Mucho frio en esta época del año, cuando recién nos estamos acostumbrando al cambio de temperatura, entramos de a poco al otoño y en algunos días se siente el arrebato del invierno que parece impaciente de ocupar su lugar, y en ese sentimiento helado me vuelvo a cruzar con mi amigo Juan.
Generalmente las charlas cortas encierran mucho más que las eternas tertulias, pocas palabras para determinar dónde estamos parados, saber de vos y de mí, como continúa todo y solamente seguir marcando que el sentimiento de aquellos que leen, nunca dejarán de hacerlo, y vaya el saludo para ellos.
Juan sólo agrega... “tengo más historias” a lo que respondo... “el lugar sigue estando disponible...” hoy te cuento de “Las simples cosas“. “Fue una noche de esas, donde cuesta conciliar el sueño, o quizás una vieja fotografía de mis archivos que trajo a mi memoria, su imagen, su inconfundible manera de caminar, sus pantalones siempre a mitad de canilla, que quizás denotaban algunas carencias, su acostumbrado y muy amable saludo en donde nos cruzáramos: Hilario.
Fue así, como en mi último viaje a mi tierra, ya sin mis compañeros habituales de aventuras, decidí cámara en mano llegarme a su casa. Golpee su puerta un par de veces, hasta que me atendió, y comenzó la charla. De pronto fui descubriendo a una persona que pesar de sus dificultades, dice ser enormemente feliz, que le gusta ayudar a la gente y colaborar con los menesteres de la parroquia, dejando expuesto que, en su aparente discapacidad, tiene la enorme capacidad de ser feliz con las simples cosas, de amar al prójimo por sobre todo y su fe en Dios”.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, leí por ahí, que el amor es simple y las cosas simples la devora el tiempo, pero no! ¡Cuan equivocado estaba!. A las cosas simples las mantienen simples los hombres simples, e Hilario es el ejemplo. Nos despedimos, me acompaño hasta la puerta de su humilde casa y tras fuerte apretón de manos, comprendí que había aprendido otra lección de vida: ser feliz con lo que uno tiene”.
Texto y foto: Juan Ovaldo Ávila.