En la celebración de la Pascua, una de las tradiciones más arraigadas en diversas culturas del mundo es el intercambio de huevos decorados y dulces. Este gesto simbólico tiene raíces muy antiguas: ya en civilizaciones precristianas, los huevos representaban fertilidad, vida nueva y la llegada de la primavera.
Más adelante, el cristianismo adoptó este símbolo como representación del sepulcro vacío de Jesús y su resurrección. Así, regalar huevos en Semana Santa se convirtió en un acto de celebración, esperanza y renovación espiritual.

De Europa al mundo: una tradición que se adapta
En distintos países, esta costumbre tomó formas diversas. En Rusia, los huevos de Pascua se decoran con esmero y detalles religiosos; en otros países europeos y en Estados Unidos, los huevos de chocolate ganaron popularidad durante el siglo XX, sobre todo como regalo para los más chicos.
La tradición también se fusionó con prácticas culturales locales, y en muchos casos, adoptó un costado más comercial sin perder su valor simbólico.

El caso argentino: inmigrantes, chocolate y creatividad
En Argentina, esta costumbre llegó con los inmigrantes europeos a principios del siglo XX. Italianos, españoles, alemanes y suizos trajeron consigo la práctica de regalar huevos durante la Pascua y la adaptaron a la vida cotidiana del país.
Al principio, los huevos eran artesanales, elaborados en casa con azúcar o chocolate. Pero con el auge del consumo masivo a partir de mediados de siglo, grandes marcas argentinas comenzaron a producirlos industrialmente. Hoy, los huevos de chocolate son un clásico infaltable en Pascua: desde los más simples hasta verdaderas obras de arte hechas por reposteros y emprendedores.

El conejo de Pascua: fertilidad, dulzura y magia
Otro símbolo entrañable de esta celebración es el conejo de Pascua, una figura que nació en antiguas tradiciones germánicas y que con el tiempo se popularizó en todo el mundo.
Asociado a la fertilidad por su gran capacidad de reproducción, el conejo era en la mitología pagana compañero de la diosa de la primavera, Ostara. En el siglo XIX, la leyenda del Osterhase, un conejo mágico que traía huevos a los niños buenos, se expandió a Estados Unidos y de allí al resto del mundo. Hoy, es parte del imaginario infantil pascual, presente en cuentos, decoraciones y merchandising.

Una tradición que se reinventa
Con el paso del tiempo, la Pascua y sus símbolos han ido transformándose, pero el mensaje central sigue intacto: compartir, renovar la esperanza y celebrar la vida. Ya sea con huevos decorados a mano, dulces artesanales o conejos de chocolate, esta tradición continúa uniendo generaciones en una fecha que invita a mirar hacia adelante con optimismo.