Allá lejos y hace tiempo, el naturalista Willian Hudson intentó descifrar estos paisajes de desnudez y silencio. Pensó en por qué sus imágenes siguen habitando en nosotros cuando volvemos a casa.
"La monotonía de los llanos o la extensión de las bajas colinas, la general irrelevancia ocre de todo, dejan la mente abierta y libre para recibir una impresión de la naturaleza como un todo…", escribió en su libro "Días de ocio en la Patagonia" (1893).
Las palabras de Hudson vuelven a la mente una y otra vez al recorrer el noroeste de Santa Cruz, rodeado por las localidades de Los Antiguos, Perito Moreno, Bajo Caracoles y Lago Posadas. Una sucesión de estepa, cañadones, lagos, ríos, mesetas de altura y rutas escénicas. Un oasis de espacio abismal.
Portal Cañadón Pinturas
Con aleros arqueológicos, circuitos vehiculares y senderos, Cañadón Pinturas es otro de los puntos de ingreso al Parque Patagonia. Está ubicado sobre la Ruta Nacional 40, 54 kilómetros al sur de Perito Moreno y 74 al norte de Bajo Caracoles. La Guanaca es uno de los senderos, de casi cuatro kilómetros, que permite escalar al cerro Amarillo. Desde allí se obtiene una vista panorámica de los cañadones, el río Pinturas y, más allá, la Cueva de las Manos.
En el camino, el guía Guido Vittone va contando historias. Habla con respeto de los pobladores originarios. Señala el hueso de un guanaco, "pelado" por un puma. Cita algunos libros. Dice que Charles Darwin se fascinó especialmente con la estepa patagónica.
La segunda caminata del día es algo más dura y desafiante: Bajada de los Toldos. La idea es cruzar el cañadón del río Pinturas y llegar hasta el centro de visitantes de Cueva de las Manos. La bajada requiere de esfuerzo y concentración. Cada tanto, nos tomamos un respiro para contemplar el horizonte tan ajeno a la velocidad, el silencio desnudo y el mutismo de las cosas.
Al llegar al lecho del río, a mitad de la excursión, paramos a hacer un picnic en unos sauzales. El final del recorrido es una subida ardua. A los pocos metros de la meta, un cartel es capaz de arrancar una sonrisa: “No le afloje”.
El premio es conocer esa maravilla llamada Cueva de las Manos, con paredes de 300 metros de altura y algunas de las pruebas de arte rupestre más reconocidas del mundo, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. A lo largo de las pasarelas, uno se maravilla con las imágenes: negativos de manos, guanacos, bailes de lagartijas, choiques, pumas y figuras abstractas que aún hoy son un enigma.
"Fueron grupos de cazadores y recolectores, previos a los tehuelches y mapuches, que seguían el rastro de los guanacos. Las pinturas más antiguas tienen nueve mil años y las más recientes, unos mil", cuenta la guía Mailen Baudrix.
Todavía el viaje no terminó. Queda esa maravilla llamada Cañadón Caracoles, un río de sal rodeado de muros de piedra ocre. Las piernas acusan las horas de trekking pero hay un resto para el sendero Tierra de Colores, de casi cinco kilómetros. La paleta de colores pastel, que se eleva por las rocas, quita el aliento.
Las imágenes pasan como en esas diapositivas de los antiguos viajeros. El viento que hace vibrar a los arbustos, a los animales y a nosotros mismos. La desnudez de las cosas. El sonido de nuestra respiración en la cima de un cerro. Un guanaco solo. El turquesa irreal del Lago Buenos Aires. Y la luz más clara del mundo.
Dónde informarse www.parquepatagoniaargentina.org www.argentina.gob.ar/parquesnacionales www.cuevadelasmanos.org
Fuente: Diego Jemio-Clarín