Ayer me senté en la playa a mirar el mar y me puse a pensar.
Que ya estamos a mediados de diciembre, que el tiempo sigue avanzando, y que por muchas cosas que hayan pasado, todavía estoy acá.
En algunos días se acaba el año.
El 2021 se va y va a empezar el tercer año de la nueva normalidad.
Que, por mucho que se hayan relajado ciertas cosas, el mundo cambió por completo de 2019 a acá.
Sentado en la playa mirando el mar fue que caí en la realidad de lo distinto que era al de hace unos meses.
De todo lo que había pasado en un pestañear.
Amor, trabajo, amistad.
Desafíos, pérdidas, logros, finales y comienzos.
Caer y volverme a levantar.
Qué cosa curiosa es la vida, cariño.
Que de a ratos nos pega tan fuerte que nos hace dudar de querer estar acá.
Y de pronto nos beneficia tanto que pareciera que no nos entrara en el cuerpo la felicidad.
En definitiva, eso somos.
Los momentos que nos trajeron hasta acá.
Las emociones, historias y recuerdos a los que volvemos al mirar el mar.
Lo importante es no olvidarnos de la más importante verdad que es que lo único que no tenemos garantizado es cuánto tiempo más vamos a estar acá.
Nos queda ser agradecidos, vivir cada día al máximo, no olvidar de dónde venimos y a dónde carajo queremos llegar.
Que no sé si podremos lograrlo, cariño.
Pues, la vida tiene una forma muy extraña de funcionar.
Tal vez no lleguemos a donde habíamos planeado, sino que el destino nos deje en un mejor lugar.