La pandemia llevó a que la gran mayoría de los trabajadores no esenciales tuvieran que adaptarse a la virtualidad, aún sin tener los conocimientos necesarios y mucho menos las condiciones para poder hacerlo. Un año después, con la nueva normalidad, miles de empleados continúan trabajando bajo la modalidad del “home office” o trabajo en casa, y para muchos ya no es opción, sino una obligación.
Si bien hay quienes están a favor de trabajar desde sus casas y lo ven como una ventaja por diferentes motivos, muchos otros se vieron afectados de forma negativa y esto les trajo consecuencias para su salud mental, y por ende, a su salud física.
Cabe aclarar que las experiencias personales de cada uno son muy diversas, por lo que se torna complejo defender una u otra postura, ya que esto dependerá de cada caso particular. Pero, en esta oportunidad, hablaremos de los trabajadores que se vieron forzados a adoptar el “home office” de una forma involuntaria, improvisada y repentina como una estrategia para responder a la pandemia, lo que en algunos casos trajo consecuencias que no son tenidas en cuenta.
Home office, obligación y no una opción
Una de las principales dificultades de trabajar desde casa surge ante “la falta de un encuadre”, según indicó a Vía Mendoza el médico psiquiatra, Emiliano Leytes. Esto es “un marco regulatorio que ordene y permita al sujeto separar su vida privada de su vida laboral”.
Es que en su momento, en marzo del 2020 a causa del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, muchas personas adoptaron el “home office” sin contar con una capacitación, por lo que “su celular se convirtió en un apéndice que los esclavizó a responder 24/7 cada mensaje de clientes, jefes o empleados, alumnos o padres como el caso de los docentes”.
Así, la vida laboral para muchas personas se fusionó con la vida personal, y todo transcurre en un solo espacio: en el hogar se trabaja, se acompaña a los niños con sus clases, se convive, se descansa, etc. “No poder separar los espacios físicos determinados para cada tarea, así como los horarios pertinentes para abocarse a cada rol, ha contribuido a generar mucho estrés, depresión y síntomas asociados (insomnio, tensión emocional, ansiedad, síntomas físicos), dificultades en las relaciones de pareja y en la sexualidad”, explicó el profesional.
Por lo que, ante esta situación en la que los empleados no pueden elegir si trabajar desde la empresa o de forma presencial, sería necesario que tanto empresas como entidades del gobierno generen su propio encuadre de trabajo.
Si bien pasó un año y muchos naturalizaron esta modalidad y la falta de un encuadre también es parte de su normalidad, poco saludable. Existen espacios laborales en los que aún no se han definido los medios de comunicación, las formas de trabajo, las tareas, los horarios y días laborales que permitan demarcar la diferencia entre la vida laboral y la vida privada, a fines de cuidar al trabajador.
“No hay un límite que demarque de qué forma se trabaja”, indicó Leytes. “Pacientes que trabajan como empleados el jefe o dueño de la empresa les escribe, los presiona y les llama contantemente en momentos que no son horarios laborales”, ejemplificó el profesional de la salud mental.
Aumento en las consultas psicológicas
Las consecuencias de la pandemia en general, pero también estas situaciones de la vida cotidiana como lo es trabajar, provocaron un aumento de las consultas psicológicas y psiquiátricas. “Y ese aumento creo que es más notorio a través del tiempo”, comentó el médico.
Según explicó el psiquiatra, en los primeros meses de la pandemia las consultas estaban más relacionadas con la adaptación a la nueva realidad, pero con el tiempo recibieron la de pacientes que no pudieron adaptarse.
“Al principio todo giraba más entorno a las dificultades adaptativas, y al temor, a la ansiedad que esto despertaba. Con el paso del tiempo se fueron agregando otras variables como el desempleo y las consecuencias de aquellos que no pudieron adaptarse a estos cambios, lo que fue motivando la generación de patologías”, comentó.
En algunas personas, no ir a la oficina o empresa desencadenó en mayor irritabilidad, altibajos emocionales, aumento de conductas como la ingesta de comida, alcohol o cigarrillos, problemas de insomnio, tensiones musculares, dolores de cabeza, sentimiento de soledad, entre otros.
“Aumentaron las consultas por adicciones, por trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, insomnio. Eso lo vemos reflejado en el consultorio”, destacó Leytes. Y aclaró que esto es indiferente a la edad del trabajador, ya sea un empleado joven o alguien cercano a la jubilación.