Una infancia marcada por la ciudad y el deporte. Federico Aguilar creció entre el barrio Mercantil de Paraná. Sus padres se separaron cuando era pequeño y ese contexto familiar moldeó una infancia en movimiento. “Mi formación fue en la calle”, recuerda. Desde muy chico se autogestionó: tuvo su primer trabajo a los 11 años como cadete en una carnicería y aprendió a movilizarse por toda la ciudad.
Los clubes fueron otro eje central. Pasó gran parte de su adolescencia en Echagüe, donde vivió experiencias que lo marcaron, incluso durante la época del conflicto de Malvinas. Allí encontró contención, disciplina y una comunidad que lo acompañó. “El club se transforma en una familia”, señala al recordar cómo entrenadores y familias del ambiente deportivo solían asistirlo, incluso ofreciéndole algo para comer cuando lo necesitaba.
El primer encuentro con el río Paraná
El contacto con el río llegó de la mano de su padre. Entre los 5 y 6 años visitó por primera vez la zona de Bajada Grande, cuando su papá construyó una vivienda familiar sobre la barranca. Ese fue el inicio de un vínculo que se profundizaría años después.
Durante su adolescencia remar, nadar y recorrer el río se convirtieron en una rutina compartida con su padre. “Mi papá remaba y yo volvía nadando. Esos momentos fueron muy importantes en mi formación”, recuerda.

El deporte como camino y disciplina
Aguilar destaca que el deporte fue una salida, una guía y un orden. “Nosotros hacíamos deporte todo el día. Caminábamos, subíamos árboles, jugábamos a la escondida. Había libertad motriz”, relata sobre una infancia donde el movimiento era parte de lo cotidiano.
Ese aprendizaje lo define también como entrenador. Para él, el deporte transmite constancia, horarios, compromiso y hábitos. “Si das, recibís. El esfuerzo siempre vuelve”, resume.
Los comienzos del kite y un deporte que llegó para quedarse
Su acercamiento al mundo del kite comenzó a través de Lisandro “Tortuga” Fasce, referente de los deportes de tabla en Rosario. Hace más de 25 años, cuando casi no existía la disciplina en Argentina, Aguilar se inició de manera autodidacta, compró su primer equipo y empezó a practicar en descampados y luego en el banco de arena frente a Bajada Grande.

Desde esas primeras experiencias, el kite se convirtió en un estilo de vida. “Yo siempre quise hacer un deporte de tabla. En Paraná era difícil, pero el río me llevó a eso”, explica.
Por qué el río Paraná es un escenario único
Según Aguilar, el río Paraná tiene características muy particulares: corrientes cambiantes, vientos que llegan desde distintos puntos y una complejidad técnica que lo vuelve desafiante para navegar. “Es mágico. Su temperatura, la vegetación, sus orillas verdes… pero también es un lugar difícil, que exige leer el viento y las corrientes”, describe.

Para iniciarse en el kite —dice— se necesita conexión con el agua, saber nadar, tomar clases y tener disciplina. Pero, sobre todo, “apetito por estar cerca del agua”.
La importancia de cuidar el río
A lo largo de los años, Aguilar ha impulsado la difusión de prácticas responsables en los deportes náuticos. Asegura que actividades como el kite o el paddle no generan impacto ambiental directo, pero sí fomentan el vínculo y el cuidado del río.
“Cuanto más gente llega al río, más gente lo valora. Es un recurso natural increíble que durante años vivimos de espaldas”, afirma.

Ser atleta, ser entrenador y ser empresario
Además de competir, Aguilar lidera una empresa local y entrena atletas de alto rendimiento. Afirma que la clave para equilibrar todo es la pasión por hacer y aprender. “Me gusta trabajar, me gusta aprender todo el tiempo de las nuevas generaciones”, señala.
Como entrenador, logró resultados destacados: formó parte del proceso que llevó a su atleta Catalina Turienzo —tres veces campeona mundial— a clasificarse a los Juegos Olímpicos. También participó en un Panamericano en Chile como competidor y como entrenador simultáneamente, obteniendo un diploma panamericano y acompañando la medalla de plata de su atleta.

Proyección internacional y objetivos
Aguilar continúa activo en la competencia. Recientemente se consagró subcampeón mundial en Europa en un Grand Master, una experiencia que considera clave para evaluar su regreso pleno al circuito internacional.
Su objetivo inmediato es seguir entrenando atletas y, si las condiciones se dan, volver a competir al máximo nivel. “Disfruto todo: desde tomar un café esperando un avión hasta cantar el himno fuera del país”, afirma sobre su recorrido internacional.
Paraná como ciudad deportiva: el futuro que imagina
Desde su experiencia internacional, Aguilar visualiza un futuro claro para la ciudad: más deporte, más eventos y una comunidad creciente alrededor de la actividad física.
“Veo a Paraná como una ciudad ultra deportiva. Hay mucha gente haciendo deporte en la costanera y en los clubes”, sostiene. Para él, el apoyo a los clubes y la educación deportiva son claves para el crecimiento.
Agradecimientos y una identidad marcada por el río
Antes de cerrar la entrevista, Aguilar destaca el rol de su familia, sus amigos, los equipos técnicos y la Federación de Vela, así como el acompañamiento del público local. “El aliento del paranaense es una nafta que no tiene precio”, asegura.































