En tiempos en los que los ídolos no abundan y los futbolistas son capaces de dejar de entrenar para presionar por una venta, el regreso de Mauro Formica al club donde nació es una buena noticia para todos los amantes del fútbol. El Gato resignó tranquilidad y una gran cantidad de dinero para pegar la vuelta, pero en esta historia mucho tuvo que ver su amigo Hernán Bernardello.
El operativo retorno comenzó a fines de mayo, en el casamiento de Mauricio Sperduti. El capitán rojinegro aprovechó que muchos ex compañeros suyos estuvieron presentes para ponerse al tanto de la situación contractual de cada uno y convencerlos de sumarse a Newell's para esta temporada.
Pablo Pérez y Lionel Vangioni quedaron descartados de entrada porque sus todavía tienen algunos años de contrato con sus respectivos clubes (Boca y Monterrey de México, respectivamente) y un salario imposible de igualar por parte del club del Parque.
Pero en cambio el Cabezón encontró mejor predisposición en Sperduti y en Formica. Por el Gordo volvió a hacerse un tibio intento, pero la negociación no prosperó. En cambio por el Gato se decidió ir a fondo.
Su arribo parecía imposible por aquel entonces, porque primero debía lograr desvincularse de Pumas de México que había pagado por su pase, y después tenía que ajustarse el salario a la realidad de Ñuls.
El periodista Hernán Cabrera cuenta que desde aquel momento, todos los días Bernardello saludaba a su amigo con la imagen de su festejo cuando le convirtió un gol a Central en un Clásico en su primera etapa en el club.
Y tanto le quemó la cabeza que el número diez hizo lo imposible para cumplir su deseo y el de su amigo. Tras rescindir con los mexicanos, resignando muchos dólares, aceptó cobrar un salario mínimo con tal de que el juez Bellizia aceptara su arribo y él pudiera volver a vestir de rojinegro.
Dicen que lo imposible sólo cuesta un poco más, y el Gato y el Cabezón lo hicieron.