En marzo los reyes nórdicos Harald V y Sonia visitaron la Casa Rosada y fruto de ese encuentro el ministerio de Agroindustria suscribió con Noruega un convenio de cooperación para estudiar la factibilidad de desarrollar la acuicultura en el país: la cría industrial de peces en jaulas oceánicas o en piletones indoors.
Según la subsecretaría de Pesca, el salmón es la especie elegida para el desarrollo acuícola tanto en el Canal de Beagle como en el litoral santacruceño del mar argentino.
Pero el acuerdo no está exento de polémica y ya es rechazado por amplios sectores ambientalistas, entre ellos Greenpeace que afirman, que el salmón es una especie exótica y que su producción es contaminante. La concentración de heces y pellets con antibiótico que se asientan en el lecho marino, y que otras especies como crustáceos pueden ingerir, constituyen una amenaza para la salud del mar.
Ese debate en el litoral chileno está hoy al rojo vivo, con miles de activistas que aseguran que el exceso de concesiones para la salmonicultura ha saturado al ecosistema marino. Afirman que el resultado es la proliferación de algas tóxicas emparentadas con la marea roja.
En Argentina se importan 8100 toneladas por un valor de US$ 62 millones, que se consumen principalmente en platos de sushi. Desarrollar la salmonicultura en nuestro país supone pagar un costo ambiental muy alto. Alimentar a un salmón insume 9 kilos de peces. Y es en los pellets donde se adosan los antibióticos.