De los 60 años desde la inauguración del Teatro Frank Romero Day, 27 estuvieron al mando de Néstor “El Negro” Roca, el encargado general del emblema mendocino y dueño de sus llaves, quien lo conoce más que nadie. En una charla con la prensa del Gobierno de Mendoza, contó que su vida siempre estuvo atravesada por la Vendimia y que dentro del teatro, cuando está solo, encuentra algunos artistas que regresan a manifestarse desde el más allá; cuyo arte aún yace sobre las blancas escalinatas.
Néstor comenta que su primer acercamiento a la Fiesta Nacional de la Vendimia fue a través de su madre María Miranda, quien era una de las costureras más profesionales y reconocidas en el rubro del folklore. De hecho, al jubilarse fue reconocida especialmente por su trayectoria, esfuerzo y dedicación, y distinguida en 2011 por su aporte como hacedora vendimial.
Recuerda el guardián que su primera tarea en el anfiteatro fue barrer, pero que poco a poco, motivado por la inquietud y curiosidad de jóven, fue haciéndose su lugar allí y se ganó la confianza de Mariano Angélica, quien era por entonces el encargado general que lo antecedió en el puesto hasta su jubilación. Néstor lo ayudaba y trabajaba como su mano derecha, por lo que aprendió de él todo lo que sabe sobre el este preciado patrimonio mendocino.
“Vendimia es para mí casi un todo, porque vivo acá todos los días y siempre con mucha satisfacción. Creo que el día que no pueda estar acá, no sé qué voy a hacer. Realmente me encanta este lugar, te tiene que gustar mucho este trabajo, porque o estás al sol todos los días o en invierno padeces todo el frío. Es más, luego de la pandemia, con la primera Vendimia presencial, yo me instalé acá desde enero y desde entonces me quedé en el teatro griego para evitar contagios, porque soy el único que conoce cada lugar, cada punto. Prácticamente, vivo acá y soy una persona feliz en mis dos hogares, como digo”, señala Néstor con una gran sonrisa.
Incluso, en Vendimia conoció a su esposa y madre de sus hijos, quién comenzó trabajando en utilería cuando se encontraron por primera vez y hoy en día se desempeña como planchadora vendimial. Cuando la familia creció, sus propios hijos también pasaron por la experiencia de trabajar en el Frank Romero Day al igual que sus padres.
Néstor Roca, el dueño de las llaves del Frank Romero Day
En el ámbito laboral, desde el Ministerio de Cultura y Turismo se lo conoce informalmente como “el dueño de las llaves del teatro griego”. Él sonríe y dice: “Sí, las llaves las tengo yo, pero siento de corazón que este majestuoso lugar es propiedad de cada mendocino, porque aquí año a año vemos nuestra idiosincrasia expresada artísticamente”.
Son aproximadamente 50 las llaves que manipula el guardián y sabe reconocer una por una su función. “Al conocer cada movimiento, el lugar puntual de cada cosa, es un poco ser el responsable de cuidar y proteger todo” afirma Néstor mientras se prepara para una nueva Vendimia este 4, 5 y 6 de marzo.
“Sé que mi trabajo es importante porque sé cada detalle, desde dónde sale el agua o desde dónde parte la energía para cada tablero. Cada vez que viene alguien o tiene que realizar alguna obra, estoy predispuesto para ayudar y resolver de la manera más ágil. Reitero, amo este trabajo y lo asumo con alegría y responsabilidad”, dice conmovido.
Quienes son los fantasmas que deambulan por el Frank Romero Day
Esta historia teñida de sol y vino también tiene su lado misterioso. Resulta que en el famoso teatro griego deambulan los espíritus de ciertos artistas cuyo paso por allí hizo retumbar las gradas. Néstor contó algunas anécdotas de experiencias paranormales que vivió en el teatro.
Por ejemplo, un día se entera que su madre estaba atravesando una enfermedad y en ese momento de angustia nota que una de las llaves de los camarines empieza a moverse sola. “Acá hay mucha gente que ha dejado cenizas de familiares o mismo de gente del ambiente artístico. Hacía poco tiempo que habían traído las cenizas de alguien y depositado acá, entonces dije en voz alta: ‘¿Viejo, sos vos el que está al lado mío?’. Y la llave se movió con más fuerza. Fue algo de no creer, porque no había viento y el resto de las llaves estaban quietas”, expresó Roca.
Otra anécdota ocurrió en plena oscuridad. “Una vez, estando en el subsuelo donde se encuentra el tablero de luces, habré caminado dos o tres metros en una oscuridad profunda y siento una mano en la espalda y empecé a caminar más despacio. Seguía sintiendo esa mano en mi espalda y sin mirar atrás seguí caminando hacia adelante y me acuerdo que les dije: “Recuerden que yo estoy acá porque me gusta este lugar y estoy para cuidarlos. En ese momento sentí que me soltaron, prendí las luces y vi que estaba solo, no había nadie”, comenta el guardián quien afirma que pocas personas se animaron a lo largo de los años a entrar al teatro de noche.
Pero la más famosa es la anécdota del fantasma de la galera, quien se sienta siempre en las gradas mirando al escenario. “Muchas veces uno baja la vista para ver dónde va pisando y, cuando alza la mirada, ya no está. Una vez, hablando con gente de utilería, me confirmaron que se trataba de un artista fallecido que usaba esa indumentaria y que sus cenizas se encuentran acá”, asegura Roca.
Sin embargo, Néstor afirma que nunca sintió que esa energía fuera mala o peligrosa, al contrario. Incluso, dije que “quizás mis cenizas también terminen aquí. Sería muy feliz de quedarme eternamente como ese guardián de las llaves que ustedes dicen, un guardián enamorado del teatro”.