La aparición de una cachorra de puma en la zona urbana de El Calafate dejó planteada la problemática.
El intento de tenencia de esos animales silvestres deriva en problemas para instituciones, vecinos y los mismos animales. Un especialista nos ayuda a descifrar las cuestiones de fondo: mascotismo y conflicto entre hombres y vida silvestre.
Cría en cautiverio Suyai, como se bautizó a la cría, permanece hace un mes en la sede de la delegación Calafate del Consejo Agrario Provincial, sin un lugar acorde para su tenencia y sin posibilidades que sea devuelta a su hábitat ya que, al entender de los profesionales, no sobreviviría.
Eduardo Furlán es especialista en el tema. Dirige en la zona de San Carlos, provincia de Mendoza, la ONG S.O.S Acción Salvaje, un centro de rescate de fauna local que se financia con aportes propios y donaciones privadas. En estos días el sitio alberga a cinco pumas huérfanos, con la idea de intentar devolverlos a su hábitat natural. Dos de ellos llegaron aun amamantando, y otros tres ya se alimentaban solos.
Puma en su hábitat
«Aparecen cuando se le da muerte a la madre. A veces la persona que mata a la madre los lleva a la ciudad para tenerlos o venderlos. Algunos pobladores del campo matan a la madre y a los cachorros, pero a hay personas que llevan algún cachorro a la ciudad como mascota», cuenta Eduardo sobre esas situaciones de mascotismo y de caza furtiva que se dan en todo el país.
Rescate de cachorros y cría en cautiverio para su liberación
Para realizar el trabajo de la cría y luego intentar devolverlos a su hábitat, Eduardo Furlán dijo que es imprescindible contar con el conocimiento necesario, y con instalaciones adecuadas; en este caso dos recintos, comunicados entre sí, de unos 10 x 20 metros, cómo mínimo.
La idea es que el puma crezca sin contacto con el humano, y que al mismo tiempo sea estimulado su instinto, para que una vez liberado, pueda conseguir su alimento y sobrevivir.
Cuanto más grande sean los recintos mejor será la crianza, ya que es un animal que naturalmente deambula por grandes extensiones, y esas medidas favorecen a que pueda realizar la caza de sus presas vivas.
Cuenta que lo ideal es que los dos recintos estén preparados para que no vean a los humanos, y que tengan algún sistema de cámaras de monitoreo para seguir su comportamiento.
«Tiene un instinto natural, y aprende mirando a la madre. Cuando no está la madre el instinto lo sigue teniendo, y hay que despertárselo», cuenta Furlán sobre el trabajo en cautiverio.
Explica que cuando son crías que aún amamantan todo es más difícil porque el contacto con el humano es inevitable, y se genera acostumbramiento. «Cuando comen solos tratamos de no tener contacto, y si lo tenemos los asustamos, de esa manera sabrán que al ver el hombre se deben esconder», dijo.
Recinto para cría en cautiverio – SOS Acción Salvaje
Para Eduardo el problema de las crías huérfanas está en la matanza de su madre, lo que tiene raíz en el conflicto que se genera entre la vida de ese animal y la actividad ganadera.
Cree que se debe cambiar el paradigma y empezar a hablar también del «manejo ganadero», especialmente en las provincias patagónicas. «Hay provincias como Río Negro que pagan por puma muerto. Está comprobado que buscar el exterminio no sirve. Primero que nada, al intentar exterminar el puma se produce un desequilibrio en el ambiente, porque hay especies que son presas del puma, y al no tenerlo, aumentan su población, lo del guanaco puede deberse a eso, o el aumento de roedores», explica sobre el rol esencial del puma como predador tope en esos ambientes.
Agregó: «Patagonia tendría que ir cambiando las leyes provinciales, porque con las leyes que tiene hoy es imposible que se abra un centro para proteger al puma».
En la entrevista, el experto sostiene que es «cierto que el puma caza ganado», y que eso ocurre porque el ganado permanece solo, sin perros pastores. «El perro pastor no suele atacar al puma, pero lo ahuyenta», dice a modo de informar que las pruebas que se vienen realizando en diferentes puntos del país, dan buenos resultados.
Finalmente, sobre el comportamiento del animal para con las personas, Furlán dice que «el Puma nos ve como una amenaza. Por lo general tiende a escapar del humano».