sensación que uno tiene cuando las cosas han terminado, porque el bar “El Califa” el día anterior había cerrados sus puertas. El motivo muy justificado: la nieta de Omar y señora había festejado los 15 años”.
“Pude observar cómo Walter Molina y Javier “Tomalin” Vaudagna colaboran con la apertura del bar que, desde hace años, los cobija y ellos mismos recorren el lugar por caminos diferentes: los que fuman de un lado y los que no del otro. Todos sus clientes van ingresando uno a uno por la misma puerta y se ubican en sus lugares. Respetan el lugar del amigo, aunque esté ausente, quizás esa sea la clave de la amistad que hace a la mística del lugar”.
“Tomalin, unos de los primeros en llegar, se sienta en la misma mesa y en el mismo lugar desde hace, según sus propias palabras, más de 25 años, y Walter también, esperando a sus otros amigos, que dé a uno van llegando para ocupar su lugar.
Juan además me agrega... ”Decir que uno es amigo encierra un compromiso” escribió hace años el legendario Chango Nieto, es lo que describe con sus propias palabras Vaudagna y a quién se refiere es a su amigo Paco Lemos, reconocido comerciante de la cuidad, con pinta de tanguero, de hablar pausado y poco, lo necesario. Lo fue definiendo al respeto hacia el amigo como el valor fundamental de la amistad. Según Paco, hablando de lo que para su entender la verdadera amistad comienza por ahí y el respeto en todo sentido, aún, aunque no haya coincidencias de ideas o puntos de vistas. Siempre el amigo lo tiene que saber, pero no debe ser un elemento de discordia entre amigos”.
“También acotó Paco que él no cree en el acople, sorprendido quedé y sin entender a lo que se refería..., y pasó a explicarme. Al amigo ocasional no se lo vincula con el amigo verdadero para generar un vínculo de amistad, la amistad sincera no se forja por obligación, se gesta con el tiempo, y ellos lo saben. Los numerosos clientes seguían ingresando al local, todos por la misma puerta y respetándose mutuamente, fue así como se fueron armando las distintas mesas, solo divididas por el humo de cigarrillo. Porque cuando en El Califa se enlaza una amistad, la mano es como un valle de la autenticidad, y cada uno de sus clientes lo saben, la mística del Califa”.
Autor y Fotografías: Juan O. Ávila.