Tras la expedición del CONICET al cañón de Mar del Plata, el interés por aprender más sobre la vida marina aumentó. A esto se suma ahora el avistamiento de una Chirodectes maculatus cerca de las costas de Queensland, Australia, que dejó sorprendida a la comunidad científica internacional.
Esta medusa, observada en contadas ocasiones, posee un cuerpo translúcido y tentáculos adornados con anillos de distintos tamaños y tonalidades, un aspecto tan llamativo como poco documentado.
El ejemplar fue registrado en video por un buzo, quien luego compartió las imágenes en redes sociales. Gracias a esa difusión, expertos compararon sus características con descripciones previas y confirmaron que se trataba de una especie extremadamente rara, casi esquiva para la ciencia.
El caso de esta criatura vuelve a poner en foco las dificultades de estudiar la vida bajo el mar. Según Pablo Hernández Alcántara, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, las estimaciones sobre la biodiversidad oceánica varían ampliamente: “El número de especies que podría encontrarse en los mares va de 150 mil a 10 millones, aunque las cifras más moderadas contemplan alrededor de un millón”.
Actualmente, solo se han descrito unas 250.000 especies marinas, lo que significa que cerca del 70% permanece sin identificar. Para los científicos, cada hallazgo como el de la Chirodectes maculatus es un recordatorio de cuánto falta por conocer y clasificar.
Un organismo raro con gran valor científico
La medusa hallada en Australia pertenece al grupo de los cubozoos, famosos por sus potentes células urticantes. Su rareza y el hecho de habitar en un ecosistema tan amplio hacen que cada avistamiento sea considerado un acontecimiento científico de gran relevancia.
Más allá de la fascinación que despierta, su estudio refuerza la importancia de conservar la fauna marina. Como señaló la iniciativa Copernicus: “Cuantas más especies haya en el océano, más protegido estará frente a los cambios medioambientales. La biodiversidad marina determina la resiliencia del océano y desempeña un papel clave en la mitigación y adaptación al cambio climático”.
Los especialistas reconocen que podrían pasar siglos antes de conocer con certeza la magnitud de la vida marina. Sin embargo, el uso de tecnologías avanzadas y la cooperación científica internacional podría acelerar ese proceso.