El salteño Daniel Ibarra encontró en el cultivo tulipanes una vocación y un medio de vida. Después de probar diferentes alternativas con provedores de otras provincias logró hacer desde su tierra, Salta, y cada vez se anima a más desafíos para impulsar su negocio.
El gusto de Daniel por la jardinería comenzó en 2000 cuando ya se había recibido de comunicador social y diseñador gráfico. Con un amigo crearon un delivery de flores al que llamaron Cirano Flowers pero el emprendimiento duró un año debido a la crisis.
Fue en ese momento cuando su novia, Verónica, le sugirió que ponga la mirada en los tulipanes. "Me enamoré de su historia y me cautivaron sus colores", recuerda.
Buscó provedores en diferentes provincias pero en vano porque los precios de envíos eran costosos y tampoco garantizaban que la flor llegue a destino en buen estado. Un colega le ofreció venderle los bulbos (que aguantan más) y que el se anime a plantarlos en Salta. Y lo escuchó.
En el fondo de la casa de la abuela de su novia, comenzó a poner entre los surcos de la tierra, uno a uno, los bulbos y le agregó una media sombra para protegerlos. Pero no resultó, las altas temperaturas durante el periodo de crecimiento hacían que florezcan antes y enanas.
No se iba a dar por vencido así nomás. En 600 macetas acomodadas en la galería de su casa, donde podía controlar las amplitudes térmicas, el proyecto empezó a fluir. Lo llamó Dulban Tulips.
Ahora Daniel comercializa bulbos o cortadas en ramos. "El negocio es rentable. En otoño vendo bulbos que desde de la granja Ledesma en Trevelin me los envían y en agosto flores cosechadas de mis macetas", dice. Ahora va por más. Con el cultivo de 10 variedades, busca seguir creciendo.