Holanda es el quinto exportador de lácteos del mundo, ya que tiene 1,8 millones de vacas y una industria tecnológicamente desarrollada. Pero eso también lleva a este país a enfrentar una situación tan problemática como insólita: los excrementos de las vacas.
Las organizaciones ganaderas sostienen que el crecimiento de la cabaña vacuna se debe principalmente a lo barato que les cuesta importar grano, soja y maíz para alimentar a las vacas. El exceso de producción que no se exporta como productos lácteos frescos termina en leche en polvo más barata y que también va a la exportación.
Otra explicación del aumento de la cabaña vacuna holandesa es la eliminación de las cuotas máximas de producción de leche que hasta ahora imponía la Unión Europea para evitar la saturación del mercado y sostener los precios.
Sin embargo, las granjas holandesas no dan abasto para tratar tanta cantidad de excremento y no pueden usarlos todos como estiércol para abonar sus campos porque sobrepasan el límite legal.
Lo cierto es que muchos, ante la dificultad de encontrar una solución, realizan maniobras ilegales. Los granjeros pagan al año en total unos 550 millones de euros para gestionar esos excrementos, pero algunos engañan haciendo como que gestionan de forma externa esa caca pero en realidad la tiran como estiércol en sus campos sobrepasando el límite legal.
Además, según el diario online Dutch News, algunos llegaron a cambiar la edad de las vacas: como las adultas producen más excrementos, muchos granjeros están declarando nacimientos múltiples de vacas. Esto les permite un registro menor de excremento al tratarse de recién nacidas.